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Así que Jimin estaba consciente que no importa cuántas lagrimas derramará por Yoongi, el chico no volvería, y no importa si ShinJun le promete la vida eterna, el sol, la luna y las estrellas, no habrá nadie como Yoongi, jamás lo habrá.

Así como también estaba totalmente seguro de que no existirá otra persona que pudiera llegar a amarlo como él. Jimin amaba a Yoongi. El chico sabía que no existiría persona que amara al mayor como él, de una manera tan sencilla pero tan perfecta, tan pura pero tan apasionada, tan humilde pero tan fiel.

Yoongi fue como su cometa azul, vino cuando más lo necesito, le demostró los placeres de volar alto y de la mera libertad.

Y es que nadie iba a amar a su hyung de la manera en que él lo hacía.

Porqué todos sólo verían a Agust.

Nadie conocía a Min Yoongi tanto como él lo hacía.

A Agust le gustaban las cosas simples, pero sabía que muy dentro de él, Yoongi era un poco detallista. Lo sabía, no por nada el mayor se había pasado horas en su cocina tratando de hacer un poco de chocolate a la perfección.

"Escucha caramelito, tienen que ser los granos de cacao correctos, la cantidad de azúcar perfecta, las piscas de canela más aromáticas que encuentres y los bombones más esponjosos de la bolsa."

¿Qué tanto valía su felicidad? ¿Una sonrisa? ¿La sonrisa de su madre? su felicidad no tenía un precio, no tenía una estimación ni cantidad y nunca lo haría, era sólo así, libre y espontanea, no tenía por qué tener un límite o condición.

Pero al parecer el destino le hizo una cruel broma, porque su felicidad si era condicional. Tenía nombre y figura, era rubio y le gustaban las galletas.

Agust fue lo que una vez nunca quiso, pero lo aprendió a amar, lo supo embriagar en una reconfortante aura de amor, y cuando conoció a Yoongi. Se dio cuenta que, en realidad, Agust siempre fue lo que deseo.

El cielo estaba nublado y hacia frío, justo como aquel día en que bajó de su auto y se llevó un par de caramelos a la boca.

"Oye.... tú...ohhh pero que niño tan bonito y dulce, ¿Qué comes? ¿Caramelos? ahh caramelos. Entonces, caramelito, ¿eres nuevo?"

Las puertas frente a él, para muchos, eran las puertas del perdón y del paraíso. Donde Dios esperaría pacientemente del otro lado. Pero para Jimin sólo era la entrada a su propio martirio, el comienzo a su agónica vida junto a un hombre que por más trataba de entender y comprender, su corazón no encajaba con la pieza de su rompecabezas.

Dejó salir un suspiro, las puertas se abrieron y la música comenzó a sonar. La sonrisa de su madre era enorme pero nivelada, su padre lucio una expresión serena, ¿había valido tanto? amaba sus padres, ¿pero valía tanto sacrificio en realidad? podía darse la vuelta, soltar el brazo de su padre y correr.

Lo hizo una vez, ¿por qué no de nuevo?

Había escapado de una pequeña jaula para entrar a una más grande, Jimin se sentía como un ave que no podía volar, un pajarito con las alas listas para marchar, pero sin poder despegar.

Entonces vio algo. Una sonrisa, una sonrisa familiar. Era una mujer, mayor y con expresión cansada, la única que se encontraba sentada, sostenía un bastón, tenía un elegante sombrero blanco que hacía juego con su atuendo. Una sonrisa que mostraba unas peculiares encías.

"¿Sabes que me gusta cuando sonríes? luces tan adorable, hyung, mostrando tus encías de esa manera, quisiera verla todos los días."

"Si te quedas a mi lado, prometo que podrás verla siempre, caramelito."

Daegu King [YoonMin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora