Keiv ha estado siempre ahí, en los partidos de fútbol, las barbacoas familiares, cumpleaños... pero no fue hasta ese día que Mina le notó.
Mina era todo lo que él nunca sería; dulce, ingenua, perfecta y prohibida.
Sí, sí, prohibida.
Mitchell era s...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Mandy entró por la puerta ofegante y nos miró a los tres con los ojos abiertos de par en par.
—Mina, ¡arriba!—exclamó con voz entrecortada.
¿Habría venido corriendo desde su casa? No sería de extrañar, hacía footing todos los días por la mañana.
—Contigo quiero hablar señorita Dumaresq...—Empezó mi padre levantándose.
Mandy le hizo una señal con la mano diciendo que luego.
—Tengo unos dolores de regla terribles, ¿le importa si hablamos luego?— dijo llevándose la mano al vientre bajo y haciendo una mueca. Sabía bien cómo persuadir a mi padre.
—Vale... Estáis todas sincronizadas, manda huevos.
Me reí a lo bajini, me levanté dándole una palmadita en la espalda a Mitchell a modo de gracias y seguí a mi amiga a mí habitación.
Si había algo que Mitchell y yo habíamos aprendido una vez que mamá decidió divorciarse era a protegernos. Nos habíamos protegido de nuestra madre cuando decidió separarse de papá al quedarnos con él y seguiríamos ante todo. El divorcio nos había afectado a todos, sobre todo a mi padre, pese a ser rudo, un poco bocazas y un poco toca pelotas, era todo corazón. Sabía que quería a mi madre pese haberle defraudado tanto, pero ella no tenía la culpa tampoco. El pueblo la asfixió, necesitaba más y Rock Ville no podía dárselo, y mi padre no era un hombre que abandonaba sus raíces y ella lo sabía y por eso un día cualquiera, un repartidor de correos llegó con los papeles a mí padre. Creo que eso fue lo que más le dolió, para él estaban bien, vivían juntos, bebían vino en la cena y escuchaban a Paramore. Y eso fue una puñalada trapera. Quiso llevarnos con ella pero no podíamos hacer eso a mi padre, no podíamos dejar que ella le sacara todo lo que quería así que le elegimos a él.
Algunas veces me preguntaba qué hubiese pasado si hubiera ido con ella. Deseaba irme de Rock Ville, conocer mundo. Tomar café en una terracita en Paris, ir en bici por Amsterdam, y visitar museos por España, sentirme libre y vivir cosas emocionantes, pero no podía destrozar a mi padre así.
Mamá nos enviaba una postal de cada uno de los sitios por los que pasaba, de ahí que mi pared principal tuviera un enorme collage con ellas. Las miraba e imaginaba que vivía historias emocionantes en cada una de ellas, y ahí quedaba la cosa.
Mandy me cogió de la mano y me arrastró escaleras arriba. En cuanto nos metimos en la habitación ella cerró la puerta a nuestra espaldas y se apoyó contra ella.
—¿Qué te pasa? Ni que hubieras visto un fantasma.—Me reí mientras me sentaba sobre la cama y la miraba expectante.
Estaba segura de que tenía algo muy importante que decir, solo hacía esa escena cuando tenía un cotilleo jugoso que contarme.
—Cuando te lo cuente no te lo vas a creer...—empezó a decir y se calló al instante. La cosa parecía seria, rara vez Mandy no sabía qué decir.
Empecé a preocuparme. La cosa se ponía seria.
—Suéltalo ya, me estás preocupando....
Mandy sin saber qué decir, sacó su teléfono, buscó algo en él y me lo entregó.
En cuanto puse los ojos en la fotografía que me quería enseñar, abrí la boca sin saber qué decir. Ahora entendía porque no encontraba las palabras para contarme aquel chisme. Por eso no me lo esperaría. Un nudo de depositó en mi panza revolviendo todo lo que había desayunado minutos antes. —¿Qué?¿Cómo? Estaba consternada. No podía creer que en aquella foto estuviese yo... y Keiv. Besándonos. —No lo sé, pero se ve que a mi me parecía una buena idea hacer esa foto.