El conjunto de vivencias colorean tu corazón hasta alcanzar una gama determinada, el cual, definirá todos tus pensamientos, sentimientos y preferencias. Para poder comprender el color, debemos entender de dónde proviene.
¿Qué es lo que reside en el...
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El vapor que despedía la planta de sus botas era el preludio perfecto para una tragedia. Armin estaba a punto de quedarse sin carburante en su equipo de desplazamiento tridimensional y aquella nube, densa y grisácea, era el camino perfecto para cualquier bruja que quisiese encontrar a Hansel y Gretel.
La oscuridad, tan poco habitual en una metrópolis colmada de energía inyectable, le jugaba una mala pasada a aquel forajido. Todos sus aumentos estaban diseñados para camuflarse entre los embutidos eléctricos, no para perderse entre los callejones verticales donde cada salto implicaba tañer las tuberías oxidadas del barrio obrero. La tiara electromagnética que le permitía controlar su equipo le hacía sudar todavía más si era posible y el flequillo rubio, encrespado y mal cortado, se le pegaba a la frente y le dificultaba la visión mientras buscaba alguna ruta adecuada.
No se consideraba lo suficientemente ágil como para bajar a tierra y escapar con la fuerza de sus flacas piernas, pero si no encontraba pronto una zona favorable, no cabría otra opción. El zumbido luminiscente de la Policía vibraba en sus oídos a un volumen aterrador; cada vez se encontraban más cerca y sus aumentos metálicos lo convertirían en una presa fácil… Armin solamente deseaba que aquella patrulla no poseyese un magnetizador entre su equipo; si los insurgentes habían comenzado a emplear esa tecnología había sido precisamente porque las armas magnéticas habían quedado obsoletas décadas atrás, pero ya les había otorgado posibilidades de reagruparse e informar de las características de los aumentados rebeldes.
Debía evadirlos cuanto antes. Si conseguía marcar una buena distancia, quizá podría abandonar su equipo y camuflarse entre la vida nocturna de la urbe insomne y palpitante. Fuese como fuere, su cometido era demasiado relevante; aunque le costase la vida, Armin conseguiría entregarle el chip de conversión molecular al comandante Erwin. Y sobre sus hombros no solo reposaban las posibilidades de dinamitar el Estado, sino la promesa de un amante.
