D E A D A M A

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Parejas (o no): Leve jearmin

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Parejas (o no): Leve jearmin.

AU contemporáneo.

La sonrisa de su madre era un regalo de Dios, uno constante y etéreo que envolvía cada una de las sensaciones y pensamientos que se enhebraban en la mente infinita de Armin

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La sonrisa de su madre era un regalo de Dios, uno constante y etéreo que envolvía cada una de las sensaciones y pensamientos que se enhebraban en la mente infinita de Armin. Podía ser muy diferente dependiendo de la ocasión, pero el estado —que no emoción— representado era el mismo: consuelo y esperanza.

Así fue como Armin se partió en dos la primera vez que la vio llorar. Porque si lloraba no era por un evento cualquiera, sino por todo lo que había estado callando a lo largo de los años para impedir que la Sombra atrapase a su propio hijo.

Siempre había tratado todos los temas del mundo como si fueran anécdotas extrañas, ocurrencias de un marionetista absurdo o eventos alejados en el tiempo y en el espacio. Hablase de la incertidumbre del futuro por un contrato que no le renovaban o de que un amigo se estaba alejando últimamente, su sonrisa de madre no desaparecía. Y, así, Armin comentaba aquello de forma crítica, sin detenerse a pensar en cuáles serían las inquietudes que se escondían tras cuestiones mundanas.

Ella se estaba rompiendo poco a poco, la edad avanzaba sin piedad por su cuerpo y atravesaba sus músculos hasta inflamarlos y estirarlos sin piedad. Era más vieja, sí, pero no tanto como para tener cerca siquiera la prejubilación. Le había comentado el tema, antes y después de operarse. Había dejado caer que le daba miedo el quirófano, pero siempre con aquel tono solemne de quien solo dejaba escapar un suspiro de su alma para que no se alejase de su cuerpo.

Armin no podía hacer nada; no era más que un adolescente cualquiera que trataba de aprobar todas para proporcionarle un futuro a su madre. Pero quedaban muchos años para aquello, muchos miedos enraizados en un alma que por fin había descubierto la verdad y que detectaba que el fin del mundo estaba demasiado cerca como para hacer cálculos siquiera sobre qué media necesitaba para añadir una nueva beca a su expediente. Avanzaba y avanzaba, pero la Sombra ya se había colado por la ventana de su pensamiento. Todo quedaba muy lejos, en una inalcanzable y competitiva lucha para la que apenas tenía fuerzas.

Pronto Armin dejó de ser ningún niño prodigio y se convirtió en un ser mediocre, en un superviviente que apenas conseguía mantener el ritmo en pos de un futuro mejor para su madre. En cuanto conseguía calmarse y centrarse en su futuro, la cruel garra del Destino le recordaba que el plazo se terminaba y él ni siquiera había comenzado a volar.

Su madre seguía haciendo como que no ocurría nada y en algún momento volvía a olvidar que todo aquello estaba ocurriendo ante sus ojos. Si nadie se quejaba, lo peor ya debería haber pasado..., ¿cierto?

El tiempo nunca curaba nada porque los seres vivos se oxidaban con su propia respiración. Ante unos organismos tan frágiles e indefensos que solamente sabían degradarse hasta convertirse en polvo, ¿cómo se permitía siquiera pensar en que el tiempo se detenía solamente porque él no estuviese mirando?

Quizá le pareciese de las mujeres más fuertes del mundo, pero solo conocía aquella versión delante de él, la de madre entregada y protectora. Cuando la luz del sol desaparecía y las puertas de las habitaciones de cerraban, ¿acaso lloraría en silencio? Armin no lo sabía; no podía saberlo. Él sí lo hacía, aunque más bien era la culpabilidad por el peso de un futuro que no podía cargar sobre sus hombros.

—No vale de nada sufrir por algo que no puedes cambiar, Armin —le había dicho Jean en múltiples ocasiones.

Él no contestaba; ¿cómo lo haría si estaba siendo un hipócrita? Ambos habían nacido así: lamentables, retorcidos y hundidos en su propia mente. Jean portaba la sonrisa forzada y consoladora de su madre; aquel era su rol, el que se había impuesto en medio de la desgracia.

—Tú estás haciendo lo mejor que puedes. Nadie te echará nada en cara.

O sí lo harían. ¿Qué pasaba con aquellas tardes con los amigos que podría haberlas pasado estudiando? ¿Qué significaban aquellas noches esperando la llamada de su madre con el miedo en el cuerpo a que hubiese pasado algo solamente por tardar unos minutos de más? ¿Qué implicaba que no tuviese voluntad, motivación o siquiera un mínimo interés como para no actuar por lo que se suponía que le importaba?

Armin estaba aterrado, tan aterrado que se hundía en distracciones y luego se aterrorizaba todavía más.

—No cargues con el peso del mundo, anda. Estoy para escucharte. Aunque no pueda dar grandes consejos, por lo menos puedo aliviar tu alma.

¿Y para qué? ¿Para hacerlo un cómplice más de aquel problema que se alargaba en años de cruel espera? ¿Para desvelar secretos de su familia que seguramente ella no quisiese que contara a nadie? ¿Para provocar que se cansase de él por hablar del mismo tiempo durante toda su vida?

Armin no se veía capaz de hacer nada, ni siquiera de buscar consuelo. Porque no era él quien lo merecía; él solamente era un espectador que se sentía identificado con la protagonista. ¿Qué derecho tenía a recibir nada si ni siquiera lo estaba sufriendo en sus carnes?

—Todo se arreglará al final, sea de una forma u otra.

Y aquella era la mayor mentira de todas las que Jean susurraba en su oído mientras se aferraba a sus hombros. Era la mentira más reconocible y desgastada del mundo, pero, de alguna forma, también era reconfortante. ¿Por qué podía calmarlo una mentira? ¿Cómo alguien podía susurrarla con tanta confianza y entrega sabiendo que no sería verdad? ¿Por qué buscaba que le mintiese, que le hiciese imaginar un futuro irreal en el que las grandes inquietudes jamás hubiesen tomado forma? ¿Por qué se evadían si luego todo era peor?

—Pase lo que pase, sabes que me tienes a mí y a mi familia para lo que necesites.

La voz de Jean se volvía tan relajante que casi se sentía desfallecer en sus brazos tras tantas lágrimas derramadas. A Armin no le servían de nada los favores ajenos si su madre se quedaría tan rota que ni siquiera podría encontrar ningún lugar donde pudiesen contratarla. A Armin no le servían de nada las palabras si no venían por escrito y en un contrato fijo.

Pero, llegados a aquel punto, ¿qué más le quedaba que el consuelo y el silencio?

Pero, llegados a aquel punto, ¿qué más le quedaba que el consuelo y el silencio?

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Blue.

Color Club: Yellow; Shingeki no KyojinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora