Capítulo 11

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Semanas después...


—¡Maldita sea, Gokú! No saltes...

La voz de Black apenas se escuchó por encima del sonido del choque del coche delante de ellos. Y eso no detuvo a su gemelo que salto de la camioneta mientras iba a cincuenta millas por hora.

—¡Broly, está fuera!

El hombro de Black golpeo ruidosamente contra la ventana cuando Broly derrapó controladamente con la camioneta. Los focos delanteros se balancearon y Gokú giró sobre el asfalto cubierto de nieve como una pelota. Una fracción de segundo más tarde, arrastró su trasero y se levantó sobre sus pies, yendo a la caza del sedán abollado que ahora tenía un pino como ornamento sobre la capota.

Black vigiló a su gemelo y se quitó el cinturón de seguridad, abrió apresuradamente la puerta mientras iba por su beretta. No sabía cuántos asesinos había en el coche o qué tipo de municiones llevaban. Los enemigos de la raza Saiyajin viajaban en grupos y siempre iban armados

—¡Santo infierno!

Tres de los asesinos habían salido y solo se veía al tambaleante conductor. Las jodidas probabilidades no detuvieron a Gokú. Era un maniaco suicida, que se dirigió directamente hacia el trío con solo una daga en su mano. Black se movió rápidamente a través de la carretera, escuchando a Broly correr pesadamente tras él. Pero no eran necesarios.

Mientras las silenciosas ráfagas de aire se arremolinaban y el dulce olor a pino se mezcló con el escape de gas del destrozado coche, Gokú derrumbó a los tres bastardos solo con el cuchillo. Les cortó los tendones posteriores de las rodillas para que no pudieran correr, les rompió los brazos para que no se pudieran sostener, y los arrastró por el suelo hasta que quedaron alineados como si fueran horribles muñecas. Le llevó cuatro minutos y medio, incluyendo despojarlos de sus identificaciones. Entonces Gokú hizo una pausa para tomar aliento.

Black colocó la beretta en la pistolera de su cadera y se sintió mareado. Frotándose el esternón, miró a su izquierda, la ruta estaba mortalmente tranquila esta noche. Los testigos humanos serían improbables. Los ciervos no hablan. Sabía lo que vendría después. Sabía que era mejor no intentar detenerlo.

Gokú se arrodilló sobre uno de los asesinos, su cara deformada por el odio, su labio superior se torció hacia atrás, sus colmillos largos como los de un tigre. Con el pelo rapado y los huecos bajo sus pómulos, parecía el Grim Reaper; y como la muerte, trabajaba cómodo con el frío. Llevaba solo un jersey de cuello alto y pantalones amplios negros, iba más armado que vestido: la negra pistolera cruzada sobre su pecho y dos cuchillos más atados con una correa sobre sus muslos. También lucía un cinturón con dos SIG Sauers.

G agarró al asesino por las solapas de su chaqueta de cuero y golpeo con fuerza el torso del tipo sobre el suelo, obteniendo un estrecho boca a boca.

—¿Dónde está la mujer? —cuando no obtuvo más respuesta que una malvada sonrisa, Gokú levanto sin consideración al asesino. El chasquido hizo eco a través de los árboles, un sonido duro como el de una rama que se rompe por la mitad. —¿Dónde está la mujer?

El asesino se burló sonriendo abiertamente, entonces la rabia de Gokú se elevó tanto que hizo su propio círculo ártico. El aire alrededor de su cuerpo se cargó magnéticamente y se volvió más frío que la noche. Los copos de nieve no caían a su alrededor, como si se desintegraran con la fuerza de su cólera.

Black escuchó un sonido estridente y miró sobre su hombro. Broly estaba encendiendo una bomba casera. Ante el sonido de otra pequeña explosión, Broly hizo una profunda respiración e hizo rodar sus negros ojos.

—¿Estás bien, Black?

No, no lo estaba. La naturaleza salvaje de Gokú siempre era materia de un cuento de horror, pero últimamente se había hecho tan violento que era duro mirarlo en acción. Un pozo sin fondo, sin alma después de que Milk había sido secuestrada por la Organización F. Y aún no la habían encontrado. Los Guerreros no tenían ni pistas, ni información, nada. Incluso con el duro interrogatorio de Gokú.

Black estaba hecho un lío sobre el rapto. No conocía a Milk lo suficiente, pero había sido encantadora, una mujer que funcionaba al más alto nivel dentro de la aristocracia de su raza. Sin embargo, para él había sido más que su linaje. Mucho más. Ella había ido más allá del hombre bajo la disciplina de su voto de celibato, removiendo algo profundo. Estaba tan desesperado como Gokú por encontrarla, pero después de seis semanas, había perdido la fe en que hubiera sobrevivido.

Los asesinos F torturaban a los Saiyajins para obtener información sobre el Clan y como todos los civiles, ella sabía poco sobre los Guerreros del Clan Saiyajin. Seguramente ahora estaría muerta. Su única esperanza es que no hubiera aguantado días y días infernales antes de ir al paraíso.

—¿Qué hicieron con la mujer? —gruñó Gokú al siguiente asesino. Cuando todo lo que ese le dijo fue un—Jódete —G golpeó al bastardo.

Por qué Gokú se preocupaba por una mujer civil, nadie en el Clan lo podía entender. Lo conocían por su infernal carácter, le temían por ello. Por qué Milk le importaba era lo que todos se preguntaban. Sin embargo, nadie, ni Black, como su gemelo, podía predecir las reacciones del hombre.

Cuando Gokú apuñaló al asesino en el pecho, el cuerpo explotó. Entonces solo quedó el silbido del radiador del coche destrozado y la pesada respiración de G. Como una aparición se levantó del ennegrecido suelo, la sangre de los asesinos manchaba su cara y sus antebrazos. Su aura era una brillante neblina de violencia que deformaba el paisaje que tenía detrás, el bosque tras él estaba ondulante y borroso enmarcando su cuerpo.

—Voy al pueblo. —dijo él, limpiando su hoja sobre su muslo. —A buscar más.

Cicatrices del Alma: El DespertarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora