Capítulo 11

55 3 1
                                    

Capítulo 11

Marcos rodó sobre sí mismo, abrazando la almohada. Incluso mientras estaba en proceso de despertarse del todo se dio cuenta de que cada movimiento le costaba más de lo esperable y él no recordaba haber hecho tanta actividad para agotar sus energías. Sus propias ideas parecían moverse con una lentitud casi acuática. Lentamente se percató de que la superficie sobre la que estaba no acababa de ser igual a lo que sentía acostado sobre su cama. No tenía nada que ver con una cama que reconociera.

Al abrir los ojos vio blanco. Blanco inmaculado, imposible, extraño, ajeno. Se sentía mareado. Después de parpadear las suficientes veces para darse tiempo a enfocar la pared que tenía a un lado. Se volvió al otro lado y otra pared exactamente igual estaba más alejada, dándole espacio para moverse si es que quería. No había puerta, ventanas, adornos y ni siquiera tenía claro de dónde venía la luz que le permitía distinguir un blanco del otro. Mientras alejaba el atontamiento paso a paso, buscó erguirse. Entonces vio que todavía llevaba la misma ropa que recordaba haber puesto aquel domingo. Lo única diferencia era que alguien le había quitado las zapatillas, dejándolas en posición horizontal respecto a la cama. No percibía frío ni calor.

El cabello le caía en frente del rostro, aplastado por la siesta forzada. Empezó a tantearse los bolsillos pero no percibía ningún rastro de sus celulares. El pulso le empezó a latir por las sienes y el pecho. Recordó las imágenes de las víctimas de la Fronteriza por toda la televisión, llenando los puestos de revistas en los kioscos, las descripciones exactas de los que les pasaba a esas personas y no se suponía que nadie debía saber. Salió de la cama y por unos momentos no pudo hacer otra cosa que tambalear en busca de su equilibrio. La cama era el único mueble presente.

¿Ese era el lugar adonde habían estado las personas antes de ser desgastadas y cortadas? ¿El sitio que Icaro y el viejo habían estado buscando desde hacía tanto tiempo? No, no podía ser. Pero la idea gritaba por una negación más fuerte que se veía incapaz de formular. ¿Y qué mierda le había dado? Aunque, afortunadamente, una vez despierto, el efecto parecía estar desvaneciéndose.

No tuvo mucho tiempo para sentirse un poco mejor gracias a ese hecho porque una voz empezó a salir del mismo aire, casi tirándole al suelo.

-Hola, Marcos –dijo la voz. Lo único que podía decir sobre ella era que se trataba de una masculina. Sonaba tranquila y en control-. Soy el doctor Mergab. Bienvenido a la sala de investigación para el proyecto Anamnesis, prueba número… 7b93. Quiero decirte en nombre de todos, una vez más, que agradecemos tu participación altruista en estos momentos de crisis.

Marcos miró a su alrededor, pero no veía ningún micrófono. Se frotó los ojos. No había manera de engañarse; el lugar era inevitablemente real. Pero no podía entender.

-¿Cómo…?

-Marcos Velázquez, eres el sujeto 24N del proyecto. Sé que estás confundido, por eso preparamos esta grabación para aclarar todas tus dudas. El sistema se activa por mandato de tu voz. Pregunta lo que desees y serás respondido.

Marcos tuvo una voluntaria sensación de haber estado llamado a la línea adonde trabajaba y le acababa de atender alguna de sus compañeras, teniendo el guión justo a lado. Después de esa breve introducción la voz se calló completamente. El silencio aumentaba todavía más la sensación de que estaba perdido y no tenía idea de qué podía esperar.

-¿Vas a matarme? –preguntó en voz alta.

La voz no tardó en responderle, tan de repente que el impacto fue igual a la primera vez.

-La pérdida de tu vida, Marcos Velázquez, no sería más que inconveniente llegados a este punto de la prueba. No es el objetivo principal de tu presencia aquí.

Mil veces déjà vu #HopeAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora