Parte IV: Leyenda

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-¿Ricardo, cómo fue que paso todo esto? -preguntó Estela limpiando las heridas de Carlos con sumo cuidado, ya que podía ver que aún estaban recientes y probablemente le dolería. Carlos, estaba recostado en su cama, inconsciente.

-Te lo explicaré, pero primero necesito asegurarme de que Carlos estará bien -respondió Ricardo preocupado.

Después de que Carlos perdiera el conocimiento, Ricardo sólo pudo llamar a su esposa para que lo ayudara a trasladar a su compañero a su pequeña habitación.

Estela llegó tan rápido como pudo, el miedo y nerviosismo en la llamada de su esposo era evidente y muy rara vez lo había visto en la situación en la que lo encontró.

Angustia, nervios y miedo era evidente. Ella, automáticamente también se preocupó al ver a Carlos, apenas consiente y quejándose, Ricardo lo sostenía a duras penas en una pequeña parada de autobús. Ambos lo llevaron en el auto, pero en vez de dirigirse al hospital, Ricardo había decidido llevarlo a su pequeña habitación, ya que, según él lo que tenía Carlos, no lo iban a poder curar médicos ni doctores.

Una vez que llegaron, lo llevaron cuidadosamente a su habitación, en un momento Carlos, recobró levemente la conciencia, pero Ricardo, le había dicho que se calmara y que necesitaba descansar, que ya estaba seguro. Estela sabía que había ocurrido algo y su esposo no le estaba diciendo toda la historia, pero se dispuso a limpiar las heridas en el pecho de Carlos, sin hacer muchas preguntas. Veía a Carlos, quejarse en los sueños como si estuviera teniendo pesadillas.

Luego de terminar de limpiar y asegurarse de que Carlos estaba en perfecto estado, ambos se retiraron de la habitación.

Ricardo se dirigió a la pequeña cocina y se dispuso a preparar algo de café. Estela lo seguía, pensativa, en su mente intentaba darles explicación a los misteriosos rasguños de Carlos, sólo esperaba que su esposo le explicara, cómo es que 2 excelentes detectives policiacos, habían terminado en esa situación.

-¿Amor? - preguntó Estela recordándole a Ricardo, que le debía una explicación por todo lo que estaba pasando.

Ricardo hizo una leve pausa en lo que estaba haciendo, respiró lentamente y encendió la cafetera, cuando el aparato empezó a preparar el café, se giró para ver a su esposa.

-Fue el silbón -soltó sin más.


Estela lo miró con sorpresa. El pequeño lugar se llenó de un silencio incómodo. Ambos se miraron por unos largos minutos.

-Ricardo, sabes que como detective, no puedes andar diciendo que un espanto atacó a tu compañero -susurró Estela.

-Ahora entiendes, por qué no quise llevarlo al hospital, qué iba a decir en el informe ¿Qué fue asaltado? -Ricardo hizo una pausa-. Yo lo vi.

Estela se levantó de la silla y se acercó a su esposo. Tomándolo suavemente por la cintura. Y mirándolo con dulzura.

-Amor, ese espectro va acabar con tu cordura y la de todos en la estación. -Estela podía percibir la preocupación de su esposo.

-Lo sé, es sólo que no sé cuánto tiempo tendremos que soportar -respondió Ricardo preocupado.

-¿Cómo crees que se sentirá, Carlos, cuando despierte?, He escuchado que no es de creer en cuentos -preguntó Estela con precaución.

-No lo sé, seguramente tendrá muchas preguntas. Nadie en la estación desde su llegada ha querido decirle, que esto siempre ha ocurrido aquí y en muchos otros lugares, y que no hay nada que podamos hacer -explicó Ricardo.

-Lo sé. Nadie creería que un alma en pena, vaga en busca de una venganza que nunca logrará consumir -agregó Estela.

-Creo que al final de todo, nos quedamos sin opciones -respondió Ricardo completamente desanimado.

El Silbón:Una Historia Para No DormirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora