V E I N T E Y T R E S

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Las cosas no podían haber salido peor.

Filch los llevó al despacho de la profesora McGonagall, en el primer piso, donde se sentaron a esperar, sin decir una palabra. Hermione temblaba.Draco sólo estaba callado ajeno al exterior.

Excusas, disculpas y locas historias cruzaban la mente de Harry, cada una más débil que la otra. No podía imaginar cómo se iban a librar del problema aquella vez.

Estaban atrapados. ¿Cómo podían haber sido tan estúpidos para olvidar la capa? No había
razón en el mundo para que la profesora McGonagall aceptara que habían estado vagando durante la noche, para no mencionar la torre más alta de Astronomía, que estaba prohibida, salvo para las clases.

Si añadía a todo eso Norberto y la capa invisible, ya podían empezar a hacer las maletas.
¿Harry pensaba que las cosas no podían estar peor? Estaba equivocado. Cuando la
profesora McGonagall apareció, llevaba a Neville.

"¡Harry!" estalló Neville en cuanto los vio" Estaba tratando de encontrarte
para prevenirte, oí que Malfoy decía que iba a atraparte, dijo que tenías un drag…"

Harry negó violentamente con la cabeza, para que Neville no hablara más, pero la
profesora McGonagall lo vio.

Lo miró como si echara fuego igual que Norberto y se
irguió, amenazadora, sobre los tres.

"Nunca lo habría creído de ninguno de vosotros. El señor Filch dice que estabais
en la torre de Astronomía. Es la una de la mañana. Quiero una explicación."

Ésa fue la primera vez que Hermione no pudo contestar a una pregunta de un
profesor.

Miraba fijamente sus zapatillas, tan rígida como una estatua.

"Creo que tengo idea de lo que sucedió" dijo la profesora McGonagall" No hace falta ser un genio para descubrirlo. Te inventaste una historia sobre un dragón para que Draco Malfoy saliera de la cama y se metiera en líos. Te he atrapado. Supongo que te habrá parecido divertido que Longbottom oyera la historia y también la creyera, ¿no?

Harry captó la mirada de Neville y trató de decirle, sin palabras, que aquello no
era verdad, porque Neville parecía asombrado y herido.

Pobre mete-patas Neville,
Harry sabía lo que debía de haberle costado buscarlos en la oscuridad, para
prevenirlos.

"Estoy disgustada" dijo la profesora McGonagall "Cinco alumnos fuera de la cama en una noche. ¡Nunca he oído una cosa así! Tú, Hermione Granger, pensé que tenías más sentido común.Señor Marfoy, pensé que al estar en Gryffindor no harías estas cosas. Y tú, Harry Potter… Creía que Gryffindor significaba
más para ti. Los tres sufriréis castigos… Sí, tú también, Longbottom, nada te da derecho a dar vueltas por el colegio durante la noche, en especial en estos días: es
muy peligroso y se os descontarán cincuenta puntos de Gryffindor.

"¿Cincuenta?" resopló Harry. Iban a perder el primer puesto, lo que había
ganado en el último partido de quidditch.

"Cincuenta puntos cada uno" dijo la profesora McGonagall, resoplando a través de su nariz puntiaguda.

"Profesora… por favor…"

"Usted, usted no…"

"No me digas lo que puedo o no puedo hacer, Harry Potter.Ahora, volved a la
cama, todos. Nunca me he sentido tan avergonzada de alumnos de Gryffindor."

Ciento cincuenta puntos perdidos. Eso situaba a Gryffindor en el último lugar. En una noche, habían acabado con cualquier posibilidad de que Gryffindor ganara la
copa de la casa. Harry sentía como si le retorcieran el estómago. ¿Cómo podrían
arreglarlo?

Harry no durmió aquella noche. Podía oír el llanto de Neville, que duró horas. No
se le ocurría nada que decir para consolarlo. Sabía que Neville, como él mismo, tenía
miedo de que amaneciera. ¿Qué sucedería cuando el resto de los de Gryffindor
descubrieran lo que ellos habían hecho?

Al principio, los Gryffindors que pasaban por el gigantesco reloj de arena, que
informaba de la puntuación de la casa, pensaron que había un error. ¿Cómo iban a
tener, súbitamente, ciento cincuenta puntos menos que el día anterior? Y luego, se
propagó la historia.

Harry Potter, el famoso Harry Potter, el héroe de dos partidos de quidditch, les había hecho perder todos esos puntos, él y otros tres estúpidos de primer año.

De ser una de las personas más populares y admiradas del colegio, Harry
súbitamente era el más detestado. Hasta los de Ravenclaw y Hufflepuff le giraban la cara, porque todos habían deseado ver a Slytherin perdiendo la copa. A Anais no se le veía, pero cuando se encontraron en uno de los pasillos, les dejo claro que estaba desepcionada, y le entendían.

Por donde quiera que Harry pasara, lo señalaban con el dedo y no se molestaban en bajar la voz para insultarlo.

Los de Slytherin, por su parte, lo aplaudían y lo vitoreaban, diciendo:
«¡Gracias, Potter, te debemos una!»
Sólo Ron y Dracolo apoyaban.

"Se olvidarán en unas semanas. Fred y George han perdido puntos muchas veces
desde que están aquí y la gente los sigue apreciando."

"Pero nunca perdieron ciento cincuenta puntos de una vez, ¿verdad?" dijo
Harry tristemente.

"Bueno… no" admitió Ron.

Era un poco tarde para reparar los daños, pero Harry se juró que, de ahí en adelante, no se metería en cosas que no eran asunto suyo. Todo había sido por andar averiguando y espiando. Se sentía tan avergonzado que fue a ver a Wood y le ofreció su renuncia.

"¿Renunciar?" exclamó Wood" ¿Qué ganaríamos con eso? ¿Cómo vamos a recuperar puntos si no podemos jugar al quidditch?

Pero hasta el quidditch había perdido su atractivo. El resto del equipo no le hablaba durante el entrenamiento, y si tenían que hablar de él lo llamaban «el buscador».

Hermione y Neville también sufrían. No pasaban tantos malos ratos como Harry
porque no eran tan conocidos, pero nadie les hablaba.

Hermione había dejado de
llamar la atención en clase, y se quedaba con la cabeza baja, trabajando en silencio.

Harry casi estaba contento de que se aproximaran los exámenes.

Las lecciones que tenía que repasar alejaban sus desgracias de su mente. Él, Ron, Draco y Hermione se
quedaban juntos, trabajando hasta altas horas de la noche, tratando de recordar los
ingredientes de complicadas pociones, aprendiendo de memoria hechizos y
encantamientos y repitiendo las fechas de descubrimientos mágicos y rebeliones de
los gnomos.

Y entonces, una semana antes de que empezaran los exámenes, las nuevas resoluciones de Harry de no interferir en nada que no le concerniera sufrieron una prueba inesperada.

Una tarde que salía solo de la biblioteca oyó que alguien gemía en un aula que estaba delante de él. Mientras se acercaba, oyó la voz de Quirrell.

"No… no… otra vez no, por favor…"

Parecía que alguien lo estaba amenazando. Harry se acercó.
"Muy bien… muy bien." Oyó que Quirrell sollozaba.

Al segundo siguiente, Quirrell salió apresuradamente del aula, enderezándose el
turbante.

Estaba pálido y parecía a punto de llorar. Desapareció de su vista y Harry
pensó que ni siquiera lo había visto. Esperó hasta que dejaron de oírse los pasos de
Quirrell y entonces inspeccionó el aula.

Parecía vacía, pero la puerta del otro extremo estaba entreabierta. Harry estaba a mitad de camino, cuando recordó que se había prometido no meterse en lo que no le correspondía.

Al mismo tiempo, habría apostado doce Piedras Filosofales a que Snape acababa de salir del aula y, por lo que Harry había escuchado, Snape debería estar de mejor humor… Quirrell parecía haberse rendido finalmente.

Harry regresó a la biblioteca, en donde Hermione y Draco estaba repasándole Astronomía
a Ron. Harry les contó lo que había oído.

"¡Entonces Snape lo hizo!" dijo Ron—. Si Quirrell le dijo cómo romper su
encantamiento anti-Fuerzas Oscuras…"

°Una Historia Distinta° /Editando/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora