《Capitulo 4: La muñeca ¿Pestañea?》

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— Meliodas... Hermano... ¡¡Despierta!!

El nombrado al escuchar el grito se sienta rápidamente en su cama asustado, pero al instante se cae de esta con todas sus sábanas encima, soltando un quejido cuando ya se encontraba en el suelo.

— Maldición... ¡Zeldris! — exclama el rubio y se levanta con el ceño fruncido para encontrarse con su hermano, el cual miraba el estante.

— ¿Y esa muñeca? — pregunta tratando de que no parezca tan curioso, que era como en verdad se sentía, era muy extraño ver una muñeca en esos lados y es mucho más extraño encontrar una en la habitación de su hermano.

— Eso no es de tu incumbencia — dice Meliodas mientras se dirige al armario para cambiarse de ropa, la cual era exactamente la misma que ya tenia puesta — ¿por que has venido a despertarme?

Zeldris lo mira y se cruza de brazos — como lo esperaba te olvidaste, le dijiste a los 10 mandamientos que entrenarías hoy con ellos y te estamos esperando, después de todo sigues siendo nuestro Capitán Meliodas.

Meliodas se termina de vestir rápidamente, desde que es el Rey Demonio siempre se olvidaba de su otro titulo que era igual de importante.

El primer título que tuvo.

Meliodas, el Mandamiento del Amor, Capitán de los 10 Mandamientos.

Tal vez se pregunten el como alguien tan poderoso puede vivir tan normalmente en ese lugar, pues la respuesta es bastante simple.

El rubio cuando fue oficialmente nombrado el Rey Demonio, lo primero que hizo fue guardar gran parte de su poder en un lugar que todos desconocen, quedándose solo con el poder que ya tenía, pero, si el quiere puede hacer aparecer ese descomunal poder fácilmente, pero el siempre dice que no es necesario.

— Me atrapaste hermanito — dice Meliodas dándole la espalda — Si me olvide, iré en un momento, pero por mientras diles que hagan algún calentamiento.

Zeldris asiente y sale de esa habitación, no sin antes volver a mirar la muñeca y a su hermano con curiosidad, a pesar de que son hermanos y han estado 3000 mil años juntos, apoyándose, seguían desconociendo cosas del otro.

Meliodas al escuchar como la puerta se cierra, suspira pesadamente y se voltea para fijar su mirada en la hermosa muñeca de porcelana. Debía hacer algo con ella, pero, por primera vez no sabía que.

Una opción era mandar a quemar la, pero algo en él evitaba que diera esa orden.

La otra opción era mandar a algún demonio a que le devolviera esa muñeca a esa niña, pero nuevamente algo en él no quería que se deshiciera de esa tan hermosa muñeca.

Meliodas se acerca al estante y toma a la muñeca para mirarla fijamente.

— ¿Qué me estás haciendo?¿por que no puedo simplemente mandar a que te quemen? — pregunta el rubio a la muñeca, como si esta fuera a responder esa pregunta. Al darse cuenta de lo que hacía suelta un bufido y se pasa su mano libre por la frente — ¡¿por que le estoy hablando a una simple muñeca?!

El rubio levanta la mano en la que tiene la muñeca y mueve su brazo hacia adelante, y en el momento en el que tuvo que a ver soltado la muñeca para que esta terminara chocando con la pared, en vez de hacerlo, la sostuvo más, haciendo que nuestro Rey Demonio quiera gritar de frustración.

Ya resignado, vuelve a dejar la muñeca donde estaba, toma su gran espada la cual le dobla el tamaño y sale de su habitación, para ir en dirección al gran patio de entrenamiento que tiene, el cual cada semana es re modelado al ser destruido fácilmente por él.

Mi hermosa MuñecaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora