◤Capítulo Uno◥

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Espero que la gente cambie◥

—¡¿Qué rayos planeas?!—Ataco algo exaltado por la situación, ocasionando una sonrisa en el rostro de su contraria, el cual se mostraba dulce como caramelo

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—¡¿Qué rayos planeas?!—Ataco algo exaltado por la situación, ocasionando una sonrisa en el rostro de su contraria, el cual se mostraba dulce como caramelo.

Lo observaste un poco más antes de responder, cabello castaño, desordenado y un tanto descuidado. Alto y delgado, con unos ojos azabache, que, en estos momentos, no sabían hacia dónde ver.

—¿Mm?—No diste palabras, simplemente continúaste observándolo, ahora, de manera lasciva para sonrojarlo aún más.
—¿Prefieres Senpai?—Cuestionaste, agudizando tu voz, jugueteando con tus manos.

—¡Detente!, ¡¿Quieres?!—Suplico un tanto desesperado ante tus actos evasivos.

—Waa, ¿Entonces para que reservaste la noche?—Comentaste un tanto curiosa, tomando lugar en la cama, para observarlo.

—Y-yo—Tartamudeo, logrando que notarás su nerviosismo y le dedicaras una sonrisa traviesa.

—¿Sabes?, eres tierno—Molestaste ante sus dudas, obteniendo un lindo sonrojo por parte del chico.

—T-te lo diré, si te vistes—Sugirió, volteando su rostro hacia cualquier lugar erróneo de la pequeña habitación.

—No tengo ropa aquí, además, no estoy desnuda—Dijiste señalandote a ti misma. Observaste como soltó un sonoro suspiro, un tanto frustrado.
Bueno, la lencería contaba como ropa, ¿No?.

—Ten—Hablo, pero esta vez tendiendote su abrigo, el cual era un sueter negro.

—¿Uh?, eres un cliente raro—Pronunciaste, tomando suavemente aquel objeto con tu mano derecha, ocasionando que abandonaras tu lugar en la cama.—Me agradas—Alagaste, vistiendote, y, sintiéndote bastante cómoda a decir verdad.
Ya que la prenda te quedaba bastante grande, ocasionando que te llagara hasta la rodilla.

—Será porque yo no vine a buscar nada de... —No supiste si callo para buscar las palabras correctas o simplemente por que comenzó a observarte. —Eso—Continuó, logrando que notaras la incomodidad en sus palabras.


Aunque había que admitir que te sentías bastante aliviada al saber eso.

—No se porque viniste, pero no es necesario hacerlo—Concluiste, observandolo detenidamente, queriendo averiguar sus emociones en esta situación.

—¿No eres muy joven?—Comento, evadiendo totalmente la discusión anterior.

—¿De qué hablas?—Confundida por su pregunta, comenzaste a jugar con la manga del cálido abrigo. —¿Muy joven para qué?—Cuestionaste nuevamente, observándolo con tus curiosos ojos.

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