I. Shen Wei

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The road is long, and east or west, I have no-one to ask,
The cold has come, but I've not place to send your cold weather clothes.
When you left, we'd just planted the tree before the hall,
The tree already bears a nest, the person's not returned.

Yu do not come, Fang Gan

El niño corre sin rumbo mientras a gritos llama su nombre, nombre que a su vez intercambia por un «¡hermano!» cuyo destino también será quedar varado en el aire, sin respuesta. En su mano derecha sostiene la gran cuchilla que tomó de la tierra. Cuando por fin se detiene, siente arder sus pulmones y su vista se torna borrosa. Antes de caer al suelo le parece vislumbrar su rostro enfermizo. Al cerrarse sus ojos, lo absorbe la certeza de que está solo.

Ahora los dos lo estaban.

¡DIDI!

El repentino grito despertó al viejo que dormitaba a un costado de la estrecha cama. Al ver que su ocupante finalmente había vuelto en sí, una mueca de alivio recorrió su rostro arrugado.

—¡Didi! ¡Hermano! ¿Dónde está mi hermano? ¡Tengo que encontrarlo! —exclamó el niño, dejando de lado otras preguntas igual de importantes como dónde se encontraba, o quién era aquel anciano que lo miraba con curiosidad.

—Calma, calma niño, calma —le dijo éste—. Estás a salvo, te encontré tirado en medio de la nada y decidí traerte a mi casa, ¿ves? —Sus huesudas manos señalando a su alrededor—. Esta es mi casa. El curandero dijo que no tardarías en despertar, pero ya comenzaba yo a dudar de su palabra, ¡has estado durmiendo todo el día! —Hizo una pausa—. ¿Tienes un hermano, dices?

El pequeño asintió, luego saltó de la cama.

—Tengo que encontrarlo rápido —dijo, su voz llena de zozobra—, no se estaba sintiendo muy bien y ese señor-

—Está bien, está bien —lo cortó el viejo—. Te voy a ayudar a encontrarlo, te voy a ayudar, ¿de acuerdo? Pero no ahorita, ahorita no. Primero descansa y ya mañana veremos qué podemos hacer.

El niño, a quien de ahora en adelante nos referiremos también como Shen Wei (沈嵬), sopesó las palabras en su cabeza por varios segundos. Por supuesto que no le agradaban. Sentía que la distancia entre él y su hermano se alargaba más y más con cada minuto que pasaba, y sabía que si éste se encontraba al lado de aquel hombre podría estar en grave peligro. Además, ¿no acababan de decirle que había dormido todo el día? Ya había perdido demasiado tiempo y lo que menos necesitaba era más descanso.

Pero, para suerte del viejo, era un chico sensato, y la razón logró abrirse paso entre todo lo demás, susurrándole que no tenía sentido salir corriendo solitario y sin rumbo de nuevo, mucho menos en la oscuridad. Así que pasaría la noche en la modesta casilla de aquel amable anciano que parecía vivir solo. Su nombre era Wang Yong, pero eso no lo sabría hasta el amanecer, cuando ambos recordaran sus modales y se presentaran formalmente.

Así pues, tras decidir que no le quedaba de otra que esperar, y una vez que se hubo tumbado nuevamente después de dejar que un poco de agua bajara por su árida garganta, le fue imposible conciliar por lo menos un ápice de sueño. Esta vez yacía sobre el suelo, pues rápidamente había intercambiado lugar con Wang Yong tras insistirle que no deseaba despojarlo de su cama. Al girarse sobre su costado, sus ojos despiertos se clavaron en la guja que se hallaba inclinada sobre una de las paredes, la misma que había encontrado allá afuera a medio enterrar y que ahora bien podría considerar su única posesión, aunque antes de poder llamarla suya tendría que aprender a usarla, pensaba en medio del silencio y la tenue luz que se colaba por la rejilla de una pequeña ventana.

「Máscara」• Guardian •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora