Capítulo Veintiuno - A la sombra de los eucaliptos

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—Buenas tardes, Alas.

—¡Dreamy! Buenas tardes para ustedes —respondió amable el híbrido-mariposa, tomado por sorpresa en la parada del tranvía número tres—. Me he enterado acerca del recado de la molagola, ¿qué tal les ha ido? No creí que la señora Vérmel fuera capaz de aplicar un castigo semejante, a decir verdad.

—Nos ha ido muy bien, gracias por preguntar —le dijo más escueta que lo usual, escondiéndose tras una sonrisa inadvertida.

—¿Qué ocurre? —pareció adivinar el mensajero del SEPOMA—. ¿Ha sucedido algo con la encomienda? —Alzó la vista a la construcción de la Casa del Bosque.

—Oye, Alas, junto a Peachy y Uvita organizaremos un pícnic en el Bosque de las Setas. ¿Te gustaría acompañarnos?

—Ah, por supuesto, Dreamy. Muchas gracias por la invitación. —Curvó sus antenitas perspicaces y se dispuso a indagar—. Pero no me...

—Si acaso te cruzas con Pirino, dile que también querríamos que asistiera. Luego les avisaremos el día indicado, aún no lo hemos decidido —interrumpió la coneja con una mueca de felicidad.

—Tendremos que escoger uno en el que sencalchen ilumine la arboscaria. ¡O podríamos realizarlo bajo la lluvia! —razonó Peachy—. No, mejor un día soleado, definitivamente.

—Conque sencalchen. Desconocía que hablaras gardeliano del bosque, Peachy. Usted con certeza lo ignora, señorita Bunny, no me engaña.

—Oh, señor Alas —siguió el juego—. Cuán perceptivo se ha vuelto con los Moonling. Le contaremos todo acerca de la molagola durante el pícnic.

—¡Ajá! ¡Lo sabía! Sus bigotes no mienten, señorita Bunny. Anticípeme un poquito, por favor.

—¿Volarás esta tarde? —volvió a cambiar de tema la coneja.

—Reposaré mis alas de regreso al SEPOMA. ¿Por qué lo dices, Dreamy?

—El tranvía.

—¿Qué tranvía?

—El número tres. —Peachy le señaló el vagón que se encontraba a punto de partir y dejarlo allí.

—¡Cebollas! ¡El tranvía! —Se reverenció y corrió hacia la formación que comenzaba a ganar velocidad. Sostuvo la baranda metálica de la puerta delantera y gritó con su mejor voz grave—. ¡Nos volveremos a encontrar, señorita Bunny!

—¡Ja, ja, ja! —río Dreamy histriónica—. ¡Hasta la próxima, señor Alas!

El híbrido-mariposa soltó una carcajada mientras el tren se perdía de vista tras las fachadas de los edificios.

Dreamy mantuvo su brazo en alto hasta que la silueta del mensajero ingresó al vagón. Le hubiera encantado contarle los pormenores de la travesía en ese preciso instante y no escatimar en detalles. Debido a su posición, Alas comprendía los riesgos que representaba la molagola. Intuyó que querría conocer cada paso que hubieran dado dentro del Eregebe. Pero, para que eso sucediera, tendría que esperar al encuentro en el refugio. Sabía que captaría su completa atención cuando llegara el momento, sin las prisas y preocupaciones del servicio postal. Además, también estaba el asunto del Permiso Limitado de Exploración. ¿Qué mejor sitio que el Bosque de las Setas para revelárselo?

***

A medida que se acercaban al límite norte de Bunnbunne la ansiedad repercutía en el morrito impaciente de Dreamy. A la distancia, los troncos de las ciudades-árbol sobresalían por encima de la arboleda. Por suerte las divertidas conversaciones con Peachy distraían sus nervios, aquellos que creía no poder resistir ni un segundo más. Deseaba correr por el sendero de eucaliptos, irrumpir en la Panadería de Clair, abrazar a Bi y Ci, y atravesar el jardín hacia su hogar donde se abalanzaría sobre sus padres y sus demás hermanos.

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