Unos ruidos ensordecedores me despiertan en mi nueva cama. Me quito las legañas pensando en lo mucho que hacía que no dormía tan bien. Me asomo al balcón en pijama y veo a un grupo de obreros, muy madrugadores al parecer, que están pavimentando el camino que llega hasta la puerta.
<<Pero ¿qué coño hacen trabajando un domingo?>> -pienso.
Por primera vez no tengo que salir de mi habitación para ir al baño y qué gozada. Me lavo la cara y rebusco en mi neceser una crema hidratante para extendérmela en el rostro. Vuelvo al cuarto, cojo la bata que dejé ayer sobre la silla del escritorio al deshacer la maleta y bajo las escaleras hasta la cocina.
Me encuentro con mi madre colocando cubiertos y demás instrumentos de cocina en los cajones y estanterías, que poco a poco van creando un lugar más acogedor.
-Lo siento hija no he hecho nada para desayunar, he estado muy ocupada con la mudanza. Pero tienes pan de molde, mantequilla y un poco de leche. Mañana en cuanto abran las tiendas iré al supermercado a rellenar bien estos enormes armarios -dice mientras hace un barrido a la cocina con ojos llenos de felicidad.
Después de todo por lo que ha pasado, me alegra verla tan contenta. -No te preocupes, con una tostada me vale -digo mientras cojo de la encimera la bolsa de pan de molde.
Busco entre los cajones y los armarios y los abro cinco veces cada uno hasta que encuentro un cuchillo con el que untar la mantequilla en el pan.
-Por cierto mamá, ¿qué hacen aquí los obreros un domingo? -pregunto con la boca llena mientras me siento en la mesa que hay en el centro de la cocina.
-Bueno, se suponía que deberían haber acabado su trabajo un día antes de que llegáramos, pero como no fue así, la inmobiliaria les ha obligado a que terminen lo que empezaron -responde mirando hacia ellos a través de la ventana.
-Será que hay demasiadas chicas por el barrio con las que despistarse -sonrío y mi madre empieza a reír. Al final las dos acabamos a carcajadas. Hacía mucho tiempo que no me lo pasaba así de bien con mi madre. Mucho, mucho tiempo.
-Por cierto -me dice-, por la tarde me gustaría que vinieses conmigo a dar un paseo por el barrio, para familiarizarnos con él y esas cosas.
Frunzo un poco el ceño, pero al final asiento, le doy un beso y voy hacia nuestro nuevo salón. Aunque aún faltan cajas por deshacer y un montón de muebles por colocar, el sofá y la televisión están puestos, suficiente para acomodarme y dejar que el tiempo vuele mientras me pongo a ver Netflix.
Como siempre, me paso más tiempo buscando algo que ver que viéndolo. Al final opto por un drama romántico basado en otra novela de Nicholas Sparks, de esos que te dejan con las lágrimas y mocos colgando. Como siempre que me sumerjo en una obra de este maravilloso escritor, acabo diciendo que ésta acaba de convertirse en mi nueva película favorita. Ocurrió con El Diario de Noa, Un Paseo para Recordar, Querido John y ahora acaba de ocurrir con Lo Mejor de Mí.
Oigo a mi madre llamarme para comer desde la cocina y apago rápidamente la tele para ir a su encuentro. Llevo casi dos días comiendo nada más que pan de molde y embutido y ya es hora de darle un buen placer a mi paladar con alguna de las deliciosas comidas caseras que hace mi madre.
*Horas después
-Lu, Lu, Lu
De repente levanto la vista y veo a mi madre susurrando mi nombre a diez centímetros de mi rostro mientras agita mi brazo delicadamente.
-¿Qué pasa mamá? -digo asustada mientras me quito los cascos de música que están sonando a todo volumen.
-¿No habíamos quedado para ir a dar una vuelta? -me pregunta con un tono de voz que refleja su enfado-. Se supone que ya deberías estar vestida y lista, que son casi las seis de la tarde.
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Cuando escuché tu voz
RomanceLu, una chica apasionada por el mundo de los libros y con un pasado solitario, se muda a una nueva ciudad al oeste de Inglaterra. Allí empieza desde cero, junto a sus nuevas amigas Emma y Helen, convencida de que esta es su oportunidad para encajar...