CAPITULO 3

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Una hora después de la salida del colegio, los cinco chicos se sentaron en uno de los cubículos del salón de billar. Un cactus de cerámica y un coyote de peluche estaban puestos en la pared frente a ellos.
Zabdiel, quien se había sentado junto a Christopher y Richard, llamó la atención de un camarero para que este les atendiera.
-Mas vale que nos traigas unos nachos rápido. Le dijó Richard al camarero que acababa de llegar para tomarles nota. Me va a dar una urticaria si no como algo salado en los próximos cuatenta y cinco segundos.
-Mirad. Dijó Joel, señalando hacia la parte donde estaba la mesa de billar. ¿Ese no es Lucas?

Todos giraron sus cabezas a la vez. Un chico, quien llevaba una bandana en la cabeza, se agachada junto a la mesa con el taco de billar en las manos, apuntando con un ojo cerrado al grupo de bolas de colores. A un lado de su boca colgaba un cigarrillo, que se consumía poco a poco derramando la ceniza sobre la alfombra mullida.
-¿Quién es? Preguntó Christopher al notar que los demás chicos se habían quedado observándolo.
-Pertenecía a Los Calaveras. Explicó Zabdiel. Él y Taylor han sido enemigos desde hace varios años, así que cuando la banda nombró a Taylor líder, este no dudo en echarlo. Desde entonces, Lucas no ha vuelto a ser el mismo; dicen que ahora anda en el tema de las drogas y todo eso.
-Yo creo que solo tiene un pequeño problema con la autoridad. Dijó Joel, posando nuevamente la mirada en él.
Erick le miró alarmado.
-¡Un momento! ¿¡Te gusta...?!
Veloz como un rayo, Joel le tapó la boca con ambas manos, y le echó una mirada amenazante.
-A Joel le lleva gustando Lucas desde que tenía unos 10 años. Explicó Richard, medio en un susurró. Un amor no correspondido, me temo.

De pronto, la puerta del local se abrió y por ella entraron un numeroso grupo de chicos con chaquetas de cuero negras con una calavera cosida en la espalda.
El ambiente cambió de golpe. Todas las personas que estaban jugando al billar, se dispersaron, dejándolo libre. Incluso los camareros se pusieron tensos, con la cabeza gacha pero sin apartar la mirada de ellos.
Encabezado la banda estaba Taylor. Este se sentó en uno de los sofás que habían junto a la mesa de billar, con un cigarrillo en la boca y una cerveza en la mano.
-Genial... Murmuró Christopher, al ver que el chico posaba su mirada en ellos. Me voy al servicio.
El servicio de caballeros no era exactamente lo que Christopher hubiese llamado como "un sitio agradable". Los orinales estaban llenos de manchas de todo tipo de colores y les faltaban varios trozos. El suelo, pegajoso, hacía que sus zapatos se quedaran pegados, haciéndole difícil caminar. Y el olor... aquello no podía ser explicado.
Poniendo cara de asco, Christopher caminó hacía un orinal y se desabrochó el pantalón, intentando estar lo más lejos posible de la pared, o cualquier otra parte de ese lugar.
De pronto, la puerta del servicio fué abierta y por ella entró la última persona que Christopher hubiese querido. Taylor.
-¿Qué tal, guapo? Dijó este, mostrando una amplia sonrisa.
-Perfectamente. Dijó Christopher, abrochándose el pantalón.

Tras lavarse las manos, caminó hacia la puerta, pero una mano se interpuso en su camino.
-¿A donde vas? Dijó Taylor, mostrando ya su típica sonrisa. Tenemos una charla pendiente, ¿recuerdas?
Christopher le miró, recorriendo todo su cuerpo con cara de asco.
-Yo contigo no tengo nada que hablar.
-Yo creo que sí. Dijó Taylor, dando un paso adelante para quedar a tan solo unos centímetros de Christopher.
Su respiración chocaba contra la boca de Christopher, quien respiraba agitado.
-¿Tienes miedo, guapo? Preguntó, pasando la mano por su cabello.
-No tengo miedo de las personas como tú. Escupió Christopher. Más bien me dais asco. Y ahora, si me dejas, quiero regresar con mis amigos.
-Como quieras.
Haciendo una reverencia, Taylor dió un paso atrás y dejó a Christopher el espacio suficiente como para que este pudiera abrir la puerta.

Cuando regresó con sus amigos, vió que estos se habían terminado todo el plato de nachos.
A su lado, Richard y Joel discutían sobre que lugar era mejor para hacer una acampada, mientras que Zabdiel y Erick charlaban sobre los exámenes que harían antes de las vacaciones de navidad.
-¿Por qué as tardado tanto? Le preguntó Zabdiel, quien se deslizó a un lado de su asiento para que Christopher se pusiera sentar a su lado.
Este se encogió de hombros.
Sin contestar a su amigo, apoyó la espalda contra el respaldo del sofá y se llevó ambas manos a los bolsillos. De pronto, algo puntiagudo le pinchó en el dedo índice. Christopher sacó la mano de un solo tirón, y, extrañado, volvió a meterla.
Aprovechando que los cuatro se habían sumergido en un debate sobre la iluminación del local, agarró con los dedos aquello que le había pinchado y sacó un pequeño e uniforme trozo de papel duro, con un algo escrito en el centro: Llámame, guapo. Tyr.
Rodó los ojos. No podía creer que aquel tipo fuera lo suficientemente atrevido como para meterle su número de teléfono en el bolsillo. Dando la vuelta a la tarjeta, vió que detrás estaba escrito el número de teléfono. ¿Acababa de ligar con un Calavera?

Última sospecha [Cnco]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora