El sacerdote. El carro. Los amantes.

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El esqueleto cayó de rodillas como orando, grandes gotas de calcificación cayeron de sus cuencas. Su corazón fantasma le ardía como brasa, requemante dolor, porque el amor no correspondido... mata.

Suicidario, Hiana Hernández Arce 


¿En qué momento se había quedado dormido anoche?

Le tomó su tiempo incorporarse, quedándose con una sensación muy fuerte de haber soñado algo. Algo importante. 

El vago intento de hacer memoria no terminó en nada más que un caldo de pensamientos amorfos. No insistió más y se levantó de la cama, caminando hacia la ventana para apartar las pesadas cortinas que apenas dejaban pasar luz. Afuera recién amanecía y quizá esaba divagando demasiado, pero le parecía que las mañanas de verano tenían un toque naranja.  

Y le llegó por un momento una imagen de su sueño, recordaba haber estado mirando un cielo estrellado. Pero nada más. 

No le dio vueltas y abrió la ventana, recibiendo la brisa fresca. Observó un poco la casa en la colina, aquella un poco más apartada del resto y delimitada por el bosque. Se preguntaba si sería esa la casa de Ryan, se veía con mucha vegetación, casi adecuada para ser la casa de un brujo. 

Sabía que en los pueblos aún reinaban supersticiones, temas que su madre tenía muy censurados sin más motivo que el sólo "no me gusta hablar de eso". Suponía que tenía que ver con que se criara en ese pueblo de leyendas y chismes. Aunque Ryan había actuado muy maduramente respecto al tema no despejaba dudas sobre si creía en esas cosas o no. 

Cuando salió del cuarto y pasó por el pasillo, recordando que alguien se había llevado las llaves de su habitación, apareciendo después en la calle, supuestamente. 

Llegó a la conclusión que no importaba si los demás creían en cierta cosa o no, porque la experiencia que cada uno vive determina eso. No trataría de convencer a su padre, la persona menos intuitiva y perceptiva del mundo, de que ese no es un pueblo normal. Porque Isaak no había visto lo que James. Lo único importante era lo que él mismo decidiera opinar al respecto, y hasta ese momento no había definido una opinión.

Se detuvo a mitad del pasillo, mirando hacia la puerta del estudio de su abuelo. 

No se le ocurría que podría ser tan importante o privado como para no dejar que nadie entre, incluso pasado tanto tiempo. 

Sintió el ambiente un poco cargado, con una sensación de compañía extraña y con ello le llegó también el sentimiento de ya haber soñado eso, aunque no pudo dar con ninguna imagen en específico.

Su padre salió del baño, una puerta delante de él; disipando la tensión silenciosa del ambiente. Miró en la misma dirección que James un segundo antes de seguir por el pasillo rumbo a las escaleras. 

—Hay preguntas que es mejor no hacerse si no tienen respuesta. —Dijo de la nada, seguramente refiriéndose al asunto del estudio del abuelo. Isaak era el tipo de hombre que abandonó el espíritu de aventura y la curiosidad en alguna parte del camino. Pero James no, él incluso las mezcló con prudencia y madurez, dándole una intuición muy aguda.

Y era esa misma intuición que con corazonadas le avisaba que había respuestas a esas preguntas que todavía no formulaba en voz alta.

Bajó tras su padre, atraídos por el olor del desayuno. Ayudaron a poner la mesa y servir el té. 

Fue hasta que estuvieron todos sentados que James observó el rostro de cansancio de su madre, luciendo unas ojeras que apenas se asomaban el día anterior. Solía verla así cuando tenía un tema que no podía resolver (dada la naturaleza del mismo problema) en la cabeza, este le robaba el sueño y la energía. 

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