La luz lunar que entraba, tenue, por la ventana, era la única testigo del acto que se iniciaba en aquella habitación. De fondo, sonaba una playlist de los cafres, Las pastillas del abuelo, Callejeros, Jet, Coldplay y un combinado más de canciones aleatorias, que le daban la percusión a los parlantes del equipo de sonido, la cual era semejante al movimiento de los pulmones de Pilar y José, ya que, a pesar de la música, se podía distinguir la respiración agitada de ambos. Ese tiempo y ese momento era por completo de ellos, solo existían sus presencias y sus cuerpos que de a poco se iban fusionando en uno solo. Había muy pocas palabras esa fresca noche de primavera, es más ni siquiera eran necesarias, sus acciones hablaban por ellos. Se tenían tomados tan fuerte, pero al mismo tiempo, tan delicadamente, que nadie, podría explicar tal punto, nadie, salvo los dos. Mientras la luna seguía su recorrido, también la euforia de la pareja, los besos, las caricias y las miradas eran infinitas. Se conocían y se amaban demasiado y eso sin dudas, agregaba un ingrediente que no se consigue en cualquier parte. Hacer el amor ¿Por amor? Por extraño que suene, más extraño es que esto no se haga, estar con alguien luego de una pelea, no es amor, estar con alguien solo para conformar, tampoco lo es y ahí radica la dificultad, distinguir cuando se está o no de verdad "haciendo el amor". Y esta idea, Pilar y José la conocían muy bien, porque se dieron el tiempo suficiente para llegar a ese momento. La vestimenta por todo el piso traducía sus pensamientos y lo que sus cuerpos pedían a gritos. El se quedó un instante admirando el cuerpo de esa mujer, que lo excitaba hasta los límites. Ella, deseando tenerlo, tanto que hasta se olvidó quitarse los anteojos, se sentó sobre su pelvis y le rodeó el cuello con los brazos, dejando que la tome por la cintura. Se miraron fijamente y sus labios volvieron a unirse, se podía oír "Look what you've done" de Jet, cuando Pilar arqueó su espalda y llevó su cabeza hacía atrás indicando que ya eran uno, unidos en un acto que era tan sólido, como lo que sentían. José la sostuvo con uno de sus brazos, el otro estaba sumido tocando con la mano el torso de ella, que se detenía de tanto en tanto en sus pechos. Su ritmo cambió, así como el desenfreno de sus caderas. El no quería, ni podía soltarla. Ambas pelvis presionaban una contra la otra. Pilar, disfrutaba como esas manos subían y bajaban por su piel. Luego, como si estuviese predicho, ella inclinó su cuello y los labios de el se posaron ahí, besándolo sin parar, discurriendo por toda esa estructura y sensibilizando más y más la excitación de ambos. Sonó "Sos mi caramelo" de la Bersuit y José la cargó, levantándola por las piernas, quiso mirar por donde caminaba para llevarla a su cama, pero Pilar no lo permitió, le tiró su cabello para que los besos continúen, así que el trayecto fue hecho casi de memoria. Ya acostada, el se tomó un tiempo para darle unos masajes y relajarla. Es que no tenía otra manera de explicarle que la seguía respetando como mujer, a pesar de todas las cosas que le quería hacer, como dice el Pato Fontanet en su canción "El saludo y el adiós". "Momento de intimidad, que solo vos y yo podemos alcanzar", cantaron "Los Cafres", mientras, José, sobre ella, se agitaba cada vez más, pero detenerse no era ni siquiera una opción. Cuando ambos sintieron que sus cuerpos llegaban al punto máximo de placer, ella estaba sobre el cuerpo de su pareja, y los sonidos de las patas de la cama hacían armonía con sus movimientos, se tomaron al mismo tiempo, ya no podían detenerse, estaban cansados, transpirados, pero no importaba, continuaban y continuaban aumentando la rapidez del acto, los gemidos ya chocaban con la acústica de la música, hasta que ambos se presionaron uno al otro, se presionaron con todas sus fuerzas y en una metafórica explosión, sus cuerpos cruzaron el límite del éxtasis. Pilar se desplomó sobre su compañero y lo abrazó de tal forma, que su relajación cayó como una cascada. Los ojos de ambos habían quedado blancos, aguardando a que las iris retornaran a su posición. Sin embargo aún era pronto para que esas dos personas decidan soltarse, aún faltaba que la sonora agitación, baje sus ritmos cardiacos, y su cerebro procese la inyección natural de dopamina. Hasta eso los besos y las caricias funcionaban como buen puente. "¿Te gusto?" pregunto ella, pero solo era una pregunta hecha, porque le encantaba oír la respuesta. "Demasiado. Sos la única mujer que me gusta"; y ahí estaba. Esas palabras que para ella no se agotaban. Ese momento que podrían repetirlo una y otra vez, porque todo lo hacían a pura conciencia, cuidándose, amándose, siendo uno. Cuando Pilar dijo "Te amo", José la tomó entre sus brazos, como a ella le gustaba y cuando el "Te amo" de el brotó de su boca, ella ya dormía en su pecho, el miró alrededor, el techo, acarició el cabello de Pilar y cerró, feliz, sus ojos porque sabía que una vez más, despertaría, y la vería a su lado, una vez más le haría el desayuno, una vez más, estarían allí, esos ojazos, esa sonrisa y ella le diría una vez más "Boludo ¿Estás?".
Fin del capitulo.
ESTÁS LEYENDO
Boludo ¿Estás?
RomanceNo entiendo por qué la mayoría de las historias de amor deben ser "trágicas" ¿Por qué siempre hay que sufrir? ¿Por qué siempre se normalizan cosas como la infidelidad, el maltrato, el "Ya no te aguanto"? Y dar vueltas siempre en ese ciclo ¿Por qué...