Capítulo tres

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«¡Corre, Isabella! ¡Corre!», me grita Isaac. Escapar.

Escapar. ¿Dónde estoy? Pienso en lo que hicimos en la mañana. ¿Dónde estoy? Salí del cuarto, seguí a Isaac. Me dijo que comeríamos, y luego al patio iríamos. Corrimos hasta las orquídeas, e Isaac reveló una puerta que daba a la calle. Me tomó de la mano, y me haló. Habían dos maletas llenas de ropa y libros. Yo tomé la más liviana. ¿Por qué lo hice? Corro por el parque, ¿hacia dónde voy?

«¡A la izquierda, por la colina!» Hago lo que Isaac pide.

Luego de salir del lugar, corrimos a una parada. Tomamos un taxi, e Isaac pidió que nos dejara en una dirección que no recuerdo. Corrimos. Isaac tenía dinero. ¿Cómo? No sé. Entonces se escucharon carros de policía. Nos estaban siguiendo. El ruido me enfurecía, me enloquecía. Isaac me tomó de la mano izquierda, y corrió conmigo. Y empezaron a perseguirnos.

Miro la colina que voy subiendo. ¿Y ahora qué? Miro a mi derecha, y diviso a Isaac corriendo. Está como loco buscando algo. Y me mira. Corre hacia donde estoy, y señala la leve colina. Corremos. Aún con maletas en mano, siento que debo correr más rápido. Siento la adrenalina de la situación. Corro lo suficientemente rápido para avanzar bastante. Y, entonces, diviso una casa de dos pisos. Una sola casa. Isaac toma velocidad, y se dirige a la puerta. Cuando llego a su lado, le observo buscar algo en unos potes con plantas. Saca una llave. Mete la llave en la cerradura, y entra. Lo sigo. A penas entro, cierra la puerta. Me mira. No entiendo nada. ¿Por qué corrimos? ¿Por qué lo seguí?

«¿Qué... hicimos?» Pregunto, consternada.

«Escapar. Deberías saberlo.»

«¿Por qué escapamos? Yo te iba a seguir de todas formas, pero, ¿por qué?»

«Somos experimentos, Isabella. Yo sí sufro de esquizofrenia; pero no creo que tú también.»

«¿Estás seguro, Isaac? Hay que tomar en cuenta que eres...»

«¡SÉ LO QUE SOY!», interrumpe, «¡SÉ QUE ME CONSIDERAN UN LOCO POR TENER ESQUIZOFRENIA! ¡No es mi culpa! ¡No es...!», se agacha. Observo como se coloca en posición fetal. «...mi culpa...»

«Lo sé, Isaac. Y no entiendo lo de que somos experimentos, pero estoy aquí.»

«Puedes irte, si quieres. Yo sólo quería escapar.»

«¿Y? Prácticamente me convenciste para venir. No me dijiste nada, precisamente, pero me convenciste de seguirte. Y ni siquiera sé el camino de vuelta. Ahora me quedo.»

«¿Y qué vas a hacer aquí? No hay nada que hacer. No pensé en eso. Te traje a un lugar en que prácticamente no puedes hacer nada.»

«Leer.», respondo. «Para tiempos difíciles, leer siempre nos salva.»

«¿Traje libros?» Asiento. «Bien, no estaba seguro. Tomé básicamente lo primero que vi.»

Abro una de las maletas, y está la mitad llena de libros. La otra mitad, tiene mi ropa. Frunzo el ceño. ¿En serio quería que me viniese con él? ¿Tan seguro estaba de que lo seguiría? Saco un libro cualquiera, y veo su título. Ángeles y Demonios. Sonrío. Me giro, y veo a Isaac sentarse en un sillón. Me acerco a él, y pregunto lo primero que se me viene a la mente.

«¿De quién es la casa?»

«Era de mi abuela.»

«¿Era?»

«La casa es mía ahora, por herencia.»

«¿Y tus...?»

«Sólo es mía, no veo a mis padres hace mucho. Mis abuelos murieron hace años, creo. Digo, sé que murieron hace años; sólo que no sé cuantos.» Ríe un poco, pero se mantiene tenso en el mueble.

«Ya veo», le contesto. «¿Estás bien?» Sólo asiente. «¿Quieres que te lea un poco?» Mira mi libro.

«¿No tienes algo menos... anticristiano?»

«¿Te preocupa perder tu fe?» Pregunto, algo extrañada.

«Bueno, mis padres son católicos. No quiero decepcionarlos, aún cuando no los he visto en mucho tiempo.»

Me encojo de hombros. «De acuerdo, veré si hay algo más tranquilo.»

Así que me dirijo de vuelta a la maleta. Entonces, veo un libro que no había visto antes; al menos, no es uno de los libros que tengo yo; entonces, pienso, debe ser de Isaac. Lo tomo y leo el título.

«Esquizofrenia. Una novela de O. Henríquez.»

«No leas eso», me dice una voz desde atrás.

«¿Por qué?» Pregunto, pero tengo miedo de sólo haberme imaginado la voz.

«Porque ese libro daña vidas, Isa.»

Suspiro. «Isaac, todo estará bien. Si no quieres que lo lea no lo leeré. Llevo poco tiempo conociéndote, pero sé que tus opiniones son por algo.»

«Bueno, no ha sido tan poco nada. Nos conocimos hace dos meses y medio. Eso, tomando en cuenta que nos vemos TODOS los días, y pasamos juntos TODO el tiempo... Me conoces más que a cualquiera. Y yo te conozco más que todos. Y sé que no tienes esquizofrenia. Y sé que no merecías ser parte de ese experimento.»

«Aún no entiendo nada.»

Isaac se pone frente a mí.

«Mañana te explico, Isa. Ahora, por favor, toma Peter Pan y léemelo.»

«De acuerdo.»

Sonrío. Él sonríe de vuelta.

Entonces, noto sus ojeras y su piel pálida.

EsquizofreniaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora