MAGIC

3.8K 332 38
                                    

En tiempos en los que la magia, a pesar de seguir siendo un fenómeno misterioso, se llevaba con más normalidad, Bakugo había crecido hasta sus quince años sin ningún tipo de interés en el tema.
Sin embargo, su amigo Midoriya sí.
Y es eso lo que nos lleva a esta historia.

Todo empezó a sus catorce, hace poco más de un año.
Su pecoso compañero de juegos empezó a hacer escapadas por las tardes, para después volver a casa repleto de barro, rasguños y hojas de árbol.
Lo cual llevó a su madre a preocuparse a tal punto que fue a pedirle ayuda a su familia, convirtiéndolo a él en —por así decirlo— el espía de Izuku.

Así pasó el tiempo, y la cosa no había mejorado para nada.
El peliverde comenzó a volver a su casa de esas escapadas con algo más que restos de tierra y pequeños rasguñitos.
Se estaba haciendo daño.

Por si fuera poco, Katsuki —que por su cuenta había estado echándole un ojo a Midoriya— sabía poco o nada de lo que su amigo hacia.
Pero algo sí tenía asegurado.

Izuku se dirigía al bosque y se adentraba en él durante horas para después salir por donde había entrado, su cuerpo lleno de heridas.
Mas nunca iba solo, siempre era acompañado por alguien que Bakugo no conocía de nada.

A simple vista —y teniendo en cuenta que él vigilaba al peliverde desde bastante lejos por obvias razones—, podía distinguir una capa roja, con detalles blancos en los bordes de la capucha.
Eso y que, si no se equivocaba, la altura del chaval que acompañaba a Izuku le decía que debía ser más o menos de su edad.

Y así es como llegamos a la actualidad, donde el rubio ceniza se encontraba, como en tantas ocasiones, en lo más profundo del bosque, sin saber siquiera lo que buscaba.
Cuando sabía que Midoriya no saldría de su casa por la tarde, era él quien iba hacia allí para tratar de encontrar alguna pista, armas, lo que fuera; pero nunca hallaba nada fuera de lo normal.

—Esto es una mierda. — Se quejó mientras se sentaba an una roca grande que había ahí, cansado.

Soltó un suspiro lleno de frustración e hizo la cabeza para atrás, cerrando los ojos, dejando que el viento golpeara su cara con suavidad.

Pasó así los siguientes minutos, relajando de a poco su ceño fruncido y poniendo su mente en blanco para poder pensar con más claridad.

—Te dolerá la espalda si sigues en esa posición por mucho tiempo. — Hasta que una voz molesta tuvo que ir a joder. Abrió con mucho fastidio los ojos, volviendo a su expresión facial de siempre y conectó su mirada con la del estúpido que se atrevía a darle lecciones de buena postura.

Su cabello pelirrojo llegaba poco más alto que sus hombros, y el rostro relajado y orbes grandes le daban un aspecto infantil.
Pero un niño bonito no le iba a decir cómo sentarse, claro que no.

—¿Y tú quién carajo te crees que eres? —preguntó recuperando la compostura, mirando al otro chico de forma intimidante.

Justo detrás del muchacho frente a él, colgada en un árbol como si ello fuese una percha, posaba una capa. Roja. Con detalles blancos en la capucha.
Su mirar se centró en la dichosa prenda y todo se aclaró cuando vio que el pelirrojo la cogía.
Él era quien estaba con Deku cuando este iba al bosque.

—¡Eres tú! — Señaló al otro con el dedo, y se dirigió a él con rapidez, acorralándolo contra el árbol.

—¿Eh? Pero, ¿de qué hablas? —cuestionó el otro con calma.

—¡Tú eres el que se lleva a Deku por las tardes, maldito!

El chico cada vez entendía menos. —¿Quién es Deku?

Love ya, idiot | Kiribaku week 2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora