CAPÍTULO 4

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Subo las escaleras de la estación de metro de Essex y me doy cuenta de que está un poco más oscuro que cuando me he metido en el metro

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Subo las escaleras de la estación de metro de Essex y me doy cuenta de que está un poco más oscuro que cuando me he metido en el metro. Solo quedan veinte minutos para la puesta de sol. Saco mi móvil de la mochila y activo el GPS para que me guíe hacia dónde me ha citado Landon.

No me esperaba que se ofreciera ser mi guía esta tarde, pero me alegro.

Landon es un chico bastante entusiasta y que siempre está contento. Es un tanto rarito pues a veces se queda pillado mirándome o dice cosas que no tienen ni pies ni cabeza, pero es divertido. Hace como cuatro días que sé de su existencia y ya me cae mejor que muchas personas que conozco de hace años. Me transmite mucha seguridad y estoy cómoda cuando hablo con él. Siento que no me va a juzgar por lo que haga o diga.

Me ha citado en el número 319 de Grand Street , a solo cinco minutos de la estación de metro. Cuando llego, me encuentro con... ¿una galería de arte? "J Gallery". Miro bien el número y la dirección y, sí, es aquí. ¿Qué hago? ¿Entro?

Mejor lo llamo.

Ya salgo, ya salgo ―responde Landon nada más coger la llamada.

―Vale, tranquilo. Puedo esperar.

No, ya salgo.

Y sin más, me cuelga.

Sin poder evitarlo, suelto una risa. Me apoyo en la pared y miro hacia arriba. Los edificios apenas me dejan ver el cielo, pero sí puedo apreciar que la luminosidad se está yendo por momentos. Las farolas ya se han encendido. La puerta de la galería de arte se abre y por ella aparece Landon. No lleva la misma ropa que llevaba esta mañana, sino un jean negro con una rodilla algo rota, una sudadera gris con una foto de Monet sujetando un... ¿boleto de la lotería? y una chaqueta negra. En la cabeza, cubriendo su pelo castaño, un gorro de lana granate. Lleva la funda de su cámara colgada en un hombro.

―¡Hola! ―saluda contento al verme. Yo le sonrío.

―Hola, Landon ―digo antes de acercarme y besar su mejilla.

―¿Sabes que es el Faro del puente George Washington? ―pregunta así de la nada.

―No... ―digo confundida.

―¡Genial! ―exclama―. Te voy a llevar a mi lugar secreto favorito.

―Tu lugar secreto favorito no será el Faro del puente George Washington, ¿no? ―digo con diversión.

Él me mira con los ojos entrecerrados.

―¿Por qué me doy cuenta tan tarde de que soy gilipollas?

Suelto una gran carcajada y él sonríe avergonzado.

―No lo eres.

―A veces sí ―admite con una sonrisa. Agarra mi mano y tira de mí. Y en este instante vuelvo a sentir el cosquilleo que sentí la primera vez que nos vimos, cuando tropezamos―. Nos queda un ratito en metro, pero... ―Mira nuestras manos y suelta la mía rápidamente―. Perdona, Abigail. La emoción.

ERES ARTE ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora