Celular nuevo

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A tí no te hacía falta tener un celular, ya llevabas como un año desde que el tuyo se había arruinado. No eras como yo con mi apego a los celulares y redes sociales. Pasaron los meses y cada vez que hablábamos en Messenger desde la computadora usabas emojis que se podían malinterpretar o me confundían y seguías llamandome Baby de vez en cuando.

Una vez mientras salíamos de clases te pregunté: -¿No te hace falta tener celular y mensajear?- seguimos caminando. 

-No. No soy como vos- Me parecía raro e insistí. 

-No, ya en serio. ¿No te hace falta estar en Facebook? -No-. Respondiste serio mientras comías un trozo de chocolate. -Me conseguiré un celular cuando sea importante. 

-¿Cómo cuando encontrés una "baby" para hablar?- te respondí tratando de indagar más y tratando de sonar graciosa. Te reíste. Sabías que así les decías a las chavas. 

-Exacto, cuando tenga una baby en especial entonces me conseguiré un celular-. Terminó nuestra conversación y la barra de chocolate que estábamos compartiendo también. 


En esos momentos no entendía ¿Por qué entonces no tenías un celular aún? si yo estaba ahí frente a tí. Ahí me tenías. ¿Por qué no te conseguías un celular para hablar conmigo? ¿No era yo acaso esa "baby" con la que podías hablar? 

No supe ver las señales que obviamente yo no era esa "baby especial" para ti. 

-¡Hey, vamos por hamburguesas!- Sé lo mucho que te gustan. Te planteé la idea porque quería salir contigo. 

-chivo. ¿El otro jueves?

- Sí, dale. Me parece- Respondí con emoción. 

-Vaya, así quedamos, Loser- Te despediste. 


El miércoles en la tarde mientras escuchaba mi estación preferida buscaba en mi clóset que ropa ponerme el siguiente día. Quería verme bonita, no quería verme tan diferente a lo usual para que no resultara tan obvio. Elegí unos jeans y una blusa sin mangas un poco ajustada. Después de dejar todo listo subí a mi terraza a beber mi café caliente. 

Había esperado toda la semana para que el jueves llegara. Deseaba verte y en mis adentros sería algo parecido a una cita y esperaba que me regalaras una girasol. Sabes muy bien que son mis flores favoritas. 

La vez que te lo conté, me dijiste:  -Qué básica sos, Loser-. 

Me defendí con -¿Y que querés que haga? Son mis favoritas y punto-. 


En verdad quería creer que tomarías en cuenta mi comentario y decidirías regalarme una. Me dije a mí  misma: "Si me regala una girasol, será señal que en verdad le gusto y que podríamos intentar algo más adelante". 

Mi alarma sonó en la mañana. Jueves. El jueves que había estado esperando. Veo mi celular. Una notificación de Messenger. Un mensaje tuyo que decía: "No podré ir hoy. Luego te explico". Lindo mensaje de buenos días. ¿No? Después de procesar la información y que mi cerebro empezó a trabajar, intenté indagar qué pasaba contigo o si estabas bien. 

-¿Cómo estás? ¿Qué te pasó? ¿Estás bien?- Te respondí el mensaje

-No quiero hablar ahorita. Me siento mal- Estabas en línea así que respondiste en ese justo momento.

-Entonces... sentate bien. 🤣🙊-. Quise ser graciosa y animarte. 

-¿Por qué nunca te tomás las cosas en serio? Sabes que, bye.- Desconectado decía tu chat.

En verdad no quería seguir con el drama, así que solo me desconecté igual. De verdad que no te entendía. Eres tan frágil, tan sensible a todo, todo te enoja y el hecho que te enojaras conmigo me molestaba aún más a mí. Lo que siempre me cayó mal es que nunca aceptabas tu culpa cuando la tenías y no te disculpabas. 

No hubo salida. No hubo jueves. Ni hamburguesas o girasoles. 


A los días nos encontramos otra vez en los pasillos. 

-¡Hey, ¿qué ondas?- dijiste como si nada. 

-Hola- respondí sin ninguna emoción. 

-Lo siento, el jueves me sentía mal y no quería salir. 

-Tranqui, no te preocupes- dije tratando de no seguir la conversación. 

-Gracias por entender. 

-Si, ya sabes. Me voy que ya es tarde. 

-Sí, dale. Hablamos después-. Me fui y tú también seguiste tu camino como si nada.


A los días me volviste a escribir a Messenger. 

-Tengo buenas noticias para ti. Me regalaron un celular así que ahora si vamos a poder hablar en WhatsApp😎. Eso decía tu chat. 

No voy a mentir. Sí me alegró que ya tuvieras un celular porque había sido muy complicado antes el hecho de encontrarnos en algún lugar y si no nos veíamos cómo hacíamos para darnos señales que ya estabamos en el lugar o para decir estando allí que te esperara cuando tus clases te tomaban más tiempo de lo normal. ¿Cómo hacíamos para comunicarnos? Pues a veces nos encontrábamos a pesar de toda la gente alrededor o a veces terminabamos yéndonos porque no lo habíamos conseguido. Así que la verdad, esta noticia si me dio gusto. 

El festival de cine francés se acercaba. Estabamos sentados en la cafetería. Tú hablabas de tus proyectos por entregar en la universidad. Yo te hablaba de los actores de la película. Creo que apenas y me prestabas atención pero para mi sorpresa dijiste: -¿Sabes qué? vamos a ver esa película, ya me dió curiosidad. 

Solo te ví con ojos como preguntando si hablabas en serio. -¿No me vas a dejar valiendo esta vez? 

-Ya vas otra vez con el drama. 

-Hablo en serio, después me vas a volver a salir con que no podés. 

-No, te prometo que esta vez si vamos-. Y así quedamos, otra vez. 


Que bueno que esta vez era un sábado. Ninguno tenía otras cosas por hacer, así que decidimos ir ese día. Prometiste llevarme a comer pizza como compensación de la salida anterior que ya no pudimos ir por las hamburguesas. 

Mi celular sonó. No quería contestar. Tenía miedo que me cancelaras otra vez. Dejé que el celular sonara una y otra vez. Lo ignoré y se terminó el tono de llamada. 

-¡Hey Loser!-. Un mensaje tuyo. No lo abrí. Lo vi desde la barra de notificaciones. 

-Vamos a almorzar primero y luego al cine-. Agregaste esto.  Antes habíamos quedado que iríamos a ver la peli en la tarde e iríamos por pizza en la cena. Así que un ligero cambio no me preocupó.

-Está bien-. Respondí. No quería emocionarme. Sabía que en cualquier momento te ibas a arrepentir e ibas a cancelarme y dicen que si deseas algo con todas tus fuerzas sucede. Sucedió. 

Escribiste otra vez a media noche del viernes que tu mamá regresaba de viaje y que irías a recogerla. Al menos esta vez no me molestó. Sabía cuánto extrañabas a tu mamá y lo feliz que estarías de verla otra vez. Esta vez tenías una razón válida. 

Al mediodía del sábado -¿Qué no dijiste que ibas a salir a almorzar?- Pregunta mi mamá con curiosidad. 

-No, Ya no. Las niñas cancelaron los planes. 

-Bueno, yo ya hice el almuerzo, así que solo está que vos te sirvas-. Nunca le dije a mi mamá que salía contigo. Siempre le dije que era con alguna amiga o que iba a reunirme con algún grupo de trabajo por tareas de la universidad o de la academia. Nunca le mencioné que tú existías. Creo que es así como debía quedarse. Nunca debiste existir en mi vida. Nunca debí conocerte en ese bar. Nunca.

Soy Vivi y soy un libro abiertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora