Capítulo 12
Habían pasado dos semanas. Desde aquel domingo en el que se suponía que estaba afuera para ver una película con unos amigos del colegio, las cosas habían cambiado radicalmente. Icaro sólo había podido tener una conversación telefónica con los padres para enterarse de ese detalle y lo siguiente que supo de ellos era que habían perdido la vida en un estúpido tiroteo junto a otras personas. Después de eso, había sido como si el muchacho nunca hubiera existido. No importaba cuántas llamadas, mensajes o email le enviara, no había manera de contactarlo.
Sólo tenía una foto de él, de su cara sacándole la lengua a la cámara un momento en que le había robado su celular sin que se diera cuenta. Esa misma cara fue la única que pudo presentar a cuantas personas pudo preguntarle, además de ser a la que le dio a la policía para que comenzaran con su búsqueda. Los anuncios en la televisión mencionaban el último en que había sido visto, su edad y cualquier información que tuvieran debían, por favor, contactar al siguiente número. La historia sobre su participación en sus investigaciones tuvo que se compartido entre sus excolegas, ya que nunca se sabía qué pedazo de información podría ser la clave para dar con él.
Lo único que se guardó para sí fue la naturaleza de su relación personal. No les hacía falta saberla y a él no le hacía falta escuchar recordatorios de que se trataba de un menor de edad que recién acababa el colegio, qué creía que hacía con él.
Las grabaciones de las cámaras del supermercado fue uno de las primeras vistas, pues mantuvo lo últimos momentos visibles del joven. Se lo veía entrar por el estacionamiento, dando vueltas sin un objetivo claro por casi una hora, hasta finalmente entrar. Ahí se notaba que los pasos del joven se dirigían a la zona comercial pero, de último momento, se desviaba del camino en dirección en los baños. Luego se adelantaba el video hasta la siguiente persona en entrar, un padre con su hijo pequeño. Desde las seis de la tarde hasta más de las once de la noche, hora en la que el supermercado cerraba sus piernas, nadie había vuelto a entrar o salir. Ninguna ventana era lo suficientemente grande para que nadie, ni siquiera un niño, pudiera caber por ahí.
A pesar de que después la policía decidiera descartar al supermercado para su línea de investigación, Icaro iba ahí tan seguido como le era posible, desde las horas de la tarde, pasando sus almuerzos en la zona restaurante y devorando sobre bancos del estacionamiento lo que hubiera comprado como cena para ese día. Sabía que incluso los empleados debían estarse preguntando qué hacía merodeando por ahí. Trataba de no darle importancia, entendiendo que en realidad no podía culparlos. Ser un soltero que prefería ir los fines de semana en lugar de cocinar era una cosa, pero su nivel de frecuencia, para el que pusiera atención, ya no podía pasar por cualquier cosa.
¿No tenía una casa a la que volver? ¿No tenía una cama que ocupar, gente que lo necesitaba en otra parte? Sólo el mesero de uno de los restaurante, uno de pizzas, tomó la confianza suficiente un día para querer saber si la comida en serio era tan excelente. Icaro sonrió sin mucho entusiasmo y procedió a mostrarle la fotografía que tenía de salvapantalla en su celular.
-Ah, sí –dijo el hombre inclinándose, casi rozando con la panza la máquina registradora. No vio que la expresión del detective demudaba a una de completa atención-. Es el pendejo al que le mataron sus viejos hace unos días, ¿no? Lo he visto en la tele un montón de veces y cada vez me sorprendo, porque ese chico yo me lo acuerdo de cuando era chiquito y venía aquí. Siempre pedía el mismo tipo de pizza. Un poco jodido y gritón, pero qué pendejo no lo es cerca del parque de juegos. Pobrecito, y mira que con sólo diecisiete años, aunque decían que él ya tenía un trabajo y había ayudado a la policía –El hombre negó con la cabeza y volvió a verle-. No me digas que vos también lo andas buscando.
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Mil veces déjà vu #HopeAwards
Любовные романыHay un asesino suelto por Argentina. Cuando su tutor desaparece por causas desconocidas, el detective privado Stefanes no tiene más opción que recurrir a las fuentes de información de éste para descubrir lo sucedido. Lo que menos se esperaba era q...