Capítulo cinco

689 50 13
                                    

Despierto. ¿Dónde estoy?

Isaac.

Isabella.

Despierto. ¿Estoy bien?

Muere.

Vive.

¿Estoy despierta?

.

Entonces despierto.

.

«Isabella. Isa, soy yo. Isaac», abro los ojos. Tratando de enfocar todo. No es la casa de Isaac. No es el lugar en el que estaba. Es algo distinto.

«¿Cuánto he dormido?», pregunto.

«Treinta y ocho horas», responde. Trato de levantarme. «No, no lo hagas. ¿Has comido bien? Es decir, ¿antes de venir a escaparte conmigo?»

¿Qué se supone que debo responder, si no recuerdo?

«No sé», me limito a contestar.

«Creo que no. Estabas conmigo en ese inmundo lugar, lleno de imbéciles...»

«¿Dónde estamos, Isaac?»

«En un hospital privado. Perteneciente a mis tíos.»

«¿Qué? ¿Y ellos saben que estás, corrijo, estamos aquí?»

«Por supuesto. No despertabas. Estaba preocupado por ti. Estás llena de drogas.»

«Pero si yo no...»

«Lo estás. Seré esquizofrénico, pero tú no. Te han hecho cualquier cantidad de experimentos, y yo te saqué de ahí. No lo mereces, Isa. Sobre todo cuando la persona que siempre te ha ayudado he sido yo.»

«Pero yo no...»

«No. Yo te conozco de antes. Vamos, Isa. Cariño, ¿no me recuerdas? Vamos. El chico de las paletas de vainilla. El que siempre te acompañaba cuando estabas en el parque. ¿Te han borrado la memoria? ¿No recuerdas nada de mí?»

Cierro los ojos, fuerte. Si es así, como el dice, ¿no lo recordaría? Debo recordarlo pero, ¿esto no es loco? ¿No es raro? Y si estuvieran experimentando conmigo, ¿no me...?

Risas.

Sonrisas.

Un toque de manos.

«Seremos amigos por siempre, Isaac.»

«Pero nadie quiere ser mi amigo.»

«Yo no quiero ser tu amigo. Quiero ser tu amiga.»

Un sabor a vainilla.

Abro los ojos.

«Yo no quiero ser tu amigo. Quiero ser tu amiga.»

Veo en su cara el alivio.

«Me recuerdas.»

Toma mi mano, que ni siquiera recordaba que tuviese. Le veo llevársela a los labios y besarla. No le digo nada, tal vez porque no me molesta que lo haga. Que una persona que juró recordarte, te olvide, debe ser muy difícil. Así que trato de sonreír. Creo que me sale una nueva, pero Isaac la recibe como si de un regalo se tratara. Me abraza. ¿Por qué me abrazó?

Entonces, pasa. Le da un ataque. Mira a todos lados, y yo no puedo levantarme. Susurra a sí mismo.

«No... No haré lo que dicen. No. Isa es... ¡No!»

Se tapa los oídos, tratando de no escuchar esas voces. Tratando de no escuchar nada. Tratando de mantenerse coherente. Y, para colmo, empiezo yo a hablarle. Como si el chico no tuviera suficientes voces que escuchar.

«¿Isaac? Es Isabella. Isaac, soy yo. Cariño, soy yo», cuando me doy cuenta de que le he dicho "cariño", no es muy tarde. Pero no importa lo que pase en mi mente, sino en la de Isaac «¿Me escuchas? No los oigas. Estoy aquí, Isaac. Aquí. Y te quiero. ¡Isaac!», grito en un susurro.

Empieza a clavarse las uñas en los brazos, supongo que tratando de mantenerse en la realidad. Así que, sin medir los problemas que esto me puede causar, me levanto. Me siento en la camilla, porque si me levanto de una vez, me caeré. Camino hacia Isaac. Un paso. Otro paso. Isaac. Camina hacia Isaac. Un paso. Otro paso. Me decido por tomarlo de las manos. Otro paso. Paro. Envuelvo mis manos sobre sus hombros, ya que el chico está inclinado hacia el frente. Me acerco a su oreja izquierda.

«Estoy aquí, Isaac. Soy yo. Soy Isa. Estoy aquí, soy real. ¿Me escuchas?»

Entonces le siento calmarse.

«Te escucho.»

Y luego siento sus brazos envolver mi espalda.

.

Me lleva a la camilla, y trata de ver que yo esté bien. Digo, lo más que tengo es venoclisis. Y no es la gran cosa, tampoco. Está todo bien. Bueno, excepto que no he comido, estoy drogada, he dormido treinta y ocho horas seguidas-y sigo cansada-... Como sea, Isaac se ve cansado. Como si no hubiese dormido en años. Cuando está por levantarse, tomo su mano. No como tomas la mano de alguien para cruzar la calle. Ni como cuando una madre le toma la mano a su hijo. Le tomo la mano, porque necesito tomar la mano de alguien. Y la de Isaac parece ser reconfortante. Me aprieta un poco la mano, sólo un poquito. Y vuelve a llevársela a los labios. Luego la suelta, se dirige a una maleta, saca unas pastillas y se toma una con un vaso de agua que dejaron ahí. Luego regresa a mi lado, toma una silla y se sienta.

Y vuelve a tomar mi mano.

«¿No quieres dormir?», pregunta. Esta vez sí que sonrió.

«¿Dormir? ¡He dormido un día y catorce horas!», sonrío «Tú eres el que ha de dormir.»

«He dormido poco, sí. Pero siempre duermo poco. Además, tendría que ir afuera. Y no quiero ir afuera. Quiero quedarme aquí, contigo. Ya sabes. No te voy a dejar. No quiero.»

«No me estarías dejando, estarías pensando en ti un rato.»

«Pero yo quiero pensar en ti todo el tiempo.»

«Entonces tal vez debas recostarte a mi lado en la camilla.»

«Quieres... ¿Quieres que yo me suba ahí... contigo?»

«Sí, creo que entendiste mi mensaje. Anda, ven.»

Suelto su mano. Trato de correrme más a la derecha, ya que soy muy delgada por culpa de lo que sea que haya en mi organismo y ocupo poco espacio. Me pego a la derecha lo más que puedo. Sólo queda esperar a Isaac. Así que lo miro. Le sonrío, más como una mueca, y doy palmadas en la camilla. En el espacio que dejé para él. Entonces el se sienta en el lado izquierdo, y luego se recuesta. Y vuelve a tomar mi mano.

«¿Te gusta mi mano, o qué?»

«Me gustas toda tú. Pero tus manos están siempre tibias, no importa el ambiente. Como si nada les pasara. Están siempre tibias y hermosas. Digo, las drogas no han decolorado tu piel. Entonces tus manos se ven hermosas. Y amo tus manos. Son pequeñas, tus dedos son cortos, pero a a vez son largos y son una cosa adorable.»

Entonces entrelaza sus dedos con los míos y cierra los ojos. Lanza un suspiro. Yo cierro mis ojos. Luego siento su otra mano recorrer mi cara. Y luego para, cerca de mis labios, así que muevo mi cara. Su mano roza mis labios. Y siento algo raro. Como cosquillas. Y sonrío un poco. Y vuelvo a poner mi cara como antes. Seria. Pero vuelvo a rozar su mano con mis labios. Y luego vuelvo a mi posición inicial.

Luego siento su mano recorrer mi cara, de nuevo.

EsquizofreniaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora