Capítulo 14

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Las botas de combate de Gokú lo llevaron a través de un callejón, las pesadas suelas sonaban con fuerza sobre los charcos de aguanieve. Estaba totalmente oscuro, porque no había ventanas en los edificios de ladrillo y las nubes se habían cerrado sobre la luna. Incluso caminando así, su visión nocturna era perfecta, penetrando en todas partes. Como su rabia.

Necesitaba más sangre negra. La necesitaba sobre sus manos, golpeando en su cara y salpicando su ropa. Necesitaba océanos de ella corriendo por el suelo y rezumando en la tierra. En honor a la memoria de Milk, sangraría a los asesinos, cada muerte una ofrenda. Sabía que no había sobrevivido, sabía en su corazón que debía haber sido asesinada de un modo espantoso. ¿Entonces por qué siempre les preguntaba a esos bastardos dónde estaba?

Infiernos, no lo sabía. Sólo era la primera cosa que salía de su boca, sin importar cuantas veces se dijera que se había ido. Él iba a seguir haciendo esas jodidas preguntas. Quería saber el dónde, el cómo y con qué, quién lo había hecho. La información solo se lo devoraría, pero necesitaba saberlo. Tenía que saberlo. Y uno de ellos hablaría en algún momento.

Gokú se detuvo. Maldita sea, no podía soportar esto... no saber nada por más tiempo. Pero entonces rio con un repugnante chasquido. Gracias a sus cien años de cuidadosa educación con El Ama, no existía ningún nivel de mierda al que no sobreviviera. Dolor físico, angustia mental, abatiéndose en las profundidades de la humillación y la degradación, desesperación, impotencia.

Así que, sobreviviría a esto.

Levantó la vista al cielo y cuando su cabeza se echó hacia atrás se balanceó. Con un rápido movimiento de mano se estabilizó, luego suspiró y esperó a ver si la sensación de mareo pasaba. No hubo suerte. Hora de alimentarse. Otra vez. Maldición, esperaba poder salir sin dificultad otra noche o dos. Lo más seguro era que hubiera arrastrado su cuerpo por pura fuerza de voluntad las dos últimas semanas, pero eso no era nada insólito. Y esta noche no quería tratar con la sed de sangre.

Vamos, vamos... concéntrate, idiota.

Se obligó a continuar, acechando por los callejones del centro, serpenteando el peligroso laberinto urbano, los clubs y los escenarios de drogas. A las tres A.M., estaba tan hambriento de sangre que se sentía como una piedra y fue la única razón por la cual se presentó. No podía aguantar más la disociación, el entumecimiento en su cuerpo. Le recordaba demasiado el letargo del opio al que le habían obligado a someterse cuando era un esclavo de sangre.

Caminando tan rápidamente como podía, se dirigió al LighUp, la guarida actual del Clan en el centro de la ciudad. Los gorilas le permitieron evitar la cola de espera, el acceso fácil era uno de los beneficios de la gente que dejaba caer dinero en efectivo, como hacían los Saiyajins. Infiernos, el hábito de fumar humo rojo de Black valía solo un par de grandes al mes y a Broly y a Piccoro solo les gustaba la llamada que les llegaba desde el anaquel superior de las bebidas.

Además, estaban las regulares compras de él.

Gokú se dirigió al salón VIP y la multitud cedía su paso ante él, separándose como un paño de terciopelo rasgado. En la parte trasera, un gorila con un interfono le permitió entrar en la mejor zona del club. Aquí, en la relativa tranquilidad, veinte mesas con asientos de taburete estaban espaciadas, con solo el mármol negro iluminado desde el techo. El lugar del Clan estaba cerca de la salida de incendios y no se sorprendió de ver a Broly y a Piccoro allí con vasos cortos enfrente de ellos. El vaso de Martini de Black estaba totalmente solo. Los dos camaradas no parecieron alegrarse de verlo.

No... parecían resignados por su llegada, como si hubieran esperado quitarse una carga y él acabara de lanzarles a ambos un motor en bloque.

Cicatrices del Alma: El DespertarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora