Todo estaba muy claro, como si el lugar estuviese hecho de luz. Una persona se acercó a mí, una persona que conocía muy bien y a la cual extrañaba muchísimo.
—Despierta, princesa —dijo mi papá y me dio un beso en la frente, un beso que se sintió bastante cálido.
Al sentir el beso de mi padre, desperté de golpe y algo agitada. Un ventilador grande giraba a mi lado brindándome mucha frescura, se escuchaba el burbujear de un líquido. Estaba en un sitio bien iluminado y totalmente desconocido para mí. Me levanté con cuidado y me percaté de que estaba vestida con una camiseta bastante holgada de color blanco, ropa que no era mía. Mis piernas estaban arropadas con una sábana de color azul claro. Había descansado en un mueble bastante cómodo.
«¿Qué había pasado? ¿En dónde estoy?», eran las preguntas que rondaban mi cabeza.
Me quité la sábana de las piernas y me di cuenta de que no tenía pantalones, pero la camiseta era tan grande que llegaba a la mitad de mis muslos al estar de pie. Tenía rasguños y moretones recientes en las piernas y una herida en mi pantorrilla derecha, se veía grande, pero estaba tapada con una gasa ensangrentada. Caminé observando cada detalle de la habitación, había muchas peceras con diferentes animales marinos (De allí venia el sonido del líquido burbujeante), el lugar era todo circular y había unas escaleras que subían y bajaban siguiendo la curva de las paredes de color blanco. Había unas cuantas ventanas esbeltas por donde se colaba la luz del día, me acerqué a una de esas ventanas y me asomé. Estaba en un lugar alto, la vista era hermosa, se veía la inmensidad de un mar y una ciudad lejana en la costa. Al ver este escenario, mi memoria regresó poco a poco, junto con la amenaza de un dolor de cabeza.
Recordé que estaba en Hawái de vacaciones con mis amigas. «¿Dónde estaban Olga y Beatriz?», me preguntaba. Luego recordé el arrecife, a Mikala, el mirador y... «Dios mío, me caí de un risco muy alto hacia el mar furioso», afirmé en mi mente. La cabeza empezó a dolerme mucho. Después llegó un recuerdo de un rostro muy hermoso, la cara de un chico que me estaba besando... No, me estaba dando respiración de boca a boca y ya no recordaba nada más. El dolor de cabeza me estaba matando.
—Buenos días, bella durmiente —la voz de un hombre hizo que me volteara de golpe.
Era él, el chico que me había salvado... Dios mío... parecía el propio ángel, era extremadamente hermoso, sus ojos eran grandes y achinados de color miel, su piel era color canela, su cabello era castaño claro con destellos rubios, su cuerpo... tragué saliva... era un espectáculo, tenía puesta una camiseta amarilla que caía holgada sobre su definido torso y un pantalón corto de color negro. Quedé muda.
—¿Te sientes bien? —preguntó acercándose de forma sigilosa, traía una taza con algo caliente dentro, yo asentí con la cabeza—. ¿Puedes hablar?
—Sí... —respondí con tono ronco tras tocar mi garganta y tragar saliva, me dolía un poco.
—Qué bueno que puedas hablar, ¿cómo te sientes? —preguntó con una cálida sonrisa.
—Me duele la cabeza.
—Ya te busco algo para el dolor de cabeza... te traje un té relajante —dijo el chico y me acercó la taza con líquido humeante—. Mi nombre es Kai.
—Gracias... Mi, mi nombre es... Kristel —respondí después de agarrar la taza con las manos temblorosas, estaba muy nerviosa.
—Mucho gusto, Kristel, es un milagro que estés viva... ¿Te duele la herida? —señaló hacia la gasa ensangrentada en mi pantorrilla, yo negué con la cabeza.
—Vamos a limpiar la herida y cambiar el vendaje... Ya regreso —anunció el hermoso chico y se fue hacia el piso de abajo.
Mi corazón empezó a latir con fuerza y el dolor de cabeza seguía pulsando constantemente. Caminé hacia el mueble en donde había pasado la noche y me senté para calmarme un poco. Luego le di un sorbo al té caliente, era bastante aromático, pero le faltaba azúcar. Kai regresó a los minutos, traía un botiquín de primeros auxilios y una prenda de bluejean doblada, acercó un taburete de madera y se sentó al frente de mí.
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ARRECIFE
Roman d'amourEn los primeros días de vacaciones en las islas de Hawái, Kristel, una joven de 26 años, tiene una experiencia muy cercana a la muerte en un arrecife, lo que la hará ver la vida de forma muy diferente a como solía hacerlo antes. Pero lo mejor de tod...