"Camina lento, no te apresures, que ha dónde debes llegar es a ti mismo". J. Ortega y Gasset
· Errores ·
La adrenalina está a mil.
Millones de pensamientos cruzan mi mente.
No puedo moverme.
Estoy completamente plasmada y es lo menos que necesito ahora.
Dirijo mi mirada a las chicas y sé que también están así.
Estamos perdidas.
—Y señoritas...¿algo que decir?.
—No nos puede decir nada.
Bueno, eso no era lo esperado.
—Me decís que no puedo decirles nada por encontrarlas bebiendo.
—Sí, no tiene nada de malo. Además ya no tenemos clase.
Estoy diciendo puras estupideces. Debo callarme. O va a empeorar.
—Déjame revisar sus mochilas.
Y empeoró.
El oficial procedió a revisar cada una de las mochilas, encontrando en ellas vino y soda. Ahora ya no puedo alegar nada en mi favor.
—Con que esto tenían guardado.
—Pero...
—Debo llevarlas directamente al Instituto y reportalo con el director.
Santísima madre.
Estoy perdida.
Dios por favor llévame ya.
Y como no tenía más que decir, aceptamos.
Al frente íbamos las tres seguido del oficial en su motocicleta, durante eso un profesor va pasando. Y le dirigí una mirada suplicante que obviamente ignoró.
Pronto llegamos al Instituto y fuimos recibidas por el portero.
—Hum...mira que tenemos aquí.
—Atrapadas en el acto. Adelante señoritas.
—Caminen, que iremos junto a la psicóloga.
El portero nos escolto hasta el salón de psicología y tocó la puerta.
De el emergió una sonriente mujer rubia, que al vernos cambió rápidamente su expresión.—¿Qué sucede?.
—Fueron encontradas tomando bebidas alcohólicas.
—¿Ellas?.—respondió incrédula—.
—Sí.
—Esta bien. Adelante niñas.
Las tres entramos al recinto.
—¿Cómo pudieron hacer esto?. ¿Por qué?.
Suhely y Nicole permanecieron calladas, así que comprendí que sería yo quien hablase.
—Realmente no tengo una respuesta válida al porqué.
—Pero no comprendo...unas niñas tan guapas destruyendose la vida con esto.
Señora no exagere.
—No lo pensamos bien, solo sucedió.
—Varios alumnos ya han hecho eso y le hemos dado una advertencia, pero algunos no han hecho caso, así que, debo llamar a sus padres.
Dios, soy yo de nuevo, ayúdame.
—Podría ser la advertencia en vez de llamar a nuestros padres.
—Me temo que no.
Y puesto así, prosiguió a anotar los números y rápidamente empezó a llamarlos.
No tenía salida, estaba perdida. Pero, debía inventar algo mejor para mis padres, sé que me esperará un castigo enorme, pero esta en mí hacerlo más pequeño.
Mi teléfono comenzó a sonar. Es Siberia.
—Amelia, ¿Qué sucedió?.
—Nos encontraron bebiendo y para poder retirarnos del Instituto necesitan que venga mamá.
—No le digas nada, ya sabes que por su estado es mejor no llevarle la contraria.
Mamá es una enferma crónica y cualquier cosa puede alterar su salud.
—Esta bien.
—De verdad eres tonta...pudiendo haber tomado en la casa de alguno.
—Gracias por tus palabras de aliento.
—Suerte, nos vemos.
Y con eso colgó.
Gracias hermana por tus sabias palabras —nótese el sarcasmo—.
Luego de dos horas llegó el padre de Nicole.
Después, la hermana de Suhely, porque su madre estaba de viaje.
Y por último mi madre, acompañada de mi cuñado Rubén.
Al verme con un expresión de voy a matarte hizo cambiar absolutamente mi rostro.
Porque de esta situación yo era la más calmada. Nicole había derramado lágrimas al ver a su padre y Suhely entró en una especie de shok.
Todas lidiabamos de manera diferente.
Pidieron que saliera afuera, mientras eso me senté en una banca esperando mi final.
Porque era mi final.
Luego de un tiempo mi coordinador llegó, para mi especialidad es la máxima autoridad, cabe decir que su expresión de confusión era merecedora de una fotografía.
Se terminó la charla.
El primero en salir fue Rubén, seguido de mi madre, la psicóloga y el coordinador.
—Vámonos.
Fue lo único que dijo ella.
Subimos al auto, el trayecto fue en silencio, excepto por el discurso de Rubén.
—No puedo juzgarte, porque yo también fui joven, te comprendo pero no era la forma en que debió suceder.
—Lo sé.
Y así llegamos a la casa.
Rubén tenía cosas que hacer, así que, bajamos del auto y se marchó. Yo me quedé con la furia de mi madre.
—Estoy completamente decepcionada de ti. No puedo creer en lo que has hecho. Nunca sentí tanta vergüenza.
Lo sé, créeme madre, lo sé.
Pero guardé silencio.
—Te desconozco, no sé quién eres, Amelia.
—No fue mi intención avergonzarte, sucedió sin querer.
—No me importan tus motivos, además fue en horario de clases. Perdiste clases por ir a beber. Es realmente estúpido.
Diciendo así suena realmente estúpido, pero no era mi pensamiento hace varias horas. De verdad estaba cansada y quería desestresarme, sólo que no salió como esperaba.
Acepto mi error.
Me equivoqué, fallé, pero las palabras de mi madre fueron muy duras. Dejé caer las lágrimas y me senté a reflexionar.
Nunca me sentí tan estúpida como ahora.
Creo que todos alguna vez pasamos por algo así.
Pero realmente duele ver la decepción en los ojos de tu progenitora. El dolor.
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Doscientos Doce Días
RomancePrimer libro de la Trilogía "Vaivenes del Amor". Hay personas que buscan el amor, lo ansían, están dispuestas a correr el riesgo, no se resisten a ello. También hay quienes no les da el tiempo suficiente para pararse a pensar deliberadamente al resp...