Capítulo 4:

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      Lobo nocturno se encontraba en su guarida, confuso por lo sucedido con ese chaval. Se preguntaba por qué le preguntó de esa manera y por qué le picaba un poco el gusanillo de la curiosidad. En cierto modo le molestaba, estaba poniendo su identidad en peligro.

      Con delicadeza se comenzó a quitar la bandana y la máscara, dando paso a la vuelta de su común vida, a la de Vegetta.

      Este, se dispuso a dormir mientras tenía estos pensamientos en la cabeza, aunque, una llamada le disipó de todo aquello, y evitó a su vez que se fuera a dormir. Era Luzu.

      Posiblemente quería hablar otra vez sobre su cerdo, ya que Vegetta se encontraba ayudándole a él y a la policia ya que era bastante inteligente.

      Esa llamada no dio más que un simple detalle, "Ven a mi casa, rápido".

      Vegetta se quejó para sí mismo, pero tenía que hacerlo, había cogido la llamada, además que este no solía dejar plantados a sus compañeros, ni quedarse dormido hasta las tantas. Y eso era algo que todos sabían, él siempre era bastante correcto.

      Se dirigió rápidamente a la casa de Luzu en su fiel chocobo, nube, el cual solía piar de vez en cuando, alegrando el humor de este y respondiéndole silbando también.

      Cuando llegó a la puerta, se topó con Luzu y Fargan, además de un extraño cofre. Estos le comentaron la situación, pedían un precio para devolver al cerdito dentro de 72 horas, el intercambio sería en el molino, y tenía que ir solo.

      Fargan comentó un detalle de que la letra estaba escrita en mayúsculas, pero Vegetta respondió que no era una pista 100% fiable, ya que podían haberla hecho como siempre hacen, o cambiarla tan solo para despistar.

      Después de estar toda la mañana barajando posibilidades y desvariando para intentar sacar alguna conclusión Vegetta recibió un mensaje de Willy.

      "Hey, quieres venirte hoy a mi casa a comer?"

      La preciada siesta que Vegetta se quería tomar... Aún así, con dolor lo aceptó, hacía bastante que no le veía, entre el secuestro y las mejoras de su mansión, le costaba sacar tiempo para verle.

      En cuanto terminaron volvió a utilizar el chocobo para ir hasta la casa de la persona con la que había quedado, este se encontraba en la puerta esperándole, algo raro en él.

      Siguió avanzando con más cuidado, mirando el camino, y en este, avistó un trozo de césped que no crecía, esto le molestó. No estaba de buena leche después de estar escuchando horas de gente gritando y dando ideas para averiguar algo, mientras él sólo pensaba en su dulce cama.

      Willy se quejó porque no había picado, le apetecía reírse un poco ahora, pero no pudo ser.

      - Si es que eres tonto...- Replicó el sin camiseta mientras esquivaba la mina.

      - Jope macho. Ni una te comes.- Se quejó el rubio.

      En cuanto Vegetta llegó a la puerta se saludaron y entraron a su casa.

      - Bueno Willy, ¿qué has hecho hoy a parte de minas para comer?

      - He hecho una tortilla buena, buena.

      - ¿En serio me has traído aquí para comer tortilla? - miró al chico mientras estaba sentado en la mesa, preparado para que le sirvan.- Joe macho.... Si lo sé me traigo yo algo, esto qué porquería es... Bueno.

      - Oye, que es mi receta secreta. Además está hecha con amor, que está más rica así.- Se sentó a su lado poniendo los dos platos mientras le miraba fijamente.

      - Madre mía...- Vegetta cogió el tenedor y comenzó a comer, desviando la mirada a su plato. Cuando Willy le miraba se solía poner nervioso. Willy se dispuso a comer.

      - Oye, ¿Sabes lo que me pasó ayer? Casi muere el chocobo de Fargan.

      -¿Qué dices? Madre mía... - Willy comenzó a explicarle por qué mientras que Vegetta acabó perdiendo el interés por lo que contaba. Por raro que parecía Willy nunca se daba cuenta de que, a pesar de que pasaran tiempo juntos, Vegetta nunca contaba nada de sí mismo, sólo escuchaba, y esto no era porque el mencionado fuera tímido con él, sino porque, en algún momento de su relación, Willy dejó de preocuparse y de preguntar por Vegetta, lo que hizo que este, perdiera la ilusión de contarle cosas, y perdiera esa ilusión por estar con él. Dejó de ser cariñoso en cierto modo, aunque siguió hablándole de la misma manera que siempre. Digamos que todo era lo mismo, menos dentro de Vegeta, y aquellos toques de afecto que solían tener.ñ

      A veces, el mayor pensaba en distanciarse, ya que en cierto modo le fastidiaba esos momentos en los que solo era Willy, y nada de Vegetta, aunque nunca conseguía lograrlo porque todos esos pensamientos se disipaban pensando en todo lo que habían vivido juntos, y en todo lo que se habían convertido.

      Supongo que por ese mismo hecho, pensar que había una persona a la cual le llenaba de curiosidad tan solo su existencia, le llamaba la atención, puesto que él, solía sentirse solo.

      Aunque, el sabía perfectamente que estaba siempre rodeado de personas, que siempre tendría alguien en quién apoyarse si le pasaba algo. Aunque esto no era impedimento para este el sentirse de esa manera, de hecho, el suele creer que son tonterías suyas y lo ignora, tampoco le suele importar mucho, pero... En este tipo de momentos en los que surge ese sentimiento, su cabeza se sumerge en miles de pensamientos.

      -¡Eh! ¿Me estás escuchando?- preguntó Willy mientras miraba directamente al chico a su lado. Estaba con la mirada fija en un punto hasta que reaccionó al toque de atención del rubio.

      - Sí perdona, estoy un poco cansado, eso es todo.

      - Bueno.- Willy se levantó de su silla y cogió ambos platos. Vegetta volvió a sentir esa pequeña punzada, ni siquiera preguntó por qué.

      - No, Willy, lo hago yo y ya me voy, ¿Vale?- el oji-verde no se lo pensó dos veces, sabía que Vegetta era muy tozudo, y este no iba a dejar que lo hiciera él.

      Por esto mismo, el chico lavó los platos, y se dispuso a irse, no sin antes despedirse de Willy. Y, con ese sentimiento que infundó en él de nuevo. Voló a su casa para seguir haciendo cosas.

      Por último, debido a su estado de poca energía, a su mal humor y a sus ojeras en aumento, decidió, que esa noche no iba a salir lobo nocturno.

      Y, a la misma vez, un chico miraba las estrellas desde su balcón, esperando a esa llamada, a ese aviso. A un aullido.





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Gracias a esas pocas personitas que estáis siguiendo esta historia 😊

El desconocido de aquella máscara. -RubegettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora