Capítulo II: Oro

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Trato de hacer el mínimo de ruido mientras buscaba mis zapatos y a veces miraba el bulto que estaba en la esquina de la habitación. Ese bulto fue quien me trajo a su casa y solo recordar lo que hice antes me daba vergüenza esperar a que él despertara.

—¿Dónde está...?

Con la escasa luz que traspasa las cortinas continuo buscando mi zapato izquierdo hasta que doy con él, casi maldigo en voz alta cuando veo que está justo al lado de sus pies. ¿Por qué de todos los lugares ese?

Lentamente me acerco sin apartar la mirada del rostro que es cubierto por su melena algo larga. ¿Tanto me odias, vida? Me inclino hacia abajo, mis dedos rozan el zapato que es empujado a un lado por los pies descalzos.
Aprieto los labios y de nuevo me agacho por el zapato.

—Ugh...

Echo mi cuerpo hacia atrás con el zapato en mano y sigo retrocediendo sin hacer ruido hasta que llego a la puerta. Me muerdo el labio intentando cerrar la puerta sin hacer ruido, pero apenas la cierro corro hacia la puerta principal para salir de la casa y no me molesto en ser cuidadosa con el ruido. Cierro la puerta, me aferro a los zapatos y me precipito a bajar por el elevador.

¿Dónde diablos estoy?

Mordisqueo mi labio inferior y miro como marca que se está bajando a la última planta. ¿Me estarán buscando? Me fui de repente, sin que nadie fuese detrás de mí y de repente me recogió una persona. He tenido suerte de que no despertara atada de manos y pies como en esa ocasión. ¡Excelente, por primera vez en mi vida me encontré con una buena alma!

Al salir del edificio me pongo los zapatos y camino hacia donde hay más ruido de autos. Puedo tomar un taxi e irme a casa, seria verdaderamente bueno si llego y no me echan la bronca encima.

—Oh, Jesucristo.

Jadeo y me pongo ambas manos en las caderas.

—¿Qué tan lejos tengo que ir para encontrar un taxi?

Las personas me miraban con curiosidad, pero ni me molesto en parar a preguntar sobre donde estoy y me sigo dedicando a caminar. ¿Cuantas calles ta van? Seguro son las siete u ocho de la mañana, todavía no hay movimiento de tantos autos como sería de costumbre al estar en esta zona de la ciudad porque la conozco. Estoy cerca de una escuela a la que fui durante mi adolescencia y bueno, fui expulsada de ella.  Mordisqueo mi labio, miro a ambos lados antes de cruzar la calle y a sólo dos pasos alguien grita mi nombre.
Doy media vuelta y levanto mis brazos para agitarlos. El auto se acerca, se detiene al lado de mí y chasqueo la lengua.

—Nunca imaginé que tú serias quien vendría.

—Vamos, tenemos que hablar.

Abro la puerta y Makoto me mira con una expresión que nunca he visto.

—Lamento haberme ido así.

—¿Y...?

—Y haberme comportado como una niña caprichosa, infantil y demás.

—Sabes que tienes problemas ¿verdad?

—Por supuesto que lo sé —farfullo y él resopla—. Después de haberme ido... Pensé en no volver.

Me rio, pero me detengo cuando no hay ningún sonido de respuesta.

—Es mentira, es mentira. Yo de verdad me arrepentí luego de irme porque sabía que tanto tú como papá se iba a molestar y preocupar, e incluso sabía que estaba mal mi comportamiento.

—Y si lo sabias, ¿entonces por qué?

—Has visto a esa mujer. No quiero que manipule mi vida a su antojo o haga lo que le plazca solo por ser la esposa del primer ministro.

Deseo Incontrolable  (#4 R.P)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora