«Leticia estaba aburrida, hasta que llegó Elliot para obtener la mejor versión de ella».
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𝙃𝙞𝙨𝙩𝙤𝙧𝙞𝙖 𝘾𝙤𝙧𝙩𝙖.
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Una de las actividades que organiza la preparatoria cada año y me fascina, son las excursiones a las ferias, me encantan los juegos mecánicos y la variedad de comida que uno puede encontrarse en los puestos, sobre todo los antojitos tradicionales. Esta vez iríamos a Toluca, en el estado de México, estoy muy ansiosa porque podré ver el famoso nevado de Toluca. No falta mucho para que las temperaturas comiencen a descender, el otoño está cerca.
Me acomodo la mochila al hombro mientras sostengo en una mano mi permiso. Era de esperarse que Elliot también se animara a venir, anoche estuvimos mensajeando desde muy tarde para organizar nuestras actividades una vez que lleguemos a la feria. Pasar mis ratos con él ya es una costumbre, hemos aprendido a tolerarnos y aprender del uno al otro.
Sobre todo, cuando me ha confesado que ha tratado de tirarme los tejos todo este tiempo.
El estomago me da un vuelco cada vez que lo pienso. Y es que, por una parte, él también me ha comenzado a llamar la atención, supongo que va más allá del físico, porque, déjenme decirles, él está buenísimo.
Claro, en un sentido de broma y no vulgar.
Me he dado cuenta que varias chicas de la preparatoria les han llamado la atención, pero Elliot siempre anda sumido en su mundo como para darse cuenta de lo que sucede a su alrededor.
Estás sensaciones solo me dan dolor de cabeza. He hablado con mis padres con respecto a: ¿Qué pasaría si un chico comenzará a gustarme?, mi padre casi se va de espaldas, mientras que mi madre estaba maravillada por el tema y Nadia, bueno, ella chillaba de felicidad. Solamente fue una pregunta.
¿Qué hacen las personas de mi edad?
¿Es parte de crecer? ¿Está mal?
Sé que mi situación no es como en las películas, donde ambos jóvenes chocan y se miran a los ojos y al instante una chispa de amor se enciende. Bah, que horror. Si eso pasara en la vida real, estoy jodida.
Dejo de darle tantas vueltas al asunto cuando me percato de la presencia de Elliot a unos cuantos metros de donde estoy parada. Alza un brazo agitándolo en el aire para llamar mi atención y le saludo imitando su acción.
Lleva puesto unos pantalones de mezclilla, una camiseta verde que se amoldan a sus flacuchos brazos abdomen y sus zapatos deportivos. Y el hombro, su mochila.
—¡Hola! ¡Hola! ¿Me extrañaste?
—Ya quisieras —le muestro la lengua y él blanquea los ojos sin borrar su sonrisa. —Espero que hayas traído tu permiso.
—Por poco y lo olvido —se encoge de hombros —estaba una esquina atrás de casa cuando salí corriendo del auto aun en marcha para regresar, hoy le dado un susto a mi madre.
Es todo un caso. Pienso.
Al instante, la directora nos llama a todos para avisarnos que los autobuses han llegado. Nos pide que armemos parejas o equipos para poder acceder a los camiones. Elliot pasa un brazo debajo del mío y me guiña un ojo, niego con la cabeza y echamos andar a la puerta.