III. La vida en el medievo

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Un buen día cosas extrañas comenzaron a suceder en el claro del bosque. Primero fue un tronco con ruedas, luego hombres cargando madera, luego una tropa de caballos y finalmente mas hombres con todo tipo de armas. El ser humano había decidido establecer su campamento de batalla en Lundell y eso afectaría considerablemente la vida en el bosque, nuevamente.

Por lo que en un momento de inactividad humana, los seres elementales decidieron reunirse en el claro con las Banshees y con las arpías para establecer nuevos acuerdos. Las arpías se mantuvieron en su postura de cero invasión amenazando nuevamente con hechizar a cualquiera, mientras que los silfos proponían que el tratado territorial no aplicara con los humanos ya que ellos no sabían nada e informarlos podría poner en peligro a todas las criaturas místicas. El debate se abrió y finalmente, con el apoyo de odinas, pigmeos y Banshees, los silfos ganaron el debate y la decisión mientras que el apoyo de las salamandras no fue suficiente para que las arpías pudieran llevar a cabo su propuesta. Finalmente el acuerdo concluyó en no atacar a los humanos.

Los caballeros comenzaron a asentar su cuartel y campamento en el claro mientras que el resto de las criaturas trataba de llevar con normalidad su vida. Sin embargo en los territorios de las arpías el rencor crecía en contra de los silfos y sílfides debido a su derrota por los tratados. Así que comenzaron a buscar características de ellos para descubrir por que habían obtenido apoyo. Pero las arpías no razonan mucho asi que entre sus características enlistadas se encontraron con que los silfos eran elementales del aire y ellas dominaban y manejaban el viento a su antojo, por lo que aumentó su rivalidad. Las arpías odiaban, detestaban, aborrecían a los silfos y "silfas" y nada las haría cambiar de parecer.

Ashanty todos los días iba creciendo en todos los aspectos: en belleza, en gracia, en bondad, en amabilidad, en madurez y en dones.

Al cumplir 10 años salió a caminar como de costumbre, pero se alejó de los senderos que solía recorrer y llegó a un lugar que jamás se imaginó: el claro del bosque. Desde una de las fronteras del claro observó que por ahí pasaban todos los días caballeros medievales que se preparaban para ir a la guerra, en una de las fronteras del claro se podía observar su campamento y la caballería.

A Ashanty le invadía una profunda tristeza al ver que en esa maravillosa zona del bosque tuvieran que acampar y marchar esas personas que se dirigían a la batalla, y en ese momento se le conmovió el corazón y decidió ir a ayudarlos a transportar su armamento y hacerles compañía.

Ashanty comenzó a acercarse a ellos y se sorprendió al ver que había caballeros de distintas edades: muy jóvenes que tenían toda una vida por delante; adultos que con mucha tristeza habían dejado atrás a sus familias; y también había ancianos que estaban en el ocaso de su vida y que no podrían disfrutar de un poco de paz después de haber trabajado toda una vida.

Lentamente y un poco temerosa se fue acercando a un grupo de cinco caballeros que estaban cerca de ahí y comenzó a ayudarlos, y loes hacia compañía hasta que ellos tuvieran que partir. Rompió las reglas y con la ingenuidad característica de la niñez se rebeló ante ellos, permitiéndoles ver su naturaleza mística.

Y eso hacía todos los días.

Con el tiempo Ashanty se acostumbró a acompañar a esos caballeros que conoció desde el primer día: Kevin, Hernán, que había dejado atrás a su familia; Santiago, Tomás y Leonardo.

El tiempo lo pasaba platicando con ellos y ella ya se había ganado el cariño y el aprecio de ellos, incluso ellos la consideraban su pequeño ángel que había sido enviado a cuidarlos y a acompañarlos.

Pero un buen día llego al grupo un nuevo integrante: Killian, un niño un poco más grande que ella, hijo de Hernán, quien con escasos 12 años de edad se incorporaba al grupo.

Ashanty impresionada se acercó a Killian con la intención de hacerle la plática

—¿Por qué estás aquí?

Quizá no era una pregunta adecuada pero a Ashanty le invadía la curiosidad, no le importaba si Killian no le contestaba, después de todo quizá lo había incomodado con su imprudencia.

Y Killian respondió

—Mi mamá murió y me quedé solo, así que mi papá decidió traerme para poder estar al pendiente de mí, pues no tenemos más familia.

Ashanty no esperaba que Killian le respondiera, pero sabía que hacer.

—¿Quieres ser mi amigo?

Y Killian, estrechando la mano de Ashanty aceptó esa amistad.

Con el paso de los días comenzaron a jugar y Killian le enseñaba el campamento y la caballería. Pasaban momentos geniales.

Después de que Killian se sintiera en confianza con Ashanty accedió a acompañarla a la pradera y a conocer a sus amigos. Se lo pasaban de lo mejor. Los juegos ya no eran tan aburridos y por lo menos Bright ya no era la única contemplando las maravillas de la naturaleza sin hacer nada, pues Killian tampoco sabía que hacer.

El problema llegó cuando Ashanty tuvo que explicar a sus papás que se había hecho amiga de un humano. Corelia lo tomó con calma. Después de todo Ashanty tendría que descubrir el mundo un día, pero Arthur, después de haber hecho una rabieta interna al saber que su hija se había expuesto aceptó al pequeño amigo de la niña.

El Caballero y la Silfide #LDAW2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora