Salimos fuera. Hace un día espléndido, bien soleado, templado, aunque con un poco de viento, típico de allí. Nos sentamos en uno de los bancos. Y empiezo a hablar, a decirte todo. Y entonces tú me dices lo que yo más había deseado escuchar.
Tú también sientes lo mismo que yo.
Jamás olvidaré las mariposillas de novata enamorada que tuve aquel día.