Cinco

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Abro y miro el interior de tu clóset. Hay diversos tipos de "camisas" dentro de él. Es todo lo que colocas en tu cuerpo para... en realidad, no lo sé. Las gemas no lo necesitamos, la ropa viene adherida a nuestro cuerpo por naturaleza. Pero se ve divertido usar uno de estos.

Miro, una vez más, hacia atrás y te veo tranquilo mientras te encargas de comer y beber. Sonrío ladinamente.

Tomo una camisa tuya, esa que te lo pones en tus extremidades inferiores. Cuál será su nombre, simplemente empiezo a colocármelo en mi cabeza, poniendo mis coletas dentro de los dos agujeros. Me miro en el espejo y empiezo a reír.

—Universe, ¿cómo se llama esto? —pregunto, mirándote.

—¿Qué cosa? —volteas a verme mientras masticas el alimento. Ipso facto, te asustas por lo que llevo en mi cabeza—. ¡Espinela! ¡Ese es mi bóxer! ¡Ven aquí!

Inmediatamente empiezas a correr hacia mí para quitármelo, pero cuando lo noto, también corro, escapando de ti. Es más fácil sacarte ventaja cuando tengo la habilidad de estirarme, de este modo, puedo hacer mis pasos más agigantados. Pero no es necesario, ciertamente, puedo sacarte ventaja por habilidad física, el cual no se ve afectado por el cansancio, como ocurre en los humanos.

—Espinela, ¡dame mi bóxer! —ordenas con voz eufórica y luego le siguen reclamos.

Río y corro al mismo tiempo. Dos cosas que hacen que sienta lo que se conoce como adrenalina, pero no exactamente. Veo hacia atrás y tú sigues corriendo cansinamente y jadeas mucho. En algún momento, empiezas a ralentizar tus pasos, por consiguiente, yo hago lo mismo. Pero, cuando voy a preguntar si estás bien, tú aprovechas la situación y saltas a mi encima. Ambos caemos y rodamos sobre el suelo.

Intentas quitarme tu "camisa". Por el contrario, yo sostengo con una mano la ropa sobre mi cabeza con cierta ímpetu y la risa pega con fuerza sobre mí. Mi mano restante sobre tu mejilla empuja tu rostro de mi cuerpo para poder mantenerte alejado en tus intentos de despojarme de tu ropa. Mis risas y tus quejidos resuenan en la habitación cual armonía, semejante a una melodía.

Hasta que, de pronto, la puerta es abierta de manera repentina. Ambos retrocedemos y miramos expectantes. De allí, se presentan impecablemente las Diamantes, quienes lucían esperanzadoras y, en cierto modo, confundidas al observar nuestra situación. Mis nervios alborotan mi cuerpo. Inmediatamente, saco la "camisa" de mi cabeza y la escondo tras mi espalda. Sonrío nerviosamente, al final, mirándolas de una manera que ni yo podría describir.

—¡Steven! ¡Ya te ves mejor! —habla Diamante Blanco, demasiado entusiasmada al verte tan bien. Sin embargo, después fija su mirada en mí, complacida y satisfecha—. Espinela, veo que cumpliste tu labor.

Mi cuerpo se estremece con lo que acabo de escuchar. Empiezo a sentir un repentino miedo y decido no mirarte por el momento. No quisiera que vuelvas a pensar que lo hago por ellas, o por mí...

—Steven, es una alegría verte de buen humor —comenta Azul. Su voz tan suave y delicada. Con una pequeña sonrisa hace que, de repente, todo parezca pacífico y sincero.

—¡Pero qué pasó aquí! —exclama Amarillo, mirando los disturbios y escombros alrededor de la habitación.

Al momento de observar que responderías, me adelanto para no generar más problemas.

—Solo estábamos jugando y, al parecer, nos divertíamos tanto que no nos dimos cuenta del desastre que habíamos ocasionado —miento con tanta ligereza que hasta a mí me cuesta creer—. Aunque los guijarros se han mantenido ocupados limpiando la habitación.

—¡Ni los guijarros podrían limpiar completamente este desastre! —responde Amarillo, luego de fulminar la habitación. Su mirada se detiene sobre ti y luego ella sonríe—. Te veo mejor, Steven.

FelicidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora