Capítulo 9 de los recuerdos que rompen

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Conrrat no entró a clases. Llevo medio año como su "mejor amiga" y siempre que no viene me avisa antes de tiempo para que tome nota y haga su tarea ese mismo día.

No soy cercana a ninguno de los chicos de la escuela y las chicas tienen intensiones de enterrarme viva. No me quedó más remedio que acudir a Bárbara de tercer año, el único ser humano además de mí con una postura neutral.

-Conrrat ayer pidió el día libre -Bárbara arregla su uniforme mientras se ve en el espejo del baño- Tal vez no puedas verlo en todo el día.

-Solo por si acaso, ¿dónde entrena? Tengo que entregarle las tareas y los apuntes de hoy.

-Tareas y Conrrat no combina en la misma oración. ¿Pero tú, él y una cancha? -Bárbara mira mi reflejo de arriba abajo- Está en las canchas. Luego me cuentas qué te parece. Sería curioso saber lo que piensas.

¿Qué se supone que tiene que parecerme?

Al llegar a las canchas, vi a un grupo de chicas escondidas detrás de los arbustos que cubren las rejas. Tosí dos veces, cosa que al momento hizo que saltaran de sorpresa.

-¿Qué tanto miran?

-Nada en especial -tartamudea una chica de pelo negro- Fuimos al baño y quisimos ver las flores.

Flores ni que carajos. ¿Creen que nací ayer?

-O me dicen qué veían o les digo a los profesores.

Se lo merecen por creer que pueden amenazarte. Vamos, hazlo.

Las chicas se miran entre sí, pero ninguna me responde.

-Bien, entonces lo veré por mí misma a ver cómo se salvan de lo que les espera -me giré entrando en la cancha de basquetbol- Perdone las molestias profesor, pero debo de entregarle los apuntes a...

No sé si esto es a lo que se referían las chicas de tercer año cuando hablaban de estar en el paraíso. Me hace sentir extraña, una sensación que antes no había sentido en ningún momento de mi vida.

La pequeña toalla alrededor del cuello de Conrrat cubre apenas una parte del uniforme de basquetbol, empapado por las aguas de su botella y el sudor.

Sus mechones de pelo están amarrados en un chongo, aunque uno que otro se apega a su frente.

Las gotas se deslizan por su manzana de Adán.

Los músculos de su brazo como si quisieran destacar, se ajustan a las mangas compresivas de su uniforme al igual que las calcetas de sus piernas.

Conrrat para la edad de 14 años, trabaja mucho en su físico. Es lo que llama más la atención de las niñas.

Pero su sonrisa.

Olvidé el detalle de sus caninos puntiagudos, porque Conrrat casi no sonríe de esa forma.

Una sonrisa larga. Sin carcajadas de burla o de desprecio.

Es una imagen atractiva.

Mis mejillas enrojecen, mi cuerpo se paraliza aun sintiendo esa electricidad y lo peor es que mis ojos no pueden dejar de verlo, no pueden mirar a otro lado.

Es ridículo. ¿Por qué me cohíbe ver a Conrrat?

Enciende tu cerebro, pareces una pervertida.

-Loquita, viniste temprano.

-Por favor no me llames así -automáticamente respondo. No necesito gritarle ni darle el lujo de sacarme de quicio- Sí, a la misma hora. ¿Otra cosa que quieras saber?

Act est Fabula [#4 Saga Willow]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora