Capítulo 7

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Sentarse en el Lanshi siempre trae recuerdos para Wei Wuxian. Recuerdos que, aunque se convierten en bostezos, no dejan de ser agradables. De su aspecto, nada ha cambiado. Sigue siendo un salón enorme, con grandes puertas y ventanas que permiten que la luz entre y el aire circule libremente. Esa brisa que parece llegar directo desde las montañas que rodean La Profundidad de las Nubes es uno de los ingredientes clave para que Wei Wuxian se vea envuelto en el letargo que hace que el peso sobre sus párpados aumente con cada minuto que pasa.

Ni siquiera su deseo de mirar a Lan Wangji abierta y descaradamente puede con el sueño que se instala en su organismo con toda naturalidad. Pareciera que el destino que le une al Lanshi es dormir, así que elige no darle más batalla por lo que resta de lección. Contrario a los años de su adolescencia, ahora tiene libertad para hacerlo mientras no ronque ni haga cualquier otro sonido extraño que interrumpa la clase. Los discípulos jóvenes están acostumbrados a su presencia intermitente durante las lecciones de Lan Wangji. Verlo cabecear y finalmente cerrar los ojos es parte del itinerario de su divertida visita.

Cuando sus ojos vuelven a abrirse, el salón está vacío y Lan Wangji sostiene el pincel con la misma elegancia con la que lo hace día tras día en el Jingshi o aquí. Wei Wuxian se estruja los ojos en un intento por sacudir la flojera sobrante de su siesta imprevista y se levanta estirando un miembro a la vez.

—Lan Zhaaan... ¿por qué no me dijiste que terminó la clase?

—No era necesario.

—¿Qué haces? —pregunta acomodándose a su lado e inclinando la cabeza hacia los pergaminos en blanco. Siente una fascinación extraña por ver como la pluma acaricia el papel y va dando luz a formas exquisitas con trazos finos propios de un artista. Él nunca podría lograr algo así.

—Apuntes sobre la lección.

—Ah...

Wei Wuxian conoce muy bien la respuesta, pero cualquier excusa es válida para escuchar a Lan Wangji hablar. Es uno de sus placeres culposos y no tan secretos, por eso en cuanto tiene la oportunidad lo bombardea con preguntas estúpidas que Lan Wangji no duda en responder para seguirle el juego.

—Siempre te ha gustado enseñar.

—Mn.

—Y lo haces muy bien —las mejillas de Lan Wangji se tiñen de un leve color rosa—. No creo que llegue a ser tan bueno como tú.

—Claro que sí —afirma y coloca el pincel al lado del pergamino, tomando la debida precaución para que no se ensucie nada con la tinta. Luego voltea a mirar a Wei Wuxian con tal intensidad que hace que sean las mejillas de éste las que se enciendan—. Wei Ying será un profesor excelente.

Wei Wuxian no puede sostener esa mirada y termina bajando la cabeza para ocultar su rostro entre sus brazos.

***

7 años atrás

Su paso de niño a adulto siempre ha estado definido por una línea borrosa para Lan Wangji. En su clan ha visto y convivido con personas de todas las edades. Niños que crecieron con él y jugaban y reían y saltaban, sin entender muy bien de qué se trataba todo lo escrito en el muro de la disciplina; niños que crecieron ante sus ojos y que ahora son sus alumnos; adolescentes con los que estaba supuesto a compartir las aventuras propias de esa etapa, pero a los que terminaba vigilando y castigando por incumplir las reglas; adultos que se asemejan más a su persona, con el semblante serio y el andar acompasado, propio de los miembros respetables de un clan.

Los niños lo observan entrar al Lanshi con una mezcla de respeto, admiración y miedo que no sabe muy bien cómo asimilar. Él sabe lo que se dice sobre su persona porque Yuan no tiene pelos en la lengua y cuando están a solas aprovecha para soltar todo lo que no puede decir en público. Cuando da la vuelta y se sienta en el escritorio principal, mira a Yuan de reojo en primera fila, con la espalda erguida, la frente en alto y una sonrisa diminuta que solo él puede descifrar. El niño está tan orgulloso de su padre como él de su hijo, pero ambos deben guardar las apariencias.

Los libros de piedra lunar y turmalinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora