Capítulo 2: Un nuevo comienzo

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-¿Cariño, lo has cogido todo? -escucho a mi madre decir desde dentro de la casa.

-¡Sí mamá! -respondo mientras camino cabizbaja con dos maletas entre mis manos hacia el taxi que espera en la puerta. Su conductor nos llevará a la estación de autobuses y desde allí partiremos hacia nuestro nuevo destino.

No quiero mirar atrás, no tengo nada que echar de menos, nadie a quien decir adiós. Solo quiero irme ya para no regresar jamás.

-Vámonos -digo con la voz entrecortada sin estar muy segura de que me haya oído.

Veo a mi madre cerrar con llave la puerta de casa con tristeza. A pesar de todo, mi padre y ella tuvieron una época en la que sí eran felices. En donde adornaban las paredes de luces y color en Navidad y hacían grandes fiestas y cenas con sus amigos de la infancia. En donde las risas eran las protagonistas antes de que todo eso se esfumara, antes de que mi padre la cagara.

Llegamos a la estación y vemos el panel con las salidas. Mis ojos buscan rápidamente el cuadradito con el nombre del pueblo al que nos dirigimos. "15 minutos", eso es lo que queda para largarme de aquí. Nos sentamos en uno de esos incómodos bancos de metal con rendijas que luego te dejan la espalda hecha un cristo y esperamos al bus. 

Ni mi madre ni yo decimos una sola palabra durante la espera y menos mal porque son las 9 de la mañana y casi no he dormido nada de los nervios. Aunque, en el fondo yo sé que mi madre no tiene mucho que decir por los recuerdos que le trae el lugar. 

La última vez que estuvimos aquí fue para despedir a mi padre, antes de que se marchara dirección al aeropuerto de Londres para coger un vuelo hacia España (por suerte su nueva novia le esperaba ya en el aeropuerto). De eso ya casi 10 meses y desde entonces no le hemos vuelto a ver. De vez en cuando me llama al móvil, con miedo me pregunta por mi madre nada más cogérselo y  después escucha atentamente todo lo que le tengo que contar, que no suele ser mucho porque, como ya os he dicho, en mi vida nunca pasan cosas emocionantes y las grandes anécdotas no son mi especialidad.

Mi relación con mi padre siempre había sido bastante buena hasta que una tercera mujer apareció en su vida. Durante los primeros meses tras su partida no quise saber nada de él. Encima de perder a mi madre decidió perderme a mí también yéndose a kilómetros de distancia de aquí y eso, yo no lo podía aceptar. Pero, con el paso del tiempo fui perdonándole y empecé a cogerle el teléfono para abrirme de nuevo a él.

Tras ocho largas horas de viaje en bus, en donde mi única distracción ha sido leer y nada más que leer, entramos en el condado de Cheshire y pocos minutos después llegamos a la estación de Holmes Chapel. He estado buscando mucho en Internet estos últimos días sobre el pueblo y bueno: 9000 habitantes, un lugar rodeado de naturaleza y ubicado a pocos kilómetros de grandes urbes como Manchester o Chester.  A primeras, parece un destino tranquilo y perfecto para crear un nuevo hogar.

En las afueras de la estación volvemos a coger un taxi dirección hacia nuestra casa nueva. Aunque dentro del vehículo huele un poco mal y parece que lleva sin lavarse años, estoy emocionada porque por primera vez en mi vida siento que las cosas pueden ir a mejor. Siento que tengo una nueva oportunidad para ser feliz, para demostrarme que tengo un lugar en este mundo.

De repente un frenazo inesperado me saca de mis pensamientos. Por suerte, los cinturones no son de pega.

-¡Maldita seas imbécil! -grita agitando fuertemente los brazos el taxista a un chico que acaba de pasar corriendo sin mirar.

Éste gira rápidamente la cabeza hacia el coche y levanta la mano para pedir perdón, mientras, inclina su cabeza hacia la parte trasera del vehículo y creo ver cómo me guiña un ojo, aunque no estoy muy segura, pues los cristales están demasiado sucios y no logro verlo con claridad. Además... ¿guiñarme un ojo? ¿a mí? ¡Ni de coña!

El taxista vuelve a acelerar balbuceando para sí mismo, yo me olvidó rápidamente de lo que acaba de pasar y pocos minutos después el coche se detiene.

-Bueno hija, aquí es -dice mi madre mirando con los ojos iluminados por la ventanilla.

Giro levemente la cabeza hacia la derecha y veo una bonita casa de dos pisos con una impresionante fachada de piedra blanca con balcones y un caminito, aún sin asfaltar, que va hacia ella. A su alrededor destaca un inmenso jardín que continúa hasta la parte trasera y que no logro ver con claridad.

-Pen...pensaba que sería más pequeña -digo ensimismada con los ojos bien abiertos hacia la casa. Tiene que ser una broma, ¿de dónde había sacado tanto dinero mi madre?

-Bueno, tu padre y yo decidimos hace unos cuantos años abrir una cuenta ahorro y al final ha merecido la pena -responde sin poder apartar aún la vista de su nueva adquisición-. Además, las casas de este barrio están tiradas de precio.

-Y tanto que la ha merecido -sonrío y en cuestión de segundos estoy saliendo por la puerta para contemplarla con más claridad.

Mi madre se inclina hacia el conductor y extiende un billete de 20 libras al conductor que lo coge con desprecio. A continuación, sale del coche y como vemos que el taxista ni se molesta por ayudarnos a abrir el maletero, nos encargamos nosotras de coger las maletas.

En cuanto cerramos el maletero sale escopeteado echando un oscuro humo por el tubo de escape que emborrona el paisaje a su paso. 

-Vaya un gilipo....

-Shh, no digas palabrotas Lu -me riñe mi madre. Yo pongo los ojos en blanco y ella seguidamente levanta la mano sujetando una llave entre sus dedos.

-Bueno... ¿quieres hacer tú los honores? -pregunta cambiando de tema.

-¡Por supuesto! -cojo sin pestañear la llave y voy rápidamente hacia la entrada.

Introduzco la llave emocionada, la giro dos veces hacia la derecha y empujo la puerta...

Un gran hall se extiende delante de mis ojos. Aunque no hay ningún mueble puedo adivinar en lo que se convertirá cada estancia que lo rodea. Al frente veo un estrecho pasillo que parece terminar en una gran sala que imagino que se transformará en nuestro salón. A mi izquierda, una puerta doble acristalada entreabierta que supongo que conducirá a la cocina. Y a la derecha unas escaleras de mármol blanco en forma de caracol que se pierden en el piso de arriba. Suelto de golpe las maletas y voy corriendo hacia el piso de arriba en busca de mi habitación.

-¡Lu, arriba a la derecha! -grita mi madre desde abajo justo cuando entra por la puerta y ve que ya he desaparecido.

-!WOW¡ -me quedo paralizada analizando cada rincón, cada pequeño detalle de mi nueva habitación.

Una cama de matrimonio se extiende frente a mí, a la derecha hay una ventana más alta que yo que comunica con uno de los balcones de la casa y el resto de las paredes están repletas de estanterías, muchas estanterías que serán el nuevo lugar de mis libros. A la izquierda veo una puerta y voy lentamente hacia ella. -No creo, no creo, no creo - digo para mí misma haciéndome una idea de lo que puede ser. Y así es, tengo hasta mi propio baño con bañera hidromasaje.

De repente oigo la voz de mi madre que me sobresalta por detrás.

-Bueno, espero que no la empapeles -dice mientras coloca sus manos sobre mis hombros y gira mi cuerpo de nuevo hacia la habitación.

-Oh, mamá ya lo creo que sí -respondo.

Un dato muy importante sobre mí es que soy la fan número 1 de Stevie Wonder, tengo todos sus discos firmados y miles de pósters que llenarán las paredes de esta nueva habitación. Hace un par de años tuve la suerte de poder ir con mi padre a uno de sus conciertos en el O2 Arena de Londres. El mejor día de mi vida y una fecha que jamás olvidaré. 

Mi padre es el dueño de una discográfica y gracias a sus contactos en el mundo de la música pude ir a ese concierto totalmente gratis. ¿Enchufe? Sin duda alguna, pero algo bueno tenía que tener mi aburrida vida ¿no?

-Bueno, vamos a deshacer las maletas y colocar la ropa en los armarios, que en dos horas llegarán los camiones de la mudanza con el resto de las cosas -me dice mi madre.

Frunzo el ceño porque después de tantas horas viajando lo único que me apetece es tumbarme en mi nueva gigantesca cama y cerrar los ojos, pero hago caso a mi madre y me dirijo abajo para coger las maletas.

Por suerte hoy es sábado y aún tengo un día más libre antes de empezar las clases, algo que en estos momentos me da pavor solo de pensarlo.

Cuando escuché tu vozDonde viven las historias. Descúbrelo ahora