Espectador

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"Por fin, estás listo".

Erik lo contemplaba con satisfacción. En realidad, no sabía si se llamaba Erik o no, pero le pegaba el nombre. Parecía una buena persona.

"Espera, voy a ir a por algo para ti. No te muevas".

Mientras veía cómo desaparecía ante su vista, sintió un leve cosquilleo. Bajó la mirada, y encontró un pájaro que repiqueteaba en sus pies. Era un cuervo, negro y majestuoso. En ese momento en que decidió decirle algo, salió volando. Y él simplemente miró en silencio cómo lo hacía. El cielo parecía interminable...

"¿Verdad que es bonito? Algún día yo estaré ahí arriba".

El joven Erik acercó un sombrero de paja y se lo puso en la cabeza. ¿Cuándo había llegado? Realmente no le importaba. Le sonrió, pero el muchacho no debió darse cuenta. Se tumbó en la hierba y empezó a hablar.

"Siempre he querido hacer amistades, supongo que ya era hora. Yo soy...".

En realidad no era relevante. Le bastaba con escucharle hablar, incansablemente, entusiasmado, con su hermosa voz. Pasaron las horas y la noche cayó, él se despidió. Le dijo que volvería.

Misma hora, mismo lugar, un tiempo poco agraciado. Pero Erik había venido. Había cumplido con su promesa. Y como el día anterior, se tumbó y empezó a hablar.

Le contó que sus padres le habían echado la bronca por no ir al instituto, por saltarse las clases. Que lo castigaron pero le daba igual. Le dijo que su vecina lo miraba todo el rato, como si estuviera enamorada, y hablaba con él, le reía las gracias y todo, pero que no estaba interesado en señoritas. Que eran una pérdida de tiempo, que prefería ir a lo suyo con los chavales.

Y otra vez, cayó la noche.

"Nos vemos mañana".

Pasaron unos meses. Durante todo ese tiempo, Erik lo visitaba a diario y le hablaba de lo que pasaba. Los cotilleos, el instituto, su hermana y sus amoríos, sus padres y sus castigos... Se habían hecho prácticamente íntimos.

Ese día, recibió un gran noticia.

"Creo que me gusta alguien, y me ha pedido salir. Pero no digas nada, que me da corte. Y mi padre se enfadaría conmigo".

Al parecer, había conocido a un chico agradable. Pensó que era una lástima, porque también le gustaba Erik. Pero tendría que aguantarlo. Era una alegría verlo hablando de ello con ese rostro de felicidad mientras se revolcaba entre las briznas de paja.

Pasó el tiempo. Pasó rápido, a toda velocidad. Aunque nevara, Erik nunca fallaba a su cita, y siempre que iba hablaba largo y tendido de cualquier cosa. Era apasionante escucharlo.

"Algún día, cuando crezca, saldré a conocer mundo. Y te lo contaré todo sobre las tierras lejanas. Traeré riquezas, ¡ya verás!"

Pensó que a él también le gustaría hacerlo. No conocía más mundo que aquel que veía todos los días: campos, flores, trigo, vacas y el mismo cuervo de siempre. Y era un mundo bello, pero no le bastaba.

Con el tiempo, aquel joven muchacho dejó de serlo. Ambos envejecieron, a pesar de seguir viéndose. Había pasado tanto tiempo... A Erik le habían empezado a salir algunas arrugas, y ya no hablaba tanto. Ni siquiera se tumbaba. Se quedaba de pie a su lado, y miraba al infinito con cierto halo de tristeza.

"¿Cómo será el cielo?"

Empezó a llorar en silencio.

Él no pudo hacer más que mirar. Él también estaba mayor.

Al día siguiente, Erik no vino. Ni al siguiente. Ni ninguno más.

Y él se quedó esperando. En compañía de un cuervo, a la misma hora, en el mismo sitio. Siempre esperando y mirando al cielo. Intentando encontrarlo. Esperando, nada más.

Se le subía por las piernas la hierba, las flores, el amarillo paja. Ya no quedaba más que hacer.

"Al fin y al cabo, no eres más que un espectador inútil".

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⏰ Última actualización: Apr 25, 2020 ⏰

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