Rocío I

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Las nubes oscuras se arremolinaron en el cielo, cubriendo así, la luz solar que caía sobre toda Akna. Giró su mano guiando de esa manera a las nubes convocadas por su poder, debían estar debidamente acomodadas o su madre volvería a sermonearle por no hacer bien su deber. Una vez estuvieron listas, alzó sus manos para unirlas en su pecho, entonces comenzó a recitar su oración.

Viento que gobierna

el mundo de los mortales,

sin fin, nunca más lento,

traer las nubes ahora llenas de lluvia

para calmar el dolor de esta tierra ardiente.

Empujadas por las corrientes de aire por el universo;

atronadoras, ardientes, de retumbantes ruidos.

Las fueras del cielo, todo lleno de fuerza, me traen

el ruido, luz y sonido, salir de las nubes,

el agua caer. Retumbando en vuestra

carrera, al ser arrastradas a la fuerza

por los vientos. Ahora, os suplico que,

repletas de agua y ayudadas por suaves

brisas, envíen fructíferas lluvias a la

Madre Akna.

— ¡Maldita lluvia!

— ¡Desearía que no existiese la lluvia!

— ¡Sí! La lluvia siempre lo arruina todo.

— ¡Cállense o la Diosa de la Lluvia nos maldecirá!

— ¡Ya nos ha maldecido!

— ¡Tenemos que implorar su perdón!

Cerró los ojos para ignorar las voces de los mortales. A ellos nunca les había gustado su lluvia, no importaba que gracias a ella tuviesen buenos cultivos y ríos abundantes. Solo hacía su trabajo, no es que le gustara provocar las lluvias porque sí, todo tenía su propósito y ese no era otro que mantener fértil a Akna. Después de todo, ella era la que cuidaba del cuerpo de su creador, ese que volvería a la vida cuando el universo estuviese cerca de su fin; si le fallaban no iban a poder evitar esa catástrofe y a pesar de su condición de inmortales, nadie sabía si serían capaces de sobrevivir.

Su madre siempre había llamado malagradecidos a los hombres pero era consciente de que ellos no tenían conocimiento de la creación del mundo. Aún así, siempre se exacerbaba de su actuar, no los odiaba pero nunca sería capaz de mantener una buena relación con ellos.

Ellos son seres inferiores mi amada Juvia, nunca serán como nosotros.

Ese también era otro factor, su madre era una Diosa orgullosa de serlo. Para ella no había seres más perfectos que ellos, sin embargo, no lo creía por presunción, sino porque eran creaciones del gran Dios Ankhseram y si él los había creado de esa manera, entonces no podían ser menos que eso. Las demás criaturas de Akna no eran solo más que herramientas que asegurarían la supervivencia de Akna.

I can only be happy in hellDonde viven las historias. Descúbrelo ahora