La noche anterior había sido una auténtica locura.
Señor, me duele tanto la cabeza que apenas puedo moverme.
Aún con los ojos cerrados, en la penumbra de mi habitación, porque desde luego era el sitio en el que esperaba estar, intenté recordar la noche anterior.
Mandy y yo habíamos ido a la hoguera de fin de verano. Encendimos los farolillos con nuestros deseos de principio de curso, como todos los años y los dejamos volar hacia el estrellado cielo de Rock Ville.Y como todos los años, nos dirigimos a casa de London Sullivan para una de esas fiestas estrambóticas que hacía cuestión de que acudiera toda la escuela.
Recordaba como la música me perforaba los tímpanos, cuando decidimos probar aquella bebida azul tan poco apetecible.En el paladar era ácida y viscosa.
—¿Qué mierda es esta?—pregunté a la vez que me ponía a toser.
Mandy hizo carantoñas.
Odiábamos los ácidos, al menos en eso éramos iguales, porque por lo demás...
—Seguro que lo ha preparado Sully, le encanta las cosas viscosas desde sexto.
Saqué la lengua y resoplé. La tenía azul, con lo cual tendría que responder a la pregunta de siempre:
«—¿Qué tal el ponche señoritas?».Esta vez no me libraría.
—Odio estas fiestas—alegué dejando el vaso en el suelo.
Mandy sonrío de oreja a oreja y saludó a alguien a mi espalda con la mano.
—Hay que socializar Mina, tu sonríe, sonríe...—Me fulminó con la mirada y me vi obligada a seguirle el rollo.
Desde que tenía en mente ser la delegada del curso, solo pensaba en «socializar».
Suspiré.
Me estaba perdiendo la nueva temporada de Cómo defender a un asesino por aquella insignificante fiesta de fin de verano.
Si al menos hubiese algo nuevo, en aquella ciudad nada cambiaba, llevaba teniendo los mismos vecinos desde que tenía uso de razón y eso era deprimente. Quería un vecino buenorro al que espiar desde mi ventana mientras se cambiaba de ropa.
Malditas películas juveniles.
Maldecí en silencio.
Miré a mi alrededor inspeccionando si faltaba alguien. En una esquina estaban los del equipo de fútbol y las animadoras haciéndoles ojitos, el cliché de siempre y entre ellos estaban mi hermano y Keiv. Parecían bastante encantados de ser el centro de la atención.
Suspiré y miré a otra parte, de pronto Sully apareció ante mi impidiéndome de seguir cotilleando.—¿Gominolas señoritas?—preguntó el chico castaño de pelo revuelto ante mi.
Llevaba un cuenco de cristal lleno de chuches.
—Sí, sí, por fin algo bueno...—murmuré con una sonrisa ladeada cogiendo un puñado.
—¡No!—Me golpeó la mano y las gominolas volvieron a caer en el cuenco—. No seas golosa, solo una, sino no habrá diversión para todos.
—¿Qué quieres decir con diversión?— preguntó Mandy cogiéndose una también.
Mientras Sully se acercaba y le susurraba algo al oído, yo metía a la boca el par de chuches demás que conseguí quitarle sin que se diera cuenta.
—¡Mina, no!...—exclamó mi amiga pero ya era demasiado tarde, ya me las había comido—. Son drogas.
Abrí los ojos de par en par y un sudor frío se me subió por la espalda.
Si me encontraba mi padre y me hiciera un test antidrogas estaba jodida. Muy jodida.—¿¡Qué!?
Se encogió de hombros y se metió su gominola a la boca.
—Qué diablos, a mi también me apetece ver unicornios.
Abrí la boca para replicar cuando Jon y su grupito se acercó para unirse a nosotras.
—¿Habéis cogido gominolas?—preguntó Jon rodeando a Mandy con un brazo los hombros, ella resopló.
Pensé que seguían peleados pero no dije nada. No pensaba meterme en esa turbulenta relación.—No, no nos va esas cosas.—Me apresuré a decir, cuanta menos gente supiera de esa estupidez, menas posibilidad habría de llegar a los oídos de mi hermano.
Miré en dirección a mi hermano y ví a Sully con su grupito, hice ademán de ir hacia allí para advertirle pero Louis me cogió de la cintura y me acercó a él.
—Mina, podrías dejar por un día de ser tan mojigata y soltarte...—susurró en mi oído.
—Y tu podrías dejar de intentar meterte en mi bragas.— Le pisé el pie y se apartó gruñendo.
Quería mucho a Mandy, pero el grupito de su novio me tenía asqueada.
Hacía calor y la música empezaba a no ser tan molesta.
—¡Bailemos!— gritó Mandy cogiéndome del brazo y obligándome a moverme... y desde ahí ya no me acordaba de gran cosa. ¿Qué era lo siguiente?
Me esforcé por recordar pero nada.
¿Hubo pelea? ¿Gente corriendo? ¿Fuego? Todo se volvió muy confuso.
Aún en el silencio de mi habitación, me estiré bajo la manta.
—Hum—gruñí desperezándome mientras lo hacía, pero paré en seco.Algo no estaba bien.
Creo que había alguien en la cama conmigo.
¿¡Qué cojones ha pasado la noche anterior!?
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FRUTA PROHIBIDA ©
Teen FictionKeiv ha estado siempre ahí, en los partidos de fútbol, las barbacoas familiares, cumpleaños... pero no fue hasta ese día que Mina le notó. Mina era todo lo que él nunca sería; dulce, ingenua, perfecta y prohibida. Sí, sí, prohibida. Mitchell era s...