◤Capítulo Cero◥

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Tanqueray

"¿Dónde mierda estoy?", fue lo primero que se preguntó el chico al verse perdido entre tantos puestos, y e de decir que ninguno se veía con buena pinta

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"¿Dónde mierda estoy?", fue lo primero que se preguntó el chico al verse perdido entre tantos puestos, y e de decir que ninguno se veía con buena pinta. Ya que en la mayoría se notaba a simple vista que más que una bebida, los clientes buscaban una buena noche. Había "Una infección de putas", pensó por un instante, al ver que alguien ya había encontrado lugar para procrear.

Aunque en estos momentos eso no era lo que lo mantenía intranquilo, si no más bien, donde se encontraba, ya que se suponía que Lee, uno de sus colegas, le había recomendado un "Bar" para que logre ahogar sus penas, ante su reciente ruptura con su ex. Pero ahora lo único que quería era ahogar a su cejudo amigo. Si es que lo volvía a ver.

Dispersando sus pensamientos asesinos, marcó en un tecleo preciso, el número de Lee. Oyendo varías veces aquel insoportable pitido, para que finalmente oyera un "El número al que llamas no se encuentra disponible en estos momentos, por favor espere". Ocasionando que solo se frustrara aún más.

Tratando de reaccionar lo mejor posible, bloqueó su móvil para nuevamente guardarlo en uno de sus bolsillos.
Observó nuevamente su alrededor, comenzando a caminar lo más tranquilo posible, para, al menos, aparentar que conocía el lugar y no acabar en manos de mafiosos o destripadores, si, su pequeña mente ya estaba construyendo su final, y por supuesto, sus últimas palabras.

"Hinata-Chan, te amé, ahora siéntete culpable de mi muerte", pensó algo dramático. Recordando a su amada en una reacción de amor-odio.

Luego de haber recorrido la misma manzana varias veces, decidió finalmente adentrarse a uno de los tantos bares, al menos allí habría algo decente, supuso el castaño un tanto cansado ya de tanto caminar

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Luego de haber recorrido la misma manzana varias veces, decidió finalmente adentrarse a uno de los tantos bares, al menos allí habría algo decente, supuso el castaño un tanto cansado ya de tanto caminar.
Pero sus lindos sueños se vieron arruinados cuando uno de los guardias del lugar se planteo frente a él. Logrando que tragara duro, ya que el aura del hombre se veía bastante imponente.

—Tarjeta de identificación—sugirió, o más bien ordeno, dándole una mirada  totalmente gélida.

El Inuzuka sólo se limito a revisar sus bolsillos nerviosamente, hasta encontrar el tan deseado pedazo de plástico en su billetera, maldiciendo por lo bajo al saber que tal vez no lo dejarían pasar gracias a sus maravillosos 18. Hasta que todos sus pensamientos fueron dispersados al oír nuevamente la voz del guardia. Aunque más que producirle paz, lo único que logró aquella pregunta fue confundirlo.

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