365 poemas en los que olvidarte o saber de ti.

Día 11 de 365.

Cogí el primer tren de la mañana, con el propósito de perderme, acompañé mi aventura con mis cascos y mi fiel compañera: la música.

Di al play y empezó a sonar… ‘’Tenerife Sea’’.

Empecé a mirar por las cristaleras como desfilaba el paisaje al mismo tiempo que mi cabeza empezó a volar.

Y de repente, me imaginé contigo. Y de repente, me di cuenta de que, tenerte es como ser. Y que, perdería todos los trenes del mundo con tal de estar un ratito más junto a ti.

Y me sentí muriendo en tu boca, acariciando tus mejillas, con las yemas de mis dedos recorriendo tu anatomía. Fantaseé con recorrer las ciudades más bonitas del mundo agarrada de tu mano. De subir a la torre más alta y seguir creyendo que lo mejor siempre sería saltar posteriormente al Gran Cañón de tus pupilas. Que perdernos por estaciones, calles y avenidas, no se comparaba con vivir en madrugadas, contigo.

Llueve, llueves. Aúllan los perros.

Risas, sonrisas.

Me encanta recorrer el triángulo de las Bermudas que forman tus caderas y mis brazos. Encórvate encima de mí, termina por tumbarme en este ring. Y rómpeme la boca a besos. Constrúyeme la ilusión. Destroza mi calma.

Me quedaría eternamente colgando de tus manos, mirando al mar desde tus ojos, escalando esas montañas, besando tu sonrisa. Mirando desde el balcón de tu ombligo. Escuchándote latir.

Es increíble, como en una canción de 4 minutos y en un viaje en tren, apareces.