FRUTA PROHIBIDA ©

CINCO

Estábamos preparando las palomitas y chocolate caliente para el maratón de películas de sábado cuando oímos la puerta abrir.
Mandy y yo miramos a la puerta y poco después oímos la voz de Keiv.
El corazón me dio un vuelco.
¿Se acordaría del beso o llevaría un colocón de la hostia? Porque yo desde luego lo llevaba, no me acordaba de nada.
De todas formas... ¿por qué me beso? Estaba segura de que yo no podía haber sido, jamás había mirado a Keiv con otros ojos. Siempre había estado ahí, en navidades, barbacoas, Acción de Gracias, cumpleaños y nunca le había visto de otra forma que un hermano. Incluso le había visto en pelotas una vez y nunca me había despertado sentimientos amorosos...
Ojalá hubiese sido idea suya lo del beso porque yo no quería ser la culpable de romper una amistad. ¿Se lo contaría a mi hermano?
Keiv entró en la cocina con un ramo destartalado de margaritas y se acercó a nosotras.
—Toma... ¿todavía no ha llegado nadie? ¿Y tu hermano?
—Arriba—comenté recogiendo el ramo de flores con manos temblorosas.
Ojalá no se hubiese dado cuenta. Qué chorrada, solo era Keiv, el chico que siempre estaba por mi casa gorroneando de la nevera y jugando la play todo el día.
Sonrió de lado cogiendo un puñado de palomitas y desapareciendo por donde entró.
—Si no fuera porque siempre está robando las flores de Martín, hasta pensaría otra cosa...—susurró Mandy echando la mantequilla derretida a uno de los cubos de palomitas.
Los chicos no tardarían en llegar.
—Solo es simpático, ya sabe que su madre dice que nunca hay que ir con las manos vacías...
Ojalá solo fuera por eso, no podía ser por otra cosa. Keiv siempre traía flores los sábados y me las entregaba, nunca lo había tomado de otra forma que no fuese por un simple detalle.
Keiv era así, detallista.
Por un milissegundo la imagen de nosotros besándonos retornó a mi mente y me estremecí.
Solo es Keiv, no te imagines cosas raras. Seguramente ni se acuerde del beso. Lo mejor es dejarlo pasar, no la cagues.
Mitchell entró seguido de él y rechistó.
—Los chicos no vienen, papá los tiene retenido en la comisaría.
Mandy y yo asistimos y les seguimos al salón. Hacía poco papá había comprado una tele enorme y habíamos pasado a hacer la noche de películas en casa, antes la hacíamos en casa de Martín.
—¿American Pie Presents: The Naked Mile?—sugirió mi hermano mientras encendía todos los aparatos de sonido.
—No, ya basta de chorradas, esta semana nos toca a elegir a nosotras—recriminó Mandy cogiendo el mando de la tele.
Empezó a ojear Netflix mientras los chicos decían que no una y otra vez.
—Pues os jodéis, queremos ver Crepúsculo.
Empezaron a discutir.
—Sí, otra vez, hemos tenido que tragar El señor de los anillos tres veces porque sois unos frikis...—les regañó —, callaos, y sentaos.
Los dos la fulminaron con la mirada y le hicieron caso, no antes de quejarse, claro.
Mandy era alguien así como la voz cantante cuando no estaban los demás chicos y sabían que no valía la pena replicar.
Nos sentamos los cuatros en el sofá y empezó la película.
—¿Quieres?— pregunté a Keiv señalando al cubo de palomitas dulces.
Asintió y cogió un puñado.
—¿Se te han quemado?—preguntó mi hermano mirando las palomitas.
—Si no quieres que se le queme las palomitas hazlo tú la próxima vez...—me defendió Keiv sin mirarle.
—Cállate.
Siempre estábamos así, mi hermano decía algo, Keiv me defendía, Keiv soltaba alguna chorrada, mi hermano me defendía, ambos se confabulaban contra mí y Mandy me defendía.
¿Acaso creían que no me podía defender sola?
Fuera como fuese, tenía a los mejores amigos del mundo.

Últimamente no estoy teniendo mucho tiempo para escribir, pero me apetece mucho avanzar con esta novela. Espero que entendáis, de momento intentaré subir sólo los domingos, un enorme beso.