Capítulo 2

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El primer libro sigue sobre sus manos a pesar de llevar un buen rato cerrado. Aunque prometió no recordar, las memorias brotaron de forma espontánea con cada página, como si en vez de acordes aquellos pergaminos contuvieran imágenes idénticas a las vividas en su primer año de encierro. Incluso en un momento, sus dedos se movieron igual que aquella vez.

—¡Lan Zhan!

La voz se escucha distante, pero con tanta claridad que lo saca de sus pensamientos. Le preocupa los decibeles a los que Wei Ying lo está llamando tan cerca o dentro de la biblioteca. Si quiere evitar que su tío vuelva a tener el tic nervioso en que su ojo parece que va a salir volando, lo mejor es que suba antes de que la desesperación de su esposo aumente. Si de algo carece Wei Wuxian, entre otras cosas, es de paciencia.

Rápidamente guarda el libro y sube las escaleras que lo conducen al pabellón principal de la biblioteca. No bien abre la puerta, se encuentra con Wei Ying a punto de llamarlo de nuevo.

—Wei Ying...

Wei Ying lo mira con una risa nerviosa, típica de esos momentos en que lo atrapan rompiendo la vigésima tercera regla del día. Su expresión pícara cambia enseguida a una más dramática a medida que se acerca y se aferra a Lan Wangji.

—Lan Zhaaan —exclama arrastrando su nombre como si tuviera par de años sin verle—. ¿Qué estabas haciendo?

Lan Zhan solo lo mira en silencio.

***

12 años atrás

El guqin ya está a su alcance. Bichen sigue en la misma esquina postrada. Hay algo que no le permite acercarse a ella; algo que no tiene nada que ver con su baja energía. En el fondo reconoce de qué se trata, pero aún no se siente listo para tocar ese tema.

Xichen tiene varios días que no lo visita. Los compromisos se le han multiplicado porque él está fuera de circulación y su hermano no le confiaría ciertas tareas a alguien más. Nadie habla con él directamente, excepto su hermano, de todas formas, sabe que el mundo exterior está en un estado de aparente equilibrio. El mal está controlado, el terrible Patriarca de Yiling está muerto, su tío debe estar muy feliz. Excepto por las estupideces de su sobrino menor, por supuesto. No ha visto su rostro desde que está encerrado, tampoco es que necesite verlo para saber lo que está diciendo y sintiendo. Lan Qiren siempre ha sido cuadrado y no va a cambiar en un día ni en un año.

A pesar de todo, no tiene sentimientos negativos hacia su tío. Más bien, siente una rara forma de lástima hacia su persona. La misma lástima que siente hacia él mismo antes de conocer a Wei Wuxian, antes de aprender a cuestionar todo, incluso aquello que a la vista de todos es lo correcto. Lo curioso es que el resto le tiene lástima a él por ser un "rebelde" y recibir un castigo que pocos sobrevivirían.

Pensar en eso le trae de vuelta la presión en el pecho. Tener a Xichen lejos le afecta, lo admita o no. Su hermano siempre sabe decir lo que necesita escuchar, incluso lo que no. Es su brújula en un momento en que no tiene idea de dónde está ni hacia dónde va. Las horas pasan, el sol sale y se acuesta, la gente viene y va y él sigue postrado en una cama.

Unos días antes de la partida de Xichen, en un momento de desesperación, intentó ponerse de pie bruscamente, contradiciendo las advertencias de su hermano, y el resultado fue un retroceso de un par de semanas sin poder sentarse. Dos semanas en las que tuvo que retener las melodías que surgían en su cabeza, porque desde que empezó a asentarlas en los pergaminos, no ha podido dejar de crear.

Tener el guqin de vuelta fue toda una odisea, entre convencer a Xichen de que le permitiera tocar y encontrar la forma de sostener el instrumento sin lastimar todo su cuerpo. Al principio, sus piernas cruzadas se dormían con rapidez y pensó que no podría tocar jamás. Ese día protagonizó la primera y única crisis que ha tenido hasta el momento.

Los libros de piedra lunar y turmalinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora