Capítulo Seis

2.4K 174 51
                                    

Dominic Belicov

Dieciocho años atrás.

El sol se estaba poniendo cuando mi celular sonó indicando que alguien intentaba comunicarse conmigo.
Al abrirlo vi que efectivamente era quien esperaba.
Una mueca se formó en mis labios antes de contestar, pero fue borrada instantáneamente dando lugar a la confusión.

—Necesito que estés en el muelle Santa Mónica lo antes posible.—Hablaron al otro lado de la línea. Su voz se escuchaba tensa y un poco agitada. —Es urgente—. Dijo antes de cortar la llamada.

Hacía varios días que no veía a Zigor, y la última vez que lo hice se lo notaba muy raro, como si estuviera escondiendo algo, pero lo dejé pasar, ya que Zigor siempre fue reservado. Éramos amigos de toda la vida y socios de negocios. Teníamos bajo nuestro poder los lugares de prostitución y tráfico de droga más grandes.

Me encontraba tomando un café y mirando hacia la costa cuando recibí la llamada con la ubicación donde tenía que asistir. Estaba cerca por lo que dejé dinero en la mesa y me incorporé dispuesto a abandonar el bar. Una vez fuera, el viento estaba empezando a correr con fuerza arrastrando las hojas secas que caían de los árboles. Subí en mi Porsche Cayenne, coloqué THE QUEEN a todo volumen mientras pisaba el acelerador a fondo.

Estaba cerca del muelle cuando recordé que hacía un día entero que no sabía nada de Angélica y ella no solía desaparecer por tanto tiempo.
Revise mi teléfono buscando algún mensaje suyo pero resoplé al ver la bandeja de entrada vacía.

Desde que ella apareció en mi vida, todo cambió, no aguantaba a mi esposa y los negocios me saturaban demasiado, hasta que me involucre con ella. La conocía hace dos años, pero en tan poco tiempo le había dado tanto de mí, que hasta ni yo podía creerlo. Le entregué mis negocios para que ella se hiciera cargo, cosa que jamás había hecho ni con mi propia esposa.

Detuve mi coche frente al aserradero que servía de tapadera, ya que ese lugar solo lo usábamos para nuestros trabajos sucios.
Seguramente Zigor había capturado a uno de los buitres que querían jodernos.

Cerré la puerta de mi automóvil de un pequeño golpe y me dirigí al interior del aserradero.

Dentro, el aroma a herrumbre se aderió a mis fosas nasales. Ese olor provenía de las máquinas viejas amontonadas a los lados dejando el centro del lugar despejado para nuestra diversión.

Por medio de las máquinas vislumbre una cabeza de color cobrizo, ese era Zigor que estaba de espaldas a mí con un arma en su mano izquierda. A través de él se podía ver tan solo unas piernas de mujer atadas con cuerdas a una silla.

Unas piernas que me resultaban tan familiares.

—¿Qué está sucediendo, Zigor?—.Dije al tiempo en el que mi amigo se giraba para enfrentarme revelando a su rehén.

—Dominic—.Esas palabras provenientes de Angélica me dejaron sin aliento.
La sangre se me estaba helando en las venas mientras mis ojos asimilaban lo que tenía en frente.

Angélica se encontraba atada de pies y manos, llevaba puesto el mismo vestido rojo del día anterior. A su lado se encontraban dos de los hombres de Zigor, estaban ahí para impedir que yo me acercara. El rostro suplicante y lleno de lágrimas de mi Ángel provocó que el corazón se me partiera en dos y también que mi cuerpo se convirtiera en fuego puro.

Mis ojos se llenaron de furia al dirigirme a él.

—Pero ¿Qué tienes en la cabeza?—. Pregunté aún sin entender el porqué de todo esto.—Suéltala inmediatamente—. Exigí y en ese momento me lamenté el no haber cargado mi arma conmigo.

No tenía forma de atravesar a esos dos guardaespaldas sin que me detuvieran antes de hacer cualquier movimiento.

—Ella te traicionó Dominic, vendió la mayor parte de tus burdeles a nuestros enemigos y transfirió todo el dinero a cuentas extranjeras—. No podía ser cierto, Zigor estaba mintiendo.

Angélica nunca me traicionaría, ella me amaba.

—Amor, él está mintiendo—.Habló defendiéndose de mi mejor amigo. Su cabello rubio estaba enmarañado, como si hubiera dormido en el suelo.—Él inventó todo esto, porque te tiene envidia. No puede soportar que tú seas mejor que él.

Sabía que desde que Angélica apareció Zigor había cambiado tanto, volviéndose tan distante que ahora no reconocía a la persona que tenía en frente.

—Déjala fuera de esto, por favor—. Supliqué a mi mejor amigo.

—Dominic, tú no eres una persona que suplica—.Me recordó él. —¿Acaso no te das cuenta de que ella no te ama?—. Preguntó.—Te estuvo manipulando todo este tiempo—. Afirmó.

Era verdad, yo nunca suplicaba. Pero ahora no podía pensar en nada más que liberar a Angélica.

—Está bien, te creo—. Contesté mostrando mis manos en manera de rendimiento.

Si no puedes contra él, únetele.

—Déjala ir y arreglemos esto como personas civilizadas—.Volví a insistir sin saber que nada conseguiría. Conocía tanto a Zigor para saber que era un hombre de palabra y si decía algo, lo hacía.

—Lo siento, pero no puedo hacerlo—.Fueron las últimas palabras que escuché antes de que mi alma se desmoronara por completo.

El disparo que salió del calibre 24 de mi amigo, perforó el cráneo de Angélica tomándola por sorpresa.

—Nooooo...—. Fue lo único que pude formular antes de que mis pulmones se quedaran sin aire.

Créditos: anarociofernandez

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: May 09, 2020 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Piel De Invierno(+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora