Capítulo 1.

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Tras echar un último vistazo a la que era mi habitación, cierro la puerta con un nudo en la garganta.
Las paredes antes llenas de pósters de mis series favoritas, de cuadros con fotos... Ahora estaban vacías.
Ahora era una habitación vacía, sin nada. Así me siento ahora mismo. Vacía. No dejo nada atrás porque no tengo ni amigos ni nada que ya me ate aquí.

Bajo las escaleras y esquivo las cajas que hay por el pasillo que da al salón. Allí está mi madre guardando las últimas cosas y cerrando una caja. Se gira al notar mi presencia. Ella me sonríe como lo hace siempre. Es la única persona en mi vida que no me ha fallado.

- ¿Has terminado de recoger tus cosas? - Me dice mientras se esconde un mechón del color del carbón detrás de la oreja.
Nos parecemos tanto. Tengo su pelo y sus ojos negros. También he heredado su carácter.

- Sí.- Miro alrededor todas las cajas que llenan el salón. Cuento al menos diez.

Mi madre se acerca y me da un beso en la coronilla. Después se dirige hacia la puerta donde espera el equipo de mudanza.

Nos mudamos a una ciudad costera a un par de horas de donde vivíamos. Mi madre ha obtenido un trabajo allí de profesora de griego y a mí me han admitido en la universidad de veterinaria allí también.

A mi madre le encanta todo lo que tiene que ver con Grecia. Parece que nació allí ya que sabe toda su historia y su idioma.
Obviamente le encanta la mitología griega también. De ahí mi nombre, Dafne. Le encanta el mito de Apolo y Dafne.
El mito cuenta como Apolo hace enfadar al dios Eros, dios del amor. Este para vengarse decide tomar dos flechas y dispararlas hacia Dafne y Apolo. La que dio a Dafne hizo que sintiera repulsión por Apolo mientras que la que dio a Apolo hacía que se sintiera terriblemente enamorado de ella. Dafne no quería de ninguna manera casarse con nadie y rechazaba a todos los pretendientes. Apolo pidió ayuda a los dioses para poder conquistar a Dafne. Cuando Dafne se enteró de ello le pidió a su padre, dios del río, que la ayudara a alejarse de él. Su padre le concedió el deseo. Cuando Apolo estaba apunto de atraparla ella se convirtió en un laurel. Esto no evitó que Apolo siguiera enamorado de ella por lo que le prometió que aquellos hombres que salieran victoriosos de los Juegos Olímpicos llevarían una corona de laurel de su árbol.

Me dirijo a la puerta con una de las cajas para facilitarles el trabajo al equipo de la mudanza. Coloco la caja entre los muebles y otras cajas dentro del camión de mudanzas.

Cuando ya está todo dentro del camión de mudanzas, estiro la sudadera que se me había subido y me ato el pelo en una coleta. Después me dirijo al coche donde mi madre ya me está esperando para ponernos rumbo a nuestra nueva casa.

El camino lo pasamos en silencio. Mi madre había intentado entablar una conversación pero yo no me encontraba con ánimos de hablar. Me da rabia no poder dejar mis sentimientos por un momento a un lado y poder hablar con ella.

Me encuentro mirando por la ventanilla el paisaje que vamos pasando. Tras pasar una montaña comenzamos a ver el mar a lo lejos. El azul claro del cielo hace contraste con el azul marino del mar. Me quedo fascinada. Me encanta el mar.
Estiro un pongo la manga de la sudadera hacia arriba y rozo con los dedos el tatuaje de mi muñeca. Una línea de tonta negra trazaba la silueta de una ola. Me lo hice cuando tenía 17 años. Fue de los primeros que me hice. Ahora tengo mis brazos casi llenos de tinta y algunos en mis piernas.

Me giro hacia mi madre que me vuelve a regalar una de sus sonrisas de esas que me llegan al corazón.

- Te va a encantar la ciudad. Tiene unas playas hermosas y muchos sitios bonitos por donde pasear. - Gira hacia la derecha para dar paso a la entrada de la ciudad en la que ahora viviríamos.

Amor ManchadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora