III. Shen Wei

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El despertar de sus poderes le había llevado a encontrar un nuevo camino. El grupo de humanos y yashous que había acudido a su auxilio quedó impresionado con la historia del muchacho que le hizo frente al Jefe de los Rebeldes, y veían en él lo que Shen Wei aún no era capaz de ver.

Por esa razón, lo acogieron bajo su ala y, años más tarde, pasó a convertirse en la figura central en la batalla contra las fuerzas rebeldes extremistas.

No había sido tan fácil, pero el joven creía en lo que hacía. En su naturaleza siempre había estado el deseo de ayudar y hacer frente al mal, y esta era la forma que había encontrado de continuar haciéndolo. Además, todo aquello le ayudó a sobrellevar la sofocante noticia de la muerte de su hermano, y la ira que sentía al pensar en el Jefe también lo alentaba durante las largas y agotadoras horas de entrenamiento.

A su corta edad, Shen Wei podía decir que conocía demasiado bien el rostro de la muerte. Primero habían sido sus padres, luego el viejo Wang Yong, y finalmente su didi. Todos ellos se lo habían mostrado, pero pronto tuvo que enfrentarse a otra más de sus facetas, aquella que dejaba una enmarañada marca en el alma y brotaba por las propias manos.

Había sucedido en una de sus expediciones hacia una aldea cercana. Junto a su grupo, Shen Wei había ido en busca de suministros cuando fueron emboscados a medio camino.

Fue rápido. La hoja de su guja atravesó el cuerpo de su atacante con un movimiento rápido y limpio. Todo en lo que su mente se concentró en aquel momento fue en ayudar a sus compañeros, por lo que no se dejó amedrentar con el suceso sino hasta después, cuando su única compañía era el cielo estrellado.

En sus manos sostenía el recuerdo que había cogido de la escena sangrienta, y mientras pasaba los dedos por su negra superficie, sus pensamientos irrumpieron acompañados de angustia y sosiego.

Había arrebatado una vida.

La voz del Jefe rebelde acudió a mente, su sola memoria produciéndole náuseas:

«Haixing fue golpeado por un meteorito, el mundo está en mal estado, matar a una persona no es gran cosa».

Era cierto, el meteorito había hecho de Haixing y su orden social un absoluto desastre, uno que aún estaba lejos de terminar, ¿era así como debía pensar para sobrevivir en él?

«No —se dijo con firmeza—. Nunca adoptaré tales pensamientos. A diferencia de ese hombre despiadado, yo no tengo opción».

Pero qué difícil resultaba convencerse de ello. Desde el momento en que se unió a los Aliados supo que tarde o temprano pasaría, pero no dejaba de preguntarse cuántas vidas más tendría que cobrar antes de que la paz pudiera ser alcanzada. ¿Y cuántas bajas más habría entre sus propias filas? ¿Sería él una de ellas? ¿Y si aún después de que todo acabase, la sangre continuaba derramándose, renuente? Tales eran las preguntas que lo mantenían en vela durante la noche. Deseaba quitarse aquel peso de encima, y quizá le hubiera hecho bien compartirlo con alguien más, pero entre él y sus compañeros había surgido una barrera que ningún lado se aventuraba a cruzar. «Así es mejor», se decía mientras pensaba en los peligros que aún les esperaban, y en cómo varios de ellos simplemente ya no estaban.

Entonces resolvió que se enfocaría en lo que tenía que hacer y en nada más. Pronto ganó popularidad entre las facciones que buscaban la paz, y cuando todas se unieron en una sola liderada por Lord Ma Gui y la Alta Jefa Fu You, Shen Wei terminó siendo por todos conocido como el Enviado de Capa Negra, Hei Pao Shi; título que sus abundantes enemigos le dieran.

Pero cuando menos lo pensó, ya se había convertido en más que eso. Ahora era un líder y símbolo imprescindible de la lucha. Allá donde fuera, sus aliados lo trataban con admiración y respeto, mientras que en sus adversarios su sola presencia producía desmesurada rabia y desdén.

Siempre vistiendo de negro de la cabeza a los pies, Shen Wei también comenzó a cubrir su rostro con el que fuera el recuerdo de aquella emboscada que había resultado en su primera vez cobrando una vida. No tardó en descubrir que la oscura máscara era de gran utilidad para infundir miedo en sus enemigos, pero sólo él conocía su propósito verdadero.

「Máscara」• Guardian •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora