tres˖⋆࿐໋

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Estaba equivocada, terriblemente equivocada cuando pensaba en que jamás me enamoraría de nadie.

Ella me enseñó eso. Me enseñó que el amor no era el beso de la muerte, sino el beso de la felicidad. Ese amor podría cambiar a las personas para mejor, para convertirse en la persona que nunca pensaron que podrían ser. Ella era mi soporte, mi mejor amiga, mi único amor, mi ángel.

Y mientras nosotras disfrutabamos de ese amor, un tumor crecía paulatino en su cabeza. Las celular de su cuerpo cedían llevando consigo su fuerza física y su habilidad para luchar contra todo lo que flotaba en el aire a su alrededor.

Aunque, a pesar de todo, nunca perdió su verdadera fuerza. Ella seguía siendo la misma alma fuerte y cariñosa que era desde el día en que la conocí en el parque. Incluso cuando su tratamiento la había dejado sin aliento, usó toda la fuerza que le quedaba para pasar tiempo conmigo.

Había días en los que me recostaba, viéndola dormir profundamente en la cama del hospital con lágrimas cayendo por mi cara como una cascada afligida.

Tenía miedo, volví al ser infantil y temeroso que intenté silenciar tanto tiempo en mí.

Pero, de repente, la idea de perderla había provocado que esa parte de mí se hubiera liberado de su jaula encadenada en el fondo de mi corazón y cantara una sombría melodía, para recordarme todo lo que estaba a punto de perder.

No puedo perderla.

La idea era tan enfermiza, tan aterradora que pasé muchas noches como un caparazón tembloroso de mí misma, viendo como mi preciosa ángel dormía con un aire de serenidad.

Era casi como si yaciera, como un ángel, sin darse cuenta de la forma oscura y que se cernía sobre ella y la idea me había helado hasta los huesos.

Una corriente de viento temblorosa me sacó de mis cavilaciones mientras mis ojos se clavaban en un pequeño oso de peluche.

Mis ojos se abrieron.

El regalo perfecto. Por qué no lo había pensado en eso antes. Un oso de peluche. En las patas del oso esponjoso había una sola rosa. Una de las flores favoritas de Juliana después de los tulipanes y las margaritas. También tenía una cinta rosa envuelta alrededor de su cuello. Era perfecto.

Juliana amaba las flores en más de una ocación lo mecionó, me hablaba de ellas y sus significados, hizo que me enamorara de las margaritas, la flor del nuevo comienzo. Pero después de que le diagnosticaron, las flores no eran más que un recuerdo a la deriva en su habitación opaca y sin color.

Puede que no sea una flor real, Pero lo que simbolizaba significaba más de lo que un ramo de flores podría alguna vez.

Entré en la pequeña tienda decorada con luces de neón, vi los cojines con forma de corazón y velas perfumadas. El oso que había visto en la ventana delantera no parecía estar en ninguna de las estanterías. Confundida me acerqué a la mesa principal, cubierta de tarjetas y surtidos en forma de corazón. La mujer levantó la vista de su computadora para atenderme.

   —¿Hay algo en lo que pueda ayudarte?

   —Umm, sí, en realidad. —respiré, —vi un oso de peluche junto a la ventana delantera pero parece que no puedo encontrarlo en las vitrinas.

   —Oh, ese. —escribió en su computadora antes de girar la pantalla hacia mí. —¿Es este?

Miré al osito en la pantalla asintiendo con mi cabeza.

   —Me temo que un joven acababa de entrar y tomó el último hace unos momentos. —dijo con la boca volcada en una sonrisa de disculpa —Si hay algo más...

   —No, eso sería todo, —le interrumpí, —gracias.

Me pasé los dedos por el pelo mientras giraba sobre mis talones.

Y pensar que era perfecto para ella.







    -ˏˋ margaritas ˊˎ- LesbianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora