Capitulo 2

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Capítulo 2

Los siguientes días a la explosión fueron tristes y apagados en todo el distrito. A pesar de la comida que le dejaba a mi abuela en la mesa esta no había hecho el gesto ni por comer ni por probar la comida, quería que comiera pero por mucho que le había hablado y por mucho que había intentado animarla no conseguía que hablara.

Me senté en la mesa y apoye mi cabeza sobre mis piernas mientras que unas pequeñas lágrimas cayeran por mi rostro. Mi casa ahora parecía mucho más grande de lo que era, a pesar de que solo tenía una pequeña cocina, un salón, un baño y dos cuartos, uno en la primera planta donde dormía Sae y otro en el desván donde dormía, ahora parecía una casa mucho mayor que las que se encontraban en la aldea de los vencedores. Llamaron a la puerta y esto hizo que todos mis pensamientos se perdieran para mirar hacia la puerta, espere unos segundos por si Sae me pedía que fuera a abrirla o justo lo contrario, pero no. Me levanté con rapidez de mi asiento y coloque mi ropa en buenas condiciones, para después acercarme a la puerta y abrirla con una pequeña sonrisa.

—Señor... ¿Qué hace usted aquí?—pregunté mientras que mis ojos se agradaban.

—¿Se encuentra Sae, tu abuela, aquí?—pregunte con una pequeña sonrisa.

—Sí, está en el salón... como hace días—dije bajando la vista triste.

—¿Puedo pasar? Necesito hablar con ambas—dijo el acalde mostrando una pequeña sonrisa.

—Adelante, pasa—dije mientras que entraba en el salón y se acercaba a mi abuela, la cual reacciono rápidamente al verlo y se levantó.

—Señor, ¿a qué se debe su visita?—preguntó Sae intentando ser lo más cortes posible.

—Quería daros mi más sentido pésame por la pérdida de Dimitri Lafferty, era un buen hombre y un gran trabajador que dio su vida para que su nieta y su esposa tuvieran todo lo que necesitaban. Quisiera daros esto—dijo el alcalde mientras que sacaba una pequeña medalla de bronce y una pequeña bolsa que llevaba dinero por el ruido que hizo al sentirlo sobre mis manos.

—¿Qué hay en el saco?—preguntó Sae.

—Una pequeña suma de dinero que deberá de durar un mes, el tiempo suficiente para que podáis conseguir un empleo y sobrevivir. De nuevo, lamento la perdida de Dimitri. Espero que esto solo sea un pequeño bache en vuestra vida... adiós.

Me quedé parada mirando a la puerta durante unos minutos mientras que seguía teniendo el saco entre mis manos, lo deje en la mesa y espere a que mi abuela hiciera algo pero se quedó inmóvil durante unos segundos y luego se sentó de nuevo en una de las sillas mirando hacia el saco de dinero y la placa de bronce.

—Abuela... ¿Cómo vamos a sobrevivir?—pregunté con un pequeño hilo de voz.

—Trabajaré el doble de horas en el Quemador, no solo venderé objetos sino que comenzare con la comida, puede que nos salga bien.

—Yo puedo... yo puedo echar más tachuelas con mi nombre en los juegos y ahí tener más alimento—dije mirándole con una leve sonrisa.

—¡Ni pensarlo! Moriré de hambre antes de ver como tu nombre entra más de una vez. Buscaremos recursos por nuestros medios pero no a través de los juegos, ¿entendiste?

—Lo entiendo abuela pero, te prometo que haré todo lo que pueda para mantenernos. Somos una familia, necesitas que te ayude.

Durante los siguientes meses mi única preocupación fue intentar comprar y revender todo tipo de objetos y comida en el Quemador, mientras que veía como Sae volvía a ser la mujer sonriente que solo quería conseguir atraer la máxima cantidad de clientes y olvidarse de lo que pasaba fuera de nuestra zona de seguridad. Avance con cierta intranquilidad por los pasillos improvisados de la nave fijándome en todos los hombres y mujeres que estaban allí, en busca de una buena compra o de un trato. Me quede parada al ver al chico que me había sacado de la entrada de la mina por mi protección cuando hubo la explosión en las minas. Me fije en él, no aparentaba la edad que teníamos ambos sino que ya parecía casi un hombre. Él estaba discutiendo con un hombre acerca de algo que contenía en la mochila y que este no quería comprar, por alguna extraña sensación que no supe cuál era me quedé parada escuchándolos e intentando ser silenciosa para que no se diera cuenta de que los observaba. Al ver que el chico sacaba una manzana verde en perfectas condiciones y con un aspecto apetitoso pero el hombre se negaba y se marchaba. Mostré una sonrisa y me abrí paso entre la multitud para acercarme a él y tomarle del brazo para que él se volteara.

—¿Qué quieres, Brooke?—preguntó el chico mirándome, me quedé parada porque este sabía mi nombre.

—¿Tu eres el chico que estabas en las minas, verdad?

—Sí, soy Gale. ¿Qué pasa?

—Mi abuela, Sae, puede pagarte una buena cantidad por las manzanas y nosotras las revenderemos. Si saben igual que como su aspecto físico, las venderemos en seguida.

—¿No vas a preguntar de donde las he sacado?

—Aquí nadie pregunta por el origen de los objetos. Es una de las reglas del Quemador—dije mostrando una pequeña sonrisa.

—Entonces, si os traigo comida tanto frutas como comidas ¿me lo comprareis?

—Nosotras pondremos el porcentaje que te daremos por la comida, quieras o no quieras somos tu única oportunidad.

—¿Siempre eres así?

—Siempre, ya me iras conociendo Gale—comenté guiñándole un ojo.  

Los juegos del Hambre: El Sinsajo PlateadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora