New Beginning

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New Beginning

Stephanie era una chica tozuda. Toda su vida lo había sido. Su mejor amigo de la infancia y el único amor que había conocido en su vida, Bucky, siempre se lo había dicho. Y esa tozudez le había permitido salir adelante en un mundo en que las mujeres eran vistas como proscritas, donde el éxito les estaba vetado. Allí, donde tantas habían fracasado, ella había triunfado a impulsos de su salvaje fuerza de voluntad. Se había convertido en una heroína, en la imagen que miles y miles de niñas alrededor del mundo miraban e idolatraban, esperando ser como ella. Si tan sólo supieran lo rota que estaba...

Tras setenta años sepultada en el hielo, ahora nuevamente se encontraba en medio de la pelea, dando lo mejor de sí misma. Por pura costumbre. Si no estaba en el campo de batalla se sentía perdida, como si no hubiese despertado en realidad. Era como vivir cada día en un mal sueño. Había encontrado cosas buenas, es cierto. Había llegado a apreciar, incluso a querer a la gente que la rodeaba, a sus nuevos compañeros. Pero, siempre había algo que le faltaba, un vacío que no terminaba de llenar. Algo le hacía falta. Él le hacía falta y nada se lo traería de vuelta, por mucho que lo deseara.

Como cada día, descargaba sus frustraciones en un saco de boxeo. El sudor le corría por las sienes y el cuello, empapando su camiseta de algodón. Sabía que nada conseguía con ello, que el cansancio se llevaría sus pensamientos sólo por un momento y luego volverían a la carga con mayor fuerza. Sentía que le habían arrancado la vida. Alguien, quien fuera, había decidido quitarle al hombre que había amado toda su vida, las ganas de vivir, todo lo que quiso, todo lo que soñó, todo. La había dejado como una carcasa vacía que se movía por inercia, porque debía hacerlo. El sentido del deber era lo único que la mantenía en pie.

O, eso creía ella.

– Hola, Stephanie Grace– saludó una voz gruesa a su espalda. Steph rodó los ojos, suspirando. Sólo alguien la llamaba así en todo el mundo.

– Nataniyel...– respondió ella, apartándose el sudor de la frente con un brusco manotazo.

Sabía que él odiaba que usaran su nombre en ruso, y aquella era su manera de vengarse. Odiaba que la llamaran por su nombre completo porque así era como la llamaba James y no le gustaba oírlo en otra voz que no fuera la suya.

– Mi nombre es Nate, capitana.

– Tu nombre es Nataniyel Alianov Romanov. Y si insistes en llamarme Stephanie Grace, así te llamaré yo– el ceño fruncido de Nate se distendió y ambos se miraron un momento antes de soltar una carcajada

Steph sintió que el peso en su pecho desaparecía brevemente al escuchar aquella risa tan franca y distendida. Se fijó en como su pecho se sacudía al reír y aquello le agradó. De un tiempo a esta parte que Nate se había convertido en un buen amigo, un confidente. Nate se le acercó y le entregó una toalla, buscando los ojos azules de la chica. A través de ellos, supo que algo andaba mal con ella. Carecían de su brillo característico y se veían de un azul más oscuro, más profundo. Como el del mar tormentoso.

Eternal LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora