Louis bostezó, tomó su humeante taza de té con ambas manos y sopló sobre ella antes de acomodarse en el sillón frente al calor de la salamandra. Se sentó sobre sus pies descalzos enfundados en unas gruesas medias de lana mientras tallaba sus ojos con los nudillos para deshacerse de cualquier resabio de sueño.
Fuera, la nieve caía en una lenta danza clara, tiñendo de blanco el verdoso paisaje.
Amaba los días nevados.
Si bien la cantidad de nieve impedía que pudiera trabajar, la nostalgia de estos días le calentaba el corazón de una forma totalmente diferente. Su cabaña era su refugio y le traía preciosos recuerdos de su niñez a pesar de encontrarse en otro pueblo, rodeado de personas hasta hace poco desconocidas.
Louis era profesor de música en la escuela primaria del pueblo. Se formó en Londres con las mejores calificaciones en una gran universidad, pero a pesar de su futuro brillante y su inminente éxito, la gran ciudad lo asfixió rápidamente. Extrañaba la tranquilidad del bosque estando entre tanta gente, la pureza del aire y la belleza de su flora y fauna. La ciudad era caótica, gris. Sencillamente no era para él.
Así que cuando oyó de aquella oportunidad de trabajo en el bello pueblo alejado de la ciudad, no perdió tiempo. La villa era muy linda, mucho más que la de su niñez (por mucho que le costara admitirlo); las personas eran amables y trabajadoras, listas para tender una mano de ayuda.
Le tomó tiempo adquirir la propiedad, pero con sus ahorros y la herencia de sus padres, Louis pudo comprar la cabaña de sus sueños en el lugar de sus sueños. La cabaña alpina, de pisos nacarados y sólida construcción contaba con dos habitaciones, dos baños, un precioso porch y -su parte favorita- un pequeño patio que daba a una gran sección del bosque.
Cuando era pequeño, su padre trabajaba como guardabosques en el pueblo en el que vivían. Él les había enseñado a Lou y su hermana todo acerca de la supervivencia en la naturaleza. Pasaban días enteros siguiendo conejos, clasificando especies de árboles y aprendiendo sobre animales. Las noches en las que su padre los invitaba a acampar eran las favoritas de Lou porque podía dormir mirando las estrellas y tocar la guitarra junto a la fogata encendida por sus propias manos.
Por eso, cuando puso un pie en la propiedad, quedó maravillado e hizo todo lo posible por conseguirla. Esperando alguna vez poder compartir esos recuerdos con alguien especial.
Louis suspiró, completamente relajado y dejó su taza vacía sobre la mesita junto al sillón mientras veía por la ventana; la nieve y el susurro de los árboles lo atraían como canto de sirena.
Hacía días que su mente gritaba por una rápida exploración por las cercanías de su propiedad, pero la falta de tiempo debido a su trabajo le había impedido ceder a su deseo. Entraba temprano en la mañana y para la hora de la vuelta a casa eran pocas las horas de luz que quedaban. Louis conocía suficiente sobre el bosque para saber que cualquier excursión con pocas horas de luz y con ese frío sería una completa locura para alguien solo sin el equipo adecuado.
¿Pero que le impedía hacerlo ahora?
El día apenas comenzaba. Las clases estaban canceladas por la semana gracias a la gran nevada así que, luego de abastecer su alacena y su provisión de madera para la salamandra, Louis no tenía necesidad de bajar al pueblo. Aún habían varias horas de luz solo para él y luego podría volver la deliciosa tarta de calabaza que esperaba en su refrigerador.
Maravilloso plan.
Con una sonrisa perlada repleta de arruguitas junto a sus ojos, Louis se vistió con su equipo para la nieve, su gorro y la nueva bufanda que se había comprado luego de perder la suya. Puso en su mochila botellas de agua junto a algunas manzanas, barras de cereal, una manta, cerillos y su cámara de fotos. Su fiel libreta de canciones descansaba en el bolsillo interior de su abrigo. El celular en las manos, listo para enviar un mensaje:
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Los cachorros del zorro
FanficLa belleza del bosque atrajo a Louis desde su niñez, como una eterna hipnosis a lo largo de su vida. Su corazón encontraba paz entre la naturaleza tranquila y eso era todo lo que necesitaba para ser feliz. O eso creyó.