Capítulo 3

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–...Y luego mi padre, Mikey y yo hicimos una corta visita a Disney World, aunque mi padre, en realidad, se quedó durmiendo en el hotel mientras nosotros hacíamos el recorrido. –Gerard suspiró. –le pagó a uno de los sujetos que trabajan con él para que se hiciera pasar por un tío nuestro, ¿pueden creerlo?

Las amigas del pelinegro lo observaban con sonrisas soñadoras. Por más que Gerard hiciera ver sus vacaciones como lo peor del mundo, ellas hubiesen dado todo a su alcance por darse los gustos que los Way se daban.

–Y dinos, ¿conociste a alguien en ese viaje? –preguntó Lindsey, moviendo sus cejas de arriba a abajo.

–Si, Gee... ¡Cuéntanos! –apoyó Jamia, que normalmente era la más calladita, pero le encantaba el romance.

Las pálidas mejillas del jóven se tornaron lévemente rojas, dándole un aspecto increíblemente tierno que desentonaba con su perra interior.

–Ay, chicas, ¿acaso creen que organicé esta pijama party para hablar sólo de mí y de mis amoríos? –preguntó el pelinegro, tornándose serio por un momento. –¡PUES CLARO QUE SI, PERRIS!

Y así fue como el pelinegro comenzó a relatarles las historias de sus amores de verano.

–Pues verán, en mi tercer día en El Caribe, me encontraba yo en la piscina del hotel...

"...El sol aquella mañana parecía dispuesto a asarme cual pollo al limón, por lo que siendo yo un ser humano inteligentísimo, me dirigí a la zona cubierta de la piscina.

Una vez que estuve resguardado del tremendo sol, me dediqué a observar –con extremo disimulo– a algunos de los muchachos que nadaban por ahí.

Mientras yo seguía con mi tarea de vigilar que ninguno de los caballeros se ahogara –porque, obvio, eso es lo que hacía–, noté que uno de ellos fijaba su vista en mí, y luego comenzaba a acercarse hacia donde yo me encontraba.

–Hola. –me saludó aquél desconocido.

–Hola. –le respondí tímidamente, aunque en mi interior gritaba "¡COMEME LA BOCA!".

–He notado que has estado observándome. –comentó el rubio, que se me antojaba más que chocolate caliente en una tarde de invierno.

–¡¿Cómo?! –exclamé, con fingida indignación. ¡Si mi técnica de espionaje siempre había sido infalible!

–Si, verás, como tenías el cuello doblado, los lentes puestos al revés, y la boca abierta, no sabía si habías sufrido una contusión cerebral o nos estabas espiando.

Bueno, quizás mi técnica no fuera TAN infalible después de todo.

–Bien, sí, los estaba observando. ¿Algún problema? –pregunté.

–Claro que no. –comentó el rubio, con repentina galantería. –De hecho, quería invitarte a beber algo al bar del hotel. Claro, sólo si tú quieres.

Les juro que quise decir que no, lo intenté, pero finalmente se me escapó un:

–¿No estaríamos más cómodos en mi habitación?"

–¡QUE PERRA MI AMIGA, QUE PERRA MI AMIGA! –gritaron las chicas, agitándose y apretujándo las almohadas.

–Y pues bueno, ¿qué esperaban? ¡Ustedes en mi lugar hubiesen hecho lo mismo! Bueno, quizás Jam no, pero el resto de ustedes, claro que sí.

La mencionada se sonrojó, recibiendo las burlas amistosas de los demás.

–Pero cuéntanos más, estúpida, no nos dejes con la intriga, ¡AAAAAH! –gritó Hayley, la más loca del grupo, tomando por los hombros y agitándo al pelinegro.

–Bien, realmente no hay mucho que contar. –comentó Gerard, mientras observaba sus uñas perfectamente limadas. –Subimos a mi suite, pusímos música, y justo cuando estábamos por beber algo sonó su teléfono y tuvo que irse. Ni siquiera me dijo su nombre.

Todas bufaron, decepcionadas.

Las historias de los romances de Gerard siempre eran las mejores, contaba todo con lujo de detalle, y eso les encantaba a sus amigas.

Por este motivo, y tras haber compartido un par de miradas cómplices entre ellas, tomaron una decisión: no se quedarían sin historia de amor, aunque tuvieran que forzarla un poco.

–¿Y que hay de Frank Iero? O mejor dicho, ¿qué hay con él? –preguntó Avril, levantándo una ceja y sonriendo. Sus amigas las apollaron con unas risitas.

–¿Iero? ¿El estúpido ese? –el pelinegro bufó, tomándo su almohada con fuerza y estrujándola. –No es más que un niñito inmaduro que va de malo pero que en realidad es increíblemente insoportable.

–Pues hoy no parecía TAN insoportable. –comentó Lindsey, riéndo. –Bien cerquita estaban, y hasta tomaditos de la mano.

Todas rieron, pero Gerard se cruzó de brazos molesto por el comentario.

–Tomen nota, perras: El día en el que yo, Gerard Arthur Way Lee, me fije en el idiota de Iero, ese día será el fin del mundo. –zanjó el pelinegro. –Ahora, ¿QUIEN QUIERE PIZZA?

HOLAAAA
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Nos leemos y quédense en casa ❤

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⏰ Última actualización: Apr 28, 2020 ⏰

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Los mil y un clichés. // FRERARD.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora