Dia 1.

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El día que me uní, yo me uní para servir, pero anhelaba más que me sirvieran a mi. Yo estaba dispuesto a pisotear a quien se atravesara en mi camino. Nadie podía estar por encima de mi … nadie… nadie… no.

Golpeo la botella contra la pared. Reventó los cristales, que no bastó una, aventó otra, otra y otra más.
Aquel hombre se despeino, soltó su cabello rubio en muestra de furia y solo tomo otra botella más para estrellar la contra la pared.

Estaba molesto, se sentía impotente, se sentía furioso, se sentía decepcionado y frustrado consigo mismo, y… ¿cómo no podría estarlo?

Había meditado, por días, semanas, incluso meses desde que llegó aquel lugar. Había dado vueltas al asunto, jamás quiso pensar en aquello, pero desde que aquel compañero de trabajo, Melone, le había dado aquella mirada y aquellas palabras, no pudo más..  no lo pudo ignorar. Esa noche, había explotado.

Tu tienes algo más con el jefe" se burló, viendo al rubio sentado a la mesa de la sala, después de aquella reunión y haber recibido su paga.

-Idiota- murmuró entre labios y golpeó la pared. Cuando Melone se lo había dicho, no había hecho otra cosa más que sonrojar, quiso cambiar el tema, evito aquel joven e intento seguir en vano con su vida. Pero mientras más lo miraba, más lo pensaba.

No pudo evitarlo.

-Prosciutto- le hablo, tras haber terminado la reunión, esa tarde. El rubio se detuvo, mientras al resto con la simple mirada, aquel mayor de ojos rojos y cabello blanco, hizo salir al resto de su equipo de aquel lugar

-Risotto- contesto, en señal de respuesta, ambos se miraron entre sí. Prosciutto ya no se intimidaba ante aquella mirada, tanto tiempo que la conocía, ya se había acostumbrado a ella.

-¿Tienes algo que decir?- le dijo el alto, de prendas negras, mientras Prosciutto quedaba de pie en la sala.

-¿Hay algo que debes saber?- contesto, como siempre a la defensiva, se sonrio, pero el de cabello blanco ninguna emoción demostraba. Fue cuestión de tiempo, de mirada y de silencio entre los dos, que el joven de cabello rubio sintió algo en el pecho. Pocas veces lo había sentido, pero últimamente era con más y más intensidad, cada vez era difícil controlarlo, evitarlo, pero eran muy pocas y contadas las veces, que ambos se quedaban solos los dos.

-Prosciutto- insistió, con un pequeño tono monótono. Y el rubio oculto sus manos bajo los bolsillo, bajo la mirada e intento hurgar torpemente en ellos los cigarrillos

-En el saco- señaló a la distancia el superior, el rubio reaccionó, no pudo evitar tronar los labios y torpemente, buscar en su saco la cajetilla.
Risotto era tan sigiloso, tan rápido, que fue el quien metió su mano bajo la prenda.
Prosciutto quedo quieto, paralizado, hacia un parpadeo lo había dejado sentado lejos de el, pero ahora lo tenía frente a frente.

Tan cerca suyo, que sintió el rostro arder.
Metió su mano, hurto el bolsillo y sacó la cajetilla sin jamás apartar la vista de los ojos azules del rubio.

Risotto siguió en silencio, Prosciutto quedo helado. El alto, de cabellos blancos puso la cajetilla en la mano de su compañero a la vez que acercó su rostro al suyo, estaba tan cerca, tan pegado a el, que sentía el aliento de su superior correr por sus mejillas

-Estas nervioso- le murmuro, sin alejarse ni un centímetro. Prosciutto sentía que si movía los labios, si decía una palabra, sus bocas se tocarían. No podía, ni siquiera pudo tomar en su mano la cajetilla que el mayor le dio.

-¿Por qué?- pregunto en voz baja, Prosciutto se sintió incapaz de decir una sola palabra, pero en su mente solo deseaba una cosa, su mente le estaba haciendo una mala jugada y sus emociones, pedían un pequeño empujón, un sutil empujón de su rostro al suyo. Pero no se movió.

Risotto le tomo de la cintura, hizo al joven rubio dar un salto y en su sorpresa, el alto le robó un beso.

Un beso corto, lento, sencillo.
Prosciutto sintió su rostro arder, su sangre hervir y su cuerpo anhelar más. Pero a cambio, sintió como el de cabello blanco se apartó y lo empujó contra la pared, lo tiró al suelo sin un titubeo, y se burló de él.

-Patético- se quejó, Prosciutto se heló -Aquí no hay lugar para  cosas tan patéticas como está Prosciutto- le reclamo, aventándole la cajetilla que frente a sus ojos en su mano, destrozó.

-Si tienes emociones, te sugiero que te largues, no quiero verte si tienes emociones porque los sentimientos son para los débiles- le recriminó Risotto frente al rubio, quien para rematar, extendió su mano a él, Prosciutto malamente extendió su brazo y a cambio, sintió dolor en su cuerpo, en su mano.

Navajas cortaron su palma extendida, escurrió sangre y sintió ardor en las heridas. El alto apenas se limitó a sonreír frente a el y en un regalo más, le dejo una aguja dentro de su boca. Fue generoso, solo una aguja, como advertencia.

-¡Maldita sea! ¡Maldita sea!- grito, pateo un mueble que se atravesó y golpeó su mano herida también contra la pared.

Lloro, por primera vez en tanto tiempo lloro y no lo evito.

Si quería seguir, tenía una orden que cumplir. No tener emociones, olvidar esos estúpidos sentimientos o al menos…
Al menos guardarlos en un lugar, en un lugar donde el no los pudiese encontrar.

Prosciutto sabia que jamás seria correspondido, sabia ahora que aquel hombre jamás le mostraría algo de cariño, ni en futuro una pizca compasión
La única compasión, fue ese día. Ese momento, esa aguja…

Prosciutto no olvidaría jamás como le trato ese día, él lo supero, aunque se juró así mismo que ni una persona más lo superaría. Por eso guardaría aquella aguja, como un recordatorio de toda su vida.
A excepción de Risotto Nero.

RisoPro Week 2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora